Capítulo 9

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Alan enseguida retrocedió, se veía tenso.

— No te preocupes, traje ayuda— Alisa parecía un hada.

Alan no contestó.

Los hombres entraron con precaución al cuarto, no lo entendía, ¿Para qué cuidarse? Alan ni siquiera podía arrastrarse sin perder el aliento.

Alisa se inclinó hasta quedar a la misma altura del rostro del chico, con dulzura levantó su rostro y susurró

—Tranquilo, no dejaré que te lastimen. Recuerda el trato— seguido de un guiño y una cálida sonrisa.

Se puso de pie y dio una señal, los hombres fueron hacia Alan y lo tomaron de los brazos, y con cuidado lo ayudaron a parase, Alisa los miraba seria, su vista se dirigió a las temblorosas piernas de mi compañero, levanto la mano con lentitud y sus ayudantes soltaron a Alan con calma, él se mantuvo un segundo estable y cayó casi de inmediato, a pesar que de los guardias eran rápidos, apenas llegaron a atraparlo, el chico quedó de rodillas.

Se soltó con brusquedad de los agarres y se arrastró hasta quedar debajo de la cama, Alisa miro fulminante a sus ayudantes, éstos solo bajaron la mirada, ella les pidió que salieran de la habitación, no volteó hasta que hoyó el sonido de la puerta, una vez que supo que ya no estaban, suspiró hondo y se sentó en el suelo, junto a su paciente, Alan.

—Lo siento por eso, pero al menos sé cuan mal esta tu cuerpo, Alan, estas vivo de milagro, casi imposible llegar a donde estás sin probar bocado— dijo

Analicé lo que dijo, Alan lleva aquí dos años, al principio si comía, poco, pero lo hacía, luego solo bebía agua, hasta que finalmente se convirtió en lo que ahora es: Un cuerpo, o como él se autodenomina, un fantasma.

Cuando se desmayó el otro día me asusté, porque era la primera vez que lo hacía frente a mí, había veces que despertaba y su habitación estaba vacía, otras ocasiones aprovechaban mis sesiones de experimentación para llevárselo.

Lo cierto es que Alan es una excepción, una excepción de la vida, dos años sin probar bocado, y aquí está, intentando levantarse, bueno, intentando mantenerse de pie.

Miré con atención a Alisa en cuanto se movió, estaba junto a la cama, de rodillas con los brazos abiertos, su mirada era maternal, la misma mirada que mamá me dedica...

Mamá...

Observé con atención, Alan estaba mirando fijamente a Alisa, estaban inmóviles, ella no se mueve, mantiene su cálida sonrisa, el chico lentamente se decide a salir de debajo de la cama, y cuando finalmente está frente a la doctora, se lanza a sus brazos, Alisa lo abraza y le susurra algo que no logro oír, pero es lo suficiente para que Alan se aferre con todavía más fuerza.

Sonrió al ver la escena, quisiera que me trataran así cuando me sucede algo, solo conozco las agujas, y solo algunos abrazos de mamá.

Detrás de ellos vi a Margaret, venía con un vaso en una mano y el puño cerrado, retrocedí, sabía que era lo que tenía en la mano derecha.

Abrió la puerta de mi habitación y me arrastré hasta chocar contra mi cama.

—Alicia, es tu hora de tomar la medicación— dijo sin mirarme, levantó la vista y frunció el ceño— ¿Qué te pasa?— preguntó preocupada.

—No quiero— musité con terror, recordaba esa pastilla roja... esa pastilla que me había causado ese ataque tan terrible.

— Alicia, debes tomarlas— pronunció acercándose, la aparte con brusquedad y corrí hacia un rincón.

¡Déjenme Sola! Por favor...Where stories live. Discover now