Capitulo Uno

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"10 años después"

Meinder 

Sentía como su pecho estaba a punto de explotar. Como subía y bajaba rápidamente acompañado de sus respiraciones aceleradas. Parecía como si dos bolsas llenas de piedras estuvieran siendo arrastradas por sus tobillos, cada vez que daba una nueva zancada. El traje que le había robado al soldado de La Ciudadela no le había sido de mucha utilidad. Era pesado y rígido, se rio internamente sabiendo que esas dos palabras describían a la perfección a los guardias.

Apenas recordaba cuanto tiempo llevaba corriendo, pero poco importaba. Si lograban encontrarlo antes de que pudiera salir de ese maldito lugar, esta vez, no sólo iban a darle una vaga amenaza.

Después de la última vez que trató de escapar no había podido levantarse en más de dos semanas a causa de los moretones que cubrían el cuarenta por ciento de su cuerpo. Y la única razón por la cual lo habían dejado salir era porque los guardias estaban muy cansados de propinarle golpizas a un rebelde crió como él. Los guardias ya habían perdido la cordura, ya no eran hombres. Solo eran humanos programados para obedecer órdenes; o, en sus propias palabras, los sabuesos de Hullers. Solo dudaban cuando se trataba de elegir castigos para los jóvenes desobedientes, como Meinder. Para que aprendieran que no había manera de escapar.

No era la primera vez que intentaba fugarse. Y, conociéndose, tampoco sería la última. Para la mayoría de las personas que conocían su situación, pensarían que estaba demente o peor aún, que tenía reales esperanzas de lograr escapar. Pero él no estaba demente. Por el momento su plan estaba saliendo a la perfección.

Las calles estaban vacías. Aunque no se podía esperar otra cosa. No eran exactamente barrios lujosos. Eran humildes y simples, pero no carentes de belleza. Las residencias estaban una junto a otra, ocupando todo el espacio que pudieran. Eran de tamaños casi idénticos. Todas sostenidas por paredes de cemento. Aunque no era lo que estaba acostumbrado a ver, le transmitía un sentimiento ya olvidado, un sentimiento hogareño. Un lugar en que lo quisieran, en donde no tuviera que sentirse sólo o asustado. Un verdadero hogar donde pudiera sentirse libre.

Con alegría podía ver cómo al final de la calle se encontraba la "Gran Cascada Maldita" de La Ciudadela. El perfecto lugar de escape. Ninguna persona de los alrededores se le acercaba a menos de cien metros. Todo debido a los falsos rumores que alegaban que en su agua "sagrada" se encontraba la sangre de los más poderosos y despiadados guardianes del mundo antiguo. Aunque majestuosa y muy bien fabricada, no era más que el desagüe común de la ciudad, por el cual si seguía los planos, podría escapar.

Por medio de un complicado pasaje las viejas vías del desagüe conectaban a la fuente con las cuatro ciudades y La Ciudadela.

Cuando la tuvo en frente suspiro de alegría, por primera vez en mucho tiempo también con esperanza. Pero como todo en su vida, no duró mucho.

– ¿Tan lejos de tus dueños, guardián? – pregunto una gruesa voz a sus espaldas, que hizo que su sangre se congelara.

Meinder sintió como su corazón empezaba a contraerse junto con todos demás músculos de su cuerpo. La preocupación por su vida y su libertad lo comenzaron a corroer por dentro.

Estaba seguro de que había perdido a todos los guardias en las lujosas urbanizaciones kilómetros atrás. Incluso había dejado indicios falsos de que se dirigía al este no al norte donde ahora se encontraba. No podía comprender cómo había podido seguirlo. Era imposible que lo hubieran descubierto por sus propios medios. Supo entonces que esa era la obra de alguno de sus compañeros. Quería pensar que estaba equivocado, ya que, ninguno podría ser tan traicionero.

El secreto de los guardianesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora