Hester:
Me desperté a las siete de la mañana, con los susurros de Mamá y Josh provenientes del salón. Solían despertarse los domingos temprano para ir a dar un paseo, aprovechando el frescor de la mañana. Sabía que estaban haciendo café, podía olerlo incluso desde mi habitación. Nada podría frenarme de oler un buen café, ni siquiera la distancia.
Me quedé enterrada entre mis sabanas, aturrullada, mirando la pared, disfrutando del calor que se escondía bajo las sabanas de mi cama y me abrazaba el cuerpo. Cerré los ojos, sintiéndome cómoda, sintiéndome en casa. Allí, a diferencia de en casa de Papá, podía permitirme quedarme en la cama un ratito más después de levantarme, sintiéndome protegida, sintiéndome en casa.
Pero entonces recordé algo: ayer me quedé dormida leyendo. Abrí los ojos de par en par y empecé a deslizar las manos por encima del colchón, en su busca, temiendo encontrarlo hecho un gurruño. Entonces lo vi encima de mi mesita de noche y me sentí más tranquila. Me quedé mirándolo por unos segundos, intentando saber como había llegado hasta allí.
Me incorporé levemente, apoyando la espalda contra la cabecera de mi cama y tirando de las sabanas conmigo para que me siguiese cubriendo el cuerpo, con frío. Vi mi bolso y mi chaqueta colgada del perchero que estaba junto a mi armario. Había sido Cayden quien había retirado el libro de mi cama, librándolo de una muerte segura. Tampoco me pasó por alto que había echado las cortinas.
Cayden... ¿Cómo le iría ayer con Adele? Quería esperarle despierta a que llegase para preguntarle como estaba, imaginaba que remover el pasado le habría producido dolor de cabeza. Suspiré recordando nuestra conversación de la noche anterior, todo lo que me había contado y eso de lo que me había enterado: Cayden y Adele se habían acostado.
Ayer al llegar a casa lloré y lloré. Simplemente necesitaba descargar emociones y lloré. Tras entrar en casa y dar un corto saludo subí a mi habitación sin pensarlo dos veces. Mamá subió rato después, imaginando que Cayden y yo habíamos discutido, para preguntarme como estaba y si necesitaba hablar. Le dije que Cayden y yo habíamos tenido una pequeña discusión y que necesitaba un ratito a solas. Ella lo entendió y me dejó tranquila.
A decir verdad me sentía mucho mejor, el sueño sana, eso es una gran verdad. Aunque me sentía resentida, resentida con Cayden por no haberme contado todo aquello antes. Creo que, como bien dijo Adele ayer, tenía derecho a saberlo. Aunque quería sentirme enfadada con Adele por no contármelo ella misma no podía. Sabía que la culpa la tenía Cayden al negarse en redondo a hablar del tema.
Estiré mi brazo, abrí el cajón de la mesita de noche y saqué de dentro mi móvil. Cuando vi que tenía un mensaje de Cayden no pude más que sentirme sorprendida. ¿Qué sería? Entré a verlo:
Quizás sí, quizás seamos fuego y gasolina. ¿Pero quién nos ha hecho creer que una explosión sea mala?
Leí la frase por un par de veces. Una sonrisa débil me acarició las mejillas. Quizás si fuésemos una explosión, o al menos habíamos nacido siendo una explosión, una muy grande. Sí, si algo podía decir a boca llena es que éramos una explosión, una increíble explosión.
Me puse de pie y dejando mi teléfono móvil sobre mi cama, me escabullí sin hacer ruido hasta la habitación de Cayden. Cuando encontré el libro que le había regalado para navidades sobre la cómoda sentí como todo me daba vueltas, pero vueltas de las buenas. Había estado leyendo mi libro.
Sin pensarlo dos veces me acerqué hasta la cama y me metí dentro, apretándome contra Cayden. Le retiré el pelo de la frente con la mano y acerqué mi boca hasta la suya, acariciándosela. Cayden se removió y su mano se aferró a mi espalda, como si temiese que me volatilizase en cualquier instante.

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Siempre de noche.
Novela JuvenilCayden y Hester estan distanciados por muchos kilometros. ¿Pero habrá algo que realmente los pueda separar? 2ª parte de La noche que coincidimos.