Los intervalos - Parte I

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Mil metros


Un cielo azul se posaba en las calles de Gonzalez Catán. Mientras en el boulevard del Torrent —La avenida donde entrenamos— los vehículos desfilaban sin descanso, ya se podía ver el primer curso de chicos, del turno tarde, saliendo del colegio. Una luz cada vez más tenue cubría todo el paraje: El principio, donde estábamos nosotros; ambas manos de la calle; y la virgencita (El sagrario ubicado al final del Torrent).
A un costado del asfalto, la charla técnica estaba siendo dada por el entrenador; todo el grupo la presenciaba, aunque algunos mostraban más ánimo que otros. Finalizada la charla, el coach repartió a los atletas en grupos según su nivel; me asignó en el segundo grupo.
Se acercó un amigo a preguntarme si podía tirar la primer pasada.
—Dale, en qué tiempo la hacemos? —firme, le contesté.
Su respuesta fue, salir a buscar un tiempo rápido pero sin explotar, guardando energía para levantar velocidad en la segunda mitad del trayecto.
—Ok, está bien. Te tiro los primeros ochocientos metros a un ritmo y vos después te despegas, te parece bien? —Propuse, decente.
Él afirmó haciendo el típico movimiento subi-baja de cabeza.
Entonces, nos alistamos para salir.

***

Al cabo de tres minutos, nuestro grupo se iba ubicando en la línea de largada. Las miradas se cruzaban hasta que se escuchó —tres, dos, uno, ¡va! —. El cronómetro se había puesto en marcha. Corríamos. Tomé la posta y me coloqué delante. Los primeros doscientos metros se sintieron cómodos, nos acompañaban las buenas sensaciones y, a una distancia cercana, podía escuchar a mis compañeros. Avanzábamos juntos.
Unas cuadras luego, en la altura de quinientos metros, la velocidad se mantenía constante y todos seguíamos prendidos en la pasada. Un amigo me preguntó si estábamos bien de tiempo. Espié al reloj y noté un parcial óptimo. Capturé la atención de mi amigo con un gesto: pulgar hacia arriba, informando buenas noticias.
Entonces no nos miramos ni hablamos más; dedicándonos a correr. En los ochocientos metros, a capella del cansancio, el muchacho sprintó. Con un tiempo soberbio y sensaciones excelentes; el plan no falló.
Contento, los mil metros se cumplieron de buena manera.

Verano a las corridasWhere stories live. Discover now