Su respiración está agitada.
“Lo haré. Es… lo correcto, lo que quiero.”
Luces navideñas, pequeñas guirnaldas decorando las esquinas.
Nunca el titilar de la serie de luces en el árbol había absorbido la atención de Rapha como esa mañana.
Rojo verde, amarillo, azul naranja, naranja verde, amarillo azul y rojo, verde.
¿Quedarme o irme, decirlo o hacerlo, lo haré no me atrevo…?
de hecho tengo miedo.
Se encoge contra el respaldo del sillón y estrecha aún más sus brazos contra su torso. El acompasamiento de sus emociones al cambiar de las luces en la suave tonada que emana el chip musical es lo último que necesita y sin embargo acaba de ocurrir.
Se muerde el labio, más agobiado de lo que puede admitir.
Rompe el abrazo en que se tiene metido y observa sus manos: sus dedos tiemblan y las palmas están frías; a su costado, la esfera reposa aún dentro de su pañuelo.
—Lo siento pero yo…
—¡Rapha! —grita la voz apresurada de Mikey, y con la misma prisa que tiñe la voz del menor su cuerpo salta del sillón y sella sus labios—, ¿trajiste la salsa de arándanos que te pedí?
Mecánicamente, su mano sujeta la lata a su otro costado y la pone en alto, apretándola tanto que la etiqueta rechina contra el metal.
—¡Bien, porque la necesito ahora! ¡También a ti, ven a echarnos una mano!
—¡…Voy! —grita con una voz que tiembla en los bordes tanto o más que sus piernas.
Camina a la cocina y tras la cómplice sombra de la cortina roja que oculta su rostro se da unos segundos antes de entrar a escena.
“Es tu última Navidad con ellos, hazlo bien” Un nauseabundo vuelco golpea sus entrañas al escuchar las voces de sus hermanos y mejor entra, antes de arrepentirse y dejar la lata sobre la mesa y correr al exterior.
O dejar la esfera abandonada en el sillón por siempre.
—¿Y, qué quieres Mikey?
El menor voltea a verlo un segundo antes de regresar su atención a la olla que revuelve con apremio; repasa con la vista la mesa y con ella le señala un bowl con carne roja dentro.
—Ponla a marinar mientras Leo termina de picar las verduras.
—Sí, cómo sea —Toma leche, cebolla y algunas especias del estante antes de regresar a la mesa—, hazme espacio Leo, Gordon Ramsey necesita apoyo.
—Espera —dice con lentitud, pero claramente emocionado—, cortar cosas muy pequeñas alternando el filo o el centro de la hoja de mi katana es mejor entrenamiento del que pude pensar, creo lo haré más seguido.
—Claro… pero igual hazme espacio —Aparta un poco la tabla de picar que usa Leo y coloca sus utensilios en la pequeña esquina libre de la mesa; a los pocos segundos, un suave gruñido capta su atención: Leo le mira con fastidio mientras una nubecilla negra de estática vibra sobre su cabeza.
Su mirada temblorosa cae de nuevo en sus utensilios.
“Hazlo bien.”
Respira hondo y sonríe, empujando sus cosas aún más a la orilla.
—¿Ah sí? ¿Y por qué dices que es buen entrenamiento? ¿Has despedazado sólo cosas grandes últimamente?

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Esta noche
FanfictionRaphael le cuenta a Slash sobre su origen, después una petición imposible puede que de origen a un nuevo futuro juntos, o no.