Bellísima

Perder el tiempo

A veces, tenemos la certeza de que perdemos el tiempo.

Preparo mi vestimenta, sé lo que pasará hoy. No sé si estoy preparada para soportarlo, o si tendré la fuerza para no romperme cuando suceda.

Me coloco mi vestido de sirvienta. Llevaba 5 años trabajando en aquél castillo, largos años...

Lo recuerdo como si fuera ayer mientras mi mirada se centra en el collar de cuero que poseo. Discretamente, las iniciales del dueño de aquél castillo son escondidas.

Me lo regaló, hace ya un año. Su mirada resplandeciente en la oscuridad era lo que recordaba más que nada...

Sólo que nunca pude ir a más.

A veces, tengo el pensamiento de que pierdo el tiempo estando aquí. Y mientras voy caminando hacia el fin de mi destino, aquél pensamiento resuena en mi mente como tambores en un concierto de percusión, pasión y amores caídos.

Una fiesta resuena en mis oídos cuando paso el umbral de la puerta. Barullos incontrolables de gente festejando la ocasión. Y es cuando, de lejos, me quedo estática, viendo sin realmente mirar nada.

El hombre, tan conocido para mí, vestido de negro mientras está abrazando a su nueva esposa. Una hermosa y resplandeciente chica, capaz de, con su luz, iluminar cada rincón de aquella habitación. Capaz de dar alegría a la estela más apagada, y provocar risas a los hombres más moribundos. Con una figura tan digna de revista, que algunas azafatas volteaban los ojos, envidiosas por aquella hermosa mujer que nos acompañaría en el castillo a partir de ahora.

Mi corazón palpita lento. Un nudo se hace en mi garganta mientras mi aliento me abandona. Un respiro al viento, apagado.

Nuestras miradas chocan en un segundo, donde todo se vuelve silencio. No sonrío, no puedo hacerlo. Mis ojos destellan pasiones perdidas, sentimientos secretos.

A veces tengo la certeza de que he perdido el tiempo; pero cuando noto que mi alma se apaga, es cuando me doy cuenta, por primera vez, que el tiempo no es lo único que había perdido.