Sawada Tsunayoshi era un omega de 19 años, vivía con su familia y era un alumno de universidad.
Su padre era un adicto al juego y se gastaba todo su dinero en las apuestas del casino, su madre trabajaba en un cine y su hermano era un holgazán.
Tsun...
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Los mecía con delicadeza y de vez en cuando soltaba un suspiro al ver que aquellos dos pequeños angelitos movían sus pestañas, esos dos pares de ojos parecían querer comerse el mundo de un mordisco.
-Je, estás totalmente prendado por ellos -Tsuna se cruzó de brazos y sonrió con diversión-. La única razón por la cual no te los arrebato es porque te vez sensualmente tierno.
-Tsk -Kyoya chasqueó la lengua y fulminó con la mirada a su pareja-. Sólo pensaba que son lo mejor que he hecho.
-Corrección, lo mejor que has hecho son dos cosas -recalcó el castaño-. La primera son nuestros cachorros y la segunda es haberme dicho que pasara toda la eternidad contigo.
-La primera opción es cierta -el azabache sonrió de lado y pudó percibir el fresco aroma de sus bebés-. La segunda me hace querer, muchas de las veces, saltar de un edificio.
-Oye, eres un carnívoro muy grosero -el omega alzó una ceja e hizo un puchero-. Pues deberías saltar de un edificio para que la gente diga: "Wow, ahí va el único e inigualable súper carnívoro man"
-Creo que las contracciones hicieron que tu cerebro desvariará mas de lo que ya esta -Hibari siguió meciendo a sus cachorros-. Tal vez te lo extirparon sin que te dieras cuenta.
-Ja, ja, ja, que gracioso -el menor arrugó la nariz y luego añadió con gracia-. Claro, no tan gracioso como tu atuendo extravagante del siglo veintiuno.