Capítulo I - Vendaval de cambios.

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Apenas abrí la puerta quedé cegado, el sol cínicamente le sonreía a mis ojos, continué corriendo y mis zancadas se alargaban cada vez más, las paredes de los edificios desprendían calor y la brisa seca acariciaba mi piel, la gente pasaba y no me p...

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Apenas abrí la puerta quedé cegado, el sol cínicamente le sonreía a mis ojos, continué corriendo y mis zancadas se alargaban cada vez más, las paredes de los edificios desprendían calor y la brisa seca acariciaba mi piel, la gente pasaba y no me prestaban atención, como cuerpos vacíos puestos al azar. Ese clima caluroso seducía al tiempo, lo volvía lento, por alguna razón, si bien no tenía sentido, sonreí.

-¡VUELVE AQUÍ AHORA MISMO!, ¡O LLAMARÉ A MIS ABOGADOS!-

Solo pude voltear, reír y desenfundarle el dedo medio mientras seguía corriendo, jamás volvería a ese lugar, ahora me sentía libre, por mi que se comiesen las sobras de mi talento, me sentía eufórico y con el corazón a mil. Vi un autobús cruzando la calle y me atravesé al frente, se detuvo de golpe y subí.

- ¡Arranque ahora!, ¿Vamos qué espera?-

- ¡OIGA!, ¿ESTÁ LOCO?, ¡CASI LO ATROPELLO!, ¡BÁJESE O LLAMO A LA POLICÍA!-me gritó histérico el chófer.

Volteé y vi los pasajeros presas de su destino, constantemente devoradas por el tic tac del reloj, sentí lastima por esas criaturas, me miraban desafiantes y con rabia por hacerles perder minutos de su valioso tiempo. Mis persecutores se acercaban rápido, debía pensar en algo, no tenía tiempo, sentí el vacío en mi bolsillo pero miré mi muñeca llena, ¡Sí!, eso bastaría. Los ojos del conductor fantasearon con su propio reflejo en el cristal del reloj.

- ¡APRESÚRESE ESTÚPIDO! -

Me miró a los ojos con codicia y de golpe arrancó a toda velocidad, casi perdí el equilibrio. Los pasajeros conformes volvieron a un estado dócil, definitivamente todos en esta vida tenían su precio... Al fondo y por debajo del sonido del motor rugiendo escuché ya a lo lejos los gritos de la pavada de idiotas de mi equipo, o el que fue mi equipo... No lograrían reemplazarme, sin embargo conseguirían a otro que ocupase mi lugar, Los pude ver ya a lo lejos a través del vidrio del bus, ahora era libre al fin.

[...]

El autobús ya estaba vacío y se mecía en las calles sin prisa, solo quedábamos el chófer y yo, estaba atardeciendo y el cielo hacía gala de un rojo intenso, como brasas.

-Este es el final de la ruta, debe bajarse aquí-

-... -

Le miré con desprecio y bajé, al sentir el pavimento en mis pies recordé que estaba descalzo, además tenía mucha hambre y no sabía dónde me encontraba, ese lugar parecía pertenecer a los barrios bajos de la ciudad, no conocía nada ni a nadie y mi estómago no paraba de reclamarme algo para entretenerse. Vi un puesto de frutas, me acerqué y me dirigí a una pálida chica de mi edad que atendía el lugar.

-Señorita, ¿Qué es esa fruta al fondo? -

-Se llama Carambola-me contestó de espaldas por mera inercia.

Cuando volteó y me vio no pudo evitar ponerse nerviosa, comenzó a balbucear... Y con movimientos torpes tropezó las cestas de fruta, las tiró todas al suelo. Me causo gracia, parecía caballo recién nacido.

Como aman los diosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora