Capitulo Tres

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 Meinder

Podía oír los gritos por todos lados. Él solo quería dejar de correr pero simplemente no podia. Sabía que lo atraparían, lo supo desde que la había escuchado. La voz de la mujer que lo salvó, la voz que lo trajo devuelta a la vida. No podía explicar el porqué, pero de alguna forma extraña, su ser quería quedarse con ella, pero sabía que no podía. No funciona no así las cosas. Luego de escapar. Fueron tan sólo unos cuantos minutos después, una gran humareda de humo negro fue llevado por el viento, junto con los gritos de los cuales estaba escapando. En su corazón sabía que no era un incidente normal.

Cuando era pequeño lo habían educado para creer en la verdad y la justicia, lastimosamente el mundo que había conocido carecía de esos valores. Solo había una meta en su mente, la libertad. No responder ante nadie, no agacharse, ni humillarse por los guardias, no ser el débil nunca más. Sabía que para tener su libertad tendría que hacer lo que mas odiaba, y lo que iba en contra de su orgullo. Correr y esconderse. Como lo estaba haciendo por las vacías calles de Ecom. Si era capaz de llegar hasta las alcantarillas, podría decirle adiós a todo eso. Claro, sino lo atrapaban primero.

– Carajo – maldijo al ver el incendio a lo lejos desde su pequeño escondite en un callejón desolado.

Supo que todo eso era obra de Hullers y su escuadrón de máquinas. Matar niñas inocentes con fuego, conocía muy bien este truco. Después de todo sus hermanas habían tenido que pagar el precio de su poder ante un incendió. Odiándose por recordar su pasado, volteó la cara una vez más.

"Los problemas de los demás no son tuyos", pensó al mismo tiempo que cambiaba su vista en otra dirección.

– Eso diría yo si fuera tu, pero gracias a todos los demonios del mundo, no soy tu – murmuro una sarcástica voz, mirando su patético estado físico supo que no haría falta ni siquiera usar la violencia –. Ni si quiera intentes escapar, dos francotiradores están apuntándote justo en este momento y tropas armadas ya vienen en camino.

Meinder se dio vuelta mirando al muchacho que se encontraba frente a él. Era pocas palabras era otro modelito de Hullers. Un soldado joven que parecía de su edad, fuerte, de buenas proporciones y probablemente sin una mente propia de por medio, lo que les daría a un joven que no haría preguntas, sólo aceptaría las órdenes sin oponerse a ellas. Un ejemplar de primera.

– Y tu, ¿quién eres? – pregunto con cansancio, apenas pudiendo sostenerse de pie.

– Claro, olvide presentarme, mi nombre es Gael Solux. Aunque no importa. Lo que importa es que gracias a tu amiguita, supimos dónde estabas.

La respiración de Meinder se paró al escuchar su nombre. Era el el príncipe de la oscuridad, el hijo del monstruo maldito que había puesto a todos los guardianes en el infierno. Se decía que Gael Solux era el futuro monstruo que que heredaría el legado de su padre. Aunque también debía recodar que era el hermano de Sandrew.

Pensó en sus palabras. No podía creer que alguno de sus compañeros lo hubiera entregado. Era una regla sagrada. Jamás traicionar a un guardián. "Traicionar a su propia raza, eso era bajo", se lamentó Meinder.

– ¿Quien fue? – espetó con ira.

No le importara quien lo había vendido, le importaba saber para que cuando volviera, pudiera vengarse del cobarde.

– Me sorprende que no lo sepas. Debe ser horrible que ni entre los suyos se quieran – se mofó. Mirando con asco los carteles –contra el gobierno– que colgaban de las paredes de esas urbanizaciones, y algunas bolsas de basura que descansaban en el suelo, añadió –. Rubia con raíces castañas, de ojos verdes, mide un metro setenta y tres, muy hermosa, con un buen trasero; pero a fin de cuentas una guardiana más. Se la pasó sollozando por ti, diciendo tonterías sobre que la perdonarás.

El secreto de los guardianesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora