1 | Llegada

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Cayden

Supe que las cosas no irían bien en el mismo momento en el que entré tras despedirme de Hester, cerré la puerta y escuché el llanto amargo de Elena en la cocina.

La impotencia se filtró en vena por mi torrente sanguíneo y tuve que apretar los puños y cerrar los ojos por unos segundos para calmar mi ansiedad. Ver a Hester irse en ese coche con el hijo de la gran puta de su padre era algo que me perseguiría en sueños, lo sabía.

Impotente por no poder hacer nada, por no poder tirarme encima de David y partirle la nariz como era debido. ¿Porque ese gilipollas no estaba en la cárcel por lo que le había hecho a Hester?

Escuché como papá intentaba calmar a Elena pero sus lamentos siguieron colándose por mis oídos hasta el punto que quise golpear algo. Sabía que era egoísta pero hubiese dado cualquier cosa para que esa mujer cerrase el pico y no siguiese recordándome que acababa de perder a Hester.

Adler vino corriendo hacia mi y me miró con el ceño completamente fruncido. Tenía la respiración alterada.

-A mamá le pasa algo.-me dijo. Como de costumbre, el sobre nombre que le había dado a Elena hizo estragos en mi. Mi mente me recordó una vez más que mi madre, a pesar de todo, jamás sería la madre de mi hermano. Que los brazos que a mi me consolaron un día jamás serían los mismos que consolarían a Adler.

Casi quise pagar mi frustración con Adler pero me contuve. El pobre debía de estar pasándolo mal con todo esto, al igual que yo.

-Se han llevado a su hija.-le respondí sin más dándole la mano para que me acompañase escaleras arriba. Mejor no bajar por un buen rato.

-¿Porqué? ¿Porqué el papá de Hester ha tenido que llevársela? Ella estaba contenta aquí, ¿Verdad?-me preguntó. Abrí la puerta de mi habitación y dejé que él entrase primero.

-No lo sé, Adler. El padre de Hester es una mala persona.-Adler se quitó los zapatos (como le tenía dicho) antes de subir a mi cama.

-Hester es feliz aquí, si.-contesté a su pregunta. O al menos ahora lo era, quizás no en un principio. Y solo quizás fue por mi culpa.

-Ha sido la hermana que menos me ha durado en toda la vida.-respondió. Solté una risotada. Y es que a veces Adler podía llegar a decir algunas cosas...

-Sigue siendo tu hermana aunque no viva aquí.-le recordé sentándome a su lado. Él se dejó cae sobre el colchón, con las piernas colgando por el extremo.

-Esperemos que Hester no se olvide de nosotros. Quizás prefiera a su nueva familia.-resopló. Sabía que era un niño y sabía que no podía hacerle caso pero sus palabras me molestaron porque en el fondo, tenía el mismo miedo. ¿Y si acababa gustándole más su nueva vida? Yo no tendría lugar allí.

-No digas chorradas.-le contesté con sequedad. El no respondió, solo se mantuvo mirando el techo.

Finalmente acabé tomando la misma posición que Adler, con la espalda contra el colchón, pensando en Hester, en la caracola de oro que llevaba al cuello y en lo incómoda que debía de estar sintiéndose por la proximidad de su padre después de todo lo que había sucedido.

Intenté mirar el lado positivo a todo aquello, pero no existía. Si, quizás Hester pasaría más tiempo con su hermana pero, que le diesen a su hermana. La necesitaba aquí, conmigo, calmando mis pesadillas, acariciándome la espalda en mitad de la noche.

¿Como dormiría a partir de entonces sin tenerla a mi lado? Me había acostumbrado a su calor, a su olor impregnando mi cama, a dormir con la mitad de espacio, a compartir mis sábanas e incluso el vaso de agua que solía dejar sobre mi mesita de noche antes de acostarme.

Siempre de noche.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora