Capítulo XII - Bacanal en alza.

308 27 5
                                    

[Hailan]

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

[Hailan]

— ¡SORPRESAAAAA!—escuché a mi familia gritando en un unísono más que evidentemente planificado. Yo salté más que asustado de mi cama mientras irrumpían agresivamente a mi habitación. Vi a mi mamá cargando un pastel con velas encendidas entre sus manos mientras papá y Samuel la acompañaban con sonrisas que también compartían con complicidad entre sí. No había un año en el que no hicieran ese ritual.

—"Cumpleaños feliz, cumpleaños a ti,

Cumpleaños pequeño Hailan...

¡CUMPLEAÑOS FELIZ!"—

Cantaron con poca armonía pero a pulmón tendido los tres, mientras observaban con expectación mi reacción ante "la sorpresa", que cual ancestral tradición hacían desde que yo tenía uso de la razón. Yo permanecía en shock no por la sorpresa en sí, si no ante semejante demostración de azúcar, una irritante melaza, y aun este año habían superado sus propios records.

—¡Vamos niño teto!, no te quedes allí con esa cara de mosca, ¡Sopla las velas y pide un deseo, que a mamá se les van a caer las manos por tu puto pastel—exclamó Samuel siendo tan borde como siempre con esa sonrisita suya irritante.

— ¡SAMUEL!—le espetó nuestra madre— ¿Que te dije sobre esa boca sucia?—le regaño con el pastel aun en sus manos.

—Sí, si... Lo siento—se disculpó Samuel entre refunfuños.

— ¡Vamos hijo!, sopla las velas—me dijo mi padre con una súplica cariñosa que no pude rechazar.

Finalmente me senté sobre la cama dándome por vencido, y a continuación suspiré, pensé con una profunda sinceridad—"Que todas las personas que me rodean sean completamente felices"—soplé fuerte y no pude evitar mostrar una sonrisilla que se destiló de mi interior.

— ¡Diablos!, la boca te apesta a rayos hermanito—exclamó Samuel con cara de asco. Yo simplemente le ignoré.

— ¿Que pediste hijo?—preguntó mi madre con un divertido interés.

—Nada muy trascendental mamá—le respondí escueto. La verdad no era muy creyente en esas cosas, pero si iba a cumplir con esa tradición no creía que fuese correcto ventilar mi deseo... Además me daba un poco de penita lo que pedí, pero era realmente lo que deseaba, que todo continuara igual o mejor con las personas que quería en este mundo. Yo a pesar de mi carácter áspero tenía muchas razones para estar feliz con la vida, solo que dentro de mí sentía necesitar algo, pero ni con mi espectacular cerebro podía discernir que era...

— ¿Y bien enano?—

— ¿Y bien enano que?—pregunté retante, siendo igual de borde que Samuel.

— ¡Ay!, ¡vamos!, no te hagas el desentendido, que siempre vives alardeando de lo inteligente que eres y blah blah blah...—respondió mofándose de mí.

Como aman los diosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora