Cap. 8.3 - Deus le voult

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Deus le Voult

Puerto de Tyre



Para las seis de la mañana la caravana reanudó el viaje y nuevas preguntas nacieron en la mente de Lance. Nur solo sonrió al comparar el hambre de conocimiento que habían mostrado las tres generaciones que conoció, padre, hijo y ahora nieto.

— Abuela, poco pude dormir anoche.

— ¿Tuviste un mal sueño?

— No, pero... de mi maestro aprendí que no debo juzgar a un hombre por su presente sin saber cómo fue su pasado. Así que me pregunto, ¿Que pudo haberle pasado a ese hombre, Nimrood para que se convirtiera en el ser que hoy es?

— Bueno te contaré lo que me dijo tu abuelo Arión una vez. Nimrood pensó que la inmortalidad era el más grande regalo que alguien podía recibir, pero no lo fue. Más bien resultó ser una maldición, una que te destruye y te esclaviza del mismo modo que el poder o el oro. Un hombre debe vivir y morir en su momento correcto. De lo contrario será testigo no solo de una, sino de varias renovaciones de seres humanos en el mundo. Entiende con esto que las más preciadas posesiones que puede tener un hombre No son el oro o el poder, sino el amor de los hermanos, de los padres y de los hijos. La mayoría de los hombres no logra comprender esto en vida, pero para alguien inmortal como Nimrood fue como vivir para perderlo todo una y otra vez. En palabras textuales de tu abuelo: "Como Prometeo que es consumido por arpías y despierta al siguiente día para volver a sufrir el mismo castigo, del mismo modo, Nimrood, al rebasar el tiempo que le correspondía de vida le sobrevino irremediablemente la locura".

Lance imaginó aquella sentencia y sintió erizarse los vellos de su cuerpo, la idea se le clavó como daga en la mente y, justo de la herida que hizo, brotaron estas palabras.

— Escuchar una canción melancólica puede ser algo bello, pero si se repite eternamente se convierte en una condena, como escuchar los mismos lamentos una y otra y no poder escapar porque la canción que vive en tus pensamientos. Sin que puedas evitarlo te sumergirá en la peor de las tristezas, hasta que ya no queda nada de ti.

— Lo has dicho bien.

— Arión... — susurró Lance y luego agregó en forma de pregunta — ¿Mi abuelo era griego?

Nur le sonrió y asintió.

— Tu abuelo Arión nació en Esparta y vivió toda su vida en el Peloponeso. Él adoraba a un dios llamado Apolo y siempre se negó a la conversión.

Lance por supuesto la miró de nuevo con ojos interrogantes como pidiendo escuchar más y ella accedió a contar. Nur no podía ocultar su alegría y en ese mismo tono alegre le respondió.

— Tu abuelo vino de Grecia y se unió a la guerra contra los ejércitos de Nimrood, quien ya había fundado su secta en el desierto y estaba expandiéndose más rápido que cualquier otra religión. Fue Arión uno de los guerreros que llevó a los ejércitos de Abasí a la victoria y Nimrood fue expulsado hacia el norte. Entonces el califa le otorgó grandes tesoros a Arión y algunas tierras en premio por su valentía y lealtad pero con la condición de que reconociera al islam como única religión verdadera. Cuando Arión se negó, le dieron dos opciones, regresar a Grecia o morir aquí ejecutado. Él no tomó ninguna de las dos, sino que se dirigió con rumbo de las estepas del norte del mar Caspio y ahí encontró la muerte a manos de su enemigo.

— Tú eres musulmana y él heleno. ¿Cómo pudo pasar?

Ella se sonrojó un poco.

— Solo te diré que cuando uno ama con la intensidad con la que yo amé a tu abuelo, entonces tienes la fuerza para crear un mundo propio y desafiar las reglas que los hombres han establecido. No fue fácil, pero nos casamos por la ley de Ala e intentamos reconciliar dentro de los muros de un hogar ambas religiones. Arión continuó rezando a su Dios que hiere de lejos y yo a Ala y logramos ser felices de ese modo, pero nuestro tiempo fue breve. Sin conocer siquiera a su hijo, Arión tuvo que partir de Abasí amenazado de muerte y yo escapé de Bagdad para salvar mi vida y la de mi hijo. Llegué a Gedera la misma noche de tormenta en que nació Azhar.

El Imperio SagradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora