Capitulo Diez

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Las botas militares de Hullers chirriaban por toda la habitación. Odiaba su sonido pero eran parte del uniforme, que le habían brindado el estatus y le poder que tenía. Nada podía compararse a esa satisfactoria sensación. La sed de poder que día tras día crecía dentro de él, igual que un cáncer maligno. Que amenazaba diariamente con destruir todo si no era saciado a tiempo.

Llegando al final del oscuro y tenebroso pasillo contemplo la gran puerta de metal. Se acomodó su presiado traje una última vez antes de entrar. Le inquietaba la razón por la cual los directivos lo llamaban. En el último año apenas habían cruzado palabras, solo por medio de pantallas y ologramas computarizados dentro de su oficina. Sabia a la perfección que algo estába yendo mal, y como siempre hacia cortaría el problema de raíz sin importar lo que tuviera que hacer para lograrlo. Eso no era un impedimento para el. Los convencería de lo que fuera con su belleza, carisma y con su manipulación. Eso siempre le había servido para llegar hasta donde estaba, y ese ni iba a ser el día para destruir todo por lo que se había esforzado por construir en los últimos años.

"Ni hoy, ni jamás", se aseguró a si mismo.

Estendio su mano para tocar la pantalla. Después de que la consola escaneará sus huellas digitales un chirrido algo molesto se oyó, dejando ver a todos y cada uno de los ancianos conformaban el directivo de La Ciudadela.

La sala erra iluminada por una gran ventanal que daba la vista a gran parte de La Ciudadela. Hullers vio de reojo como los directivos escribían en sus Syck* sin siquiera darse cuenta de su presencia. Algo que en segundos hizo que sus puños se volvieran completamente blancos.

Desde el ministro Ness hasta el ministro Lurey estaban sentados en sillas negras, uno junto al otro compartían una misma mesa como hermanos. Cada uno vestía los colores de las ciudades que representaban.

Ness llevaba un traje olgado color verde – en representación a la bandera de Hywoll –, se encontraba sentado en la punta derecha de la mesa. Junto a él estaba Areida, quién llevaba un vestido color rojo – el color de la bandera de Gornem – algo entallado al cuerpo dejando ver las curvas que aún tenía después de los años pasados. En medio de la mesa y en forma de líder estaba Flux vestido con un traje formal color azul marino. Él era el jefe del consejo, dirigía a todo el mundo desde La Ciudadela. A su costado izqueirdo estaba Saints, el llevaba traje igual formal que Flux, a diferencia de que el suyo era dorado, al igual que la bandera de Ecom. Al final de la mesa estaba Lurey, con un vestido suelto nada ajustado de color violeta, que representaba a Cadouri.

— Directivos, buenas tardes — anunció su llegada. Los cinco levantaron su vista al mismo tiempo, miraron de reojo a Hullers con seriedad. Mostrando su blanca sonrisa añadio — Señores, Señoritas, se que lo que tengan para decir es muy importante pero, espero que no demore mucho esta reunión. Hay mucho papeleo, sin olvidar los casos urgentes que requieren de mi total atención.

Un silencio incómodo nació en la sala, todos miraron a Flux que apago su Syck para fijar su total atención en el general.

— Creí que hace dos meses habíamos votado junto con todo el ministerio para velar por los derechos y la seguridad de los guardianes. Dejaríamos las torturas y el abuso psicologico y físico a tus "reclutas".

— Si, eso es lo que hicieron — asintió Hulerrs.

— ¿Entonces porque estamos recibiendo a día de hoy informes en donde se detalla gráficamente lo que tus guardias estás haciendo? — enfureció el anciano dejando Hullers sorprendido — Crees que las reglas no aplican para ti, pero incluso tu debes obedeser a tus superiores.

— Estoy en desacuerdo, ministro. Mis métodos siguen rindiendo frutos.

— Tus métodos ya no son efectivos.

El secreto de los guardianesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora