Prólogo

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Lexa estaba corriendo por toda la casa. Emocionada y enojada a la vez, - aunque claro - como todos los niños de aquella edad; estaba impresionada de que vinieran guardianes a la ciudad. Y sin el permiso de sus padres, no podía ir al desfile de presentación a verlos. El cual sólo era realizado cada 10 años. Todos se encontraban inquietos por ver al nuevo guardián, el cual había nacido en la ciudad de Lexa.

En Cadouri, era muy inusual ver a un guardián, y mucho menos que alguno naciera en esta. Por eso sabía que quizás nunca llegaría de nuevo la oportunidad de ver a uno en persona. Ella pensó que la dejarían ir, ya que, irían todos los otros niños de su clase, junto con sus padres; pero en vez de eso, ellos le dedicaron un sonoro y rotundo "no". Y como todas las personas estaban en el gran desfile tuvieron que dejarla al cuidado de su abuela, y sin más se fueron. Supuestamente, tenían que atender unos "asuntos muy importantes", o por lo menos, eso era lo que le habían dicho.

Lexa se sentía prácticamente sola. Su abuela -aunque la amara- no le agradaba mucho la idea de que vinieran guardianes a la ciudad, así que trato con amargura de ignorar el gran festejo, quedándose encerrada en el cuarto de sus padres. Aunque era casi imposible ignorarlo lograr tal cometido. Últimamente era lo único que pasaba por la boca de todos.

Lexa dejo de correr al escuchar un ensordecedor ruido, el cual la dejo anonadada. Con un rápido movimiento corrió por la planta principal y se dirigió a la primera ventana que pudo. Se fijo y hoyo el ruido otra vez, pero esta vez pudo distinguir como el cielo nocturno empezaba a teñirse de unas estrepitosas luces, y como de ellas emanaban toda clase de colores; amarillos, violetas, rojos, azules y verdes. Eran como explosiones en el cielo, y que por una razón u otra la llenaban de una alegría inexplicable.

-Debe ser increíble poder ser un Guard...- fue lo único que logro decir la pequeña antes de ser interrumpida por una voz, una que conocía a la perfección.

-Nunca, jamás termines esa frase - dijo su abuela con enojó y apareciendo como una sombra de las tinieblas de la casa. La anciana con pasos cortos, pero rápidos, se acercó a la niña con una mirada reprobatoria.

Lexa ante las palabras absurdas de su abuela se impacto; era un privilegio para cualquiera siquiera pensar en tener los poderes de un guardián. Eran adorados como dioses, servidos por miles y amados por su belleza.

-¿Por qué?, todos desean ser como ellos. -respondió confundida mirando con sus ojos azules como el ceño de su abuela se fruncía aún más.

- Todos desean estar en su lugar y ver lo que toda su vida les han dicho que se siente llegar a ser un guardián, y lo que no sabrán nunca, es que los guardianes darían todo por no ser lo que son -la niña de nuevo se quedó sin palabras ante aquella mirada; pero la anciana sabía que lo entendería en el futuro -. Lo comprenderás cuando sea el momento - susurro para ella misma aunque la pequeña Lexa fue capaz de escuchar.

Y sin más se fue de allí dejándola confundida.

Lexa se quedó mirando la ventana por la siguiente hora y media, esperando a que su abuela apareciera y pudiera explicarle a lo que se refería. Pero la espera fue en vano, ya que no hubo aparición de aquella gastada mirada.

Aunque quería quedarse esperando respuestas, el cansancio pudo con ella. Sin poder oponerse contra su voluntad fue directo a su cuarto. El cual no era muy grande, a diferencia de los del resto de la casa. Subió la pequeña escalera con pesadez en los ojos y aún con las palabras de su abuela volando por su cabeza, como un eco encerrado en una habitación.

Después de unos minutos Lexa, ya estaba en su cama, pero no podía coincidir el sueño, estaba pensando en todo; en los guardianes, en su abuela y en sus padres. Y sólo llegaba una pregunta a su cabeza.

El secreto de los guardianesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora