Cap. 3.3 - Regreso a casa

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Regreso a casa



Nadejha regresó con Mislav y lo encontró despierto y preocupado. Ella estaba más seria de lo habitual pero no demostraba ni la agitación ni el terror que había sentido realmente aquella noche. Era en verdad buena pretendiendo sentir lo que en realidad no sentía y poniéndose máscaras de acuerdo a los requerimientos de cada situación. Quizás fue la dureza de sus años de adolescencia lo que le había enseñado a sonreír mientras llora por dentro, a mostrar valor ante el miedo y a ser indiferente ante lo que en realidad le preocupa. Como sea, aunque Mislav pudo notar algo diferente en ella, no pudo imaginar los horrores de los que había sido testigo.

Nadejha recogió su tendido y le ayudó a Mislav a caminar hasta lo alto de una loma, donde estaba el caballo isabelo amarrado a una carreta cuyas ruedas eran de diferente diseño, incluso de diferente anchura. El eslavo la miró con admiración y se dejó ayudar para acomodarse dentro del incómodo y arruinado carro.

— No puedo dejar de sentir admiración por este caballo — dijo Mislav mientras Nadejha tomaba el lugar junto a él en la carreta.

— Azhar lo bautizó como Dragón, dijo que es un caballo de fuego igual que el suyo.

Y Mislav agregó sonriendo levemente:

— Si es así, entonces nos llevará muy lejos.

Mislav en verdad esperaba que ella le contara una gran historia de cómo fue que se había hecho con la carreta, pero en lugar de eso, solo encontró silencio e indiferencia.

— Nadejha... ¿Tuviste problemas para conseguir la carreta?

— Mmm, no muchos realmente — respondió ella mientras tomaba la rienda y aparentaba tranquilidad —. No encontré nada en el fuerte, así que tomé ésta de las afueras del campamento magar, un guardia dormía encima, pero estaba completamente borracho, así que no me costó trabajo deshacerme de él.

El sagrado la miró asombrado y no dijo nada, aquella historia era demasiado inverosímil para ser mentira así que el hombre lo creyó todo y no cuestionó más. Ante sus ojos, la mujer había hecho tremendamente fácil lo que para muchos sería una misión suicida. Lo más raro es que la chica no era temeraria guerrera ni tenía entrenamiento militar alguno, solo parecía tener la buena fortuna de su lado y un instinto de supervivencia muy poderoso y reforzado por los buenos consejos de su difunto esposo, Azhar.

Sin pedir permiso, el hombre revisó las cosas que la mujer cargaba en su bolsa de viaje y encontró casi todo útil, una cazuela pequeña, cuerda gruesa e hilos delgados, una roca negra atada a un trozo de metal, telas carbonizadas, una bolsa de cuero llena de agua, una manta vieja que se podía vestir y usar de cobija a la vez y finalmente, una sobreveste blanca bordada con hilos dorados.

— Mi casaca de guerra —susurró Mislav asombrado —. Me olvidé de ella.

— Lavé la sangre y le cosí dos roturas. Use hilo de la misma prenda para hacerlo, quedó como nueva.

— Gracias. Esta es una reliquia que conservo desde hace.... veinte años.

— Y supongo que por eso lo llaman "el blanco".

— Tienes muchas cosas útiles aquí —dijo Mislav evadiendo la pregunta al tiempo que cerraba la bolsa —. Parece que tu vida entera te hubieras preparado para sobrevivir a esto.

— Esa mochila era de Azhar — aclaró finalmente la mujer —. Él me la dio y me enseñó cómo usar todo eso. Me dijo que me salvaría la vida.

Mislav ató cabos y determinó que aquello también era cierto, después de todo, Azhar venia del oriente, donde los avances en tecnología y en medicina eran superiores. El joven debió haber aprendido muchas técnicas de supervivencia en sus viajes que luego transmitiría a su mujer. Complacido Mislav le hizo a la joven un gesto de aceptación y entonces emprendieron su viaje.

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