Hester
Corrí escaleras abajo, intentando no tropezar, deseando que mis lagrimas se convirtieran en alas y me sacaran de aquella casa volando. Pero haber salido volando en aquellos momentos en los que mis sentimientos parecían haberse transformado en piedra y me hacían sentir el corazón pesado hubiese sido difícil. Sentía como miles de lágrimas se acumulaban tras mis ojos, como mi imagen de Cayden se desboronaba ante mis pies.
Me sentía tan enredada por mis pensamientos que ni siquiera escuché la voz de Cayden gritando mi nombre, siguiéndome. Me llevé la mano al cuello sin aminorar mi macha y apreté entre mi pulgar y el índice la caracola de oro hasta que las perlas doradas se clavaron en las yemas de mis dedos.
Los chicos levantaron la cabeza, sorprendidos, al ver el drama. Me peleé momentáneamente con la puerta hasta que conseguí abrirla, sintiendo como Cayden me pisaba los talones. Antes de salir a fuera escuche a Alex decir:
-Cayden la ha cagadooo -canturreó arrastrando las palabras. ¿Sabía él lo que Cayden había hecho? ¿Sabían los chicos algo de todo aquello? Por un momento me sentí paranoica. Me faltaba la respiración. Solté un sollozo desesperado mirando al cielo y apreté la caracola entre mis dedos lo más fuerte que pude hasta que el dolor me hizo volver a la realidad.
Cayden salió, cerrando la puerta acto seguido con un portazo y mirándome a los ojos. Parecía faltarle la vida. Se acercó a mi y yo le miré completamente rota. Era irónico como mi cuerpo quería abandonarse a sus caricias, como mi ser me pedía que apoyase mi mejilla contra su pecho y me dejase consolar por él, lo cual no dejaba de ser ridículo teniendo en cuenta que era el quien me estaba infringiendo todo aquel daño.
-¿Por qué has hecho eso? -tartamudeé entre lágrimas, mirándole a los ojos, esos que sentía tan míos pero que quizás solo eran una falsa.
-Hester, lo has entendido mal. Cálmate, ¿Vale? -murmuró pasándose las manos por el pelo. me sentía tan asustada, tan perdida-. Estás temblando -dijo intentando acercarse a mi, pero yo volví a retroceder.
Lo cierto es que su estado no distaba mucho del mío, sus brazos temblaban con aparente nerviosismo tanto como los míos.
-Adele y yo nos acostamos cuando teníamos quince años. ¿Cómo puedes pensar que te engañaría? -murmuró con dolor.
Me quedé paralizada al oír sus palabras y sentí que pude volver a respirar. Jugueteé con la cadena del collar con nerviosismo. Miré a Cayden sintiendo como las emociones me hacían colapsar y mis ojos volvieron a llenarse de lágrimas.
-Yo... Adele dijo que os habíais acostado y yo creí que... -dije entre sollozos. Cayden se pasó la mano por el pelo, parecía atormentado.
-Me duele que hayas podido pensar eso... -dijo aparentemente furioso. Mi rostro se contrajo de dolor- Te estoy dando todo lo que soy, Hester, cada puta parte de mi. ¡Y todo para que tú pienses que voy a follarme a otra en cuanto te distraigas! No sé, quizá nunca podamos llegar a estar juntos, quizá seamos como... ¡Yo que hostia sé! ¡Como fuego y gasolina! -gruñó.
Todo me daba vueltas. TODO.
¿Qué estaba pasando? Hace un rato Cayden y yo nos estábamos haciendo arrumacos en el sofá. ¿Cómo se había desatado toda aquella explosión? Quería que Cayden me abrazase, que me dijese que todo iba a estar bien. ¿Por qué me había dicho todo aquello? Hacía tanto tiempo que no veía a ese Cayden que escupía fuego por la boca en forma de palabras hirientes que hacerlo me hizo retroceder varios meses, cuando aun no sabíamos comunicarnos.
Como fuego y gasolina. ¿De verdad eramos Cayden y yo como fuego y gasolina? ¿De verdad era eso lo que él pensaba de nosotros, de lo nuestro?
Le miré y tartamudeé, sintiéndome completamente fuera de juego. Las lágrimas se deslizaron saladas por mis mejillas, quemándome la piel a su paso. Cayden gruñó.

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Siempre de noche.
Teen FictionCayden y Hester estan distanciados por muchos kilometros. ¿Pero habrá algo que realmente los pueda separar? 2ª parte de La noche que coincidimos.