Viernes en la noche, la música corría fuertemente por los alrededores, todo parecía ser perfecto en aquel animado lugar donde solo se olía ambiente a felicidad, risas, y lo más coherente que puede haber en un lugar como ese: cigarros y alcohol. Damon Albarn, atormentado por la confusión y el rechazo de aquel chico de mirada dulce que había cautivado su corazón de todas las maneras posibles, no supo qué hacer ni decir para remediar el incómodo silencio. Miles de pensamientos y divagaciones pasaron por su mente en aquel horrible momento.
-¿Q-qué dijiste? -atinó a decir el rubio, quien apenas podía hablar, su voz era entrecortada, su respiración agitada y pausada. Como si estuviese apunto de romperse a llorar.
-Lo que acabas de escuchar -espetó Liam en un débil susurro-. Hice muchas cosas con tal de sobresalir por mi mismo para llegar a esta ciudad... -divagaba intentando sonar convincente- y no voy a permitir que un simple extraño como tú arruine mi trabajo, no esta noche.
Damon estaba completamente confundido, creía que cada palabra salida de los labios de Liam no eran más que una simple mentira. Pues por un momento había pasado por su mente que aquel chico de ojos lindos, se había bebido unas cuantas copas de más, viéndolo de cerca, cualquiera hubiese pensado lo mismo.
-Pero Liam... ¿de qué rayos estás hablando? -dijo.
Sin previo aviso el chico salió de su puesto de su trabajo y lo llevó hasta a un lugar lo suficientemente alejado de la multitud. Lo tomó por el cuello de su camisa y con una actitud desafiante dijo:
-¡Escúchame bien, idiota! Recuerdo perfectamente todo, recuerdo perfectamente todo lo que hiciste anoche -espetó con enojo-. No creas que no me di cuenta de que me drogaste desde un principio, algo le pusiste a mi bebida -lo apuntó con el dedo índice- ¿Acaso creíste que no me iba a dar cuenta? ¿Y que por eso iba a caer rendido a tus pies? Que ingenuo eres.
Eso dolía, realmente dolía. El castaño no tenía ningún pelo de tonto, y había caído como ningún otro. Cada palabra salida por los labios del ojiazul era más confuso para Damon, como un niño que no sabe lo que está diciendo.
-No entiendo... -fue lo único que dijo- recuerdas todo lo que pasó entre nosotros, pero hace un rato me estabas haciendo creer que no, entonces eso quiere decir que... -hizo una pausa, pudo sentir la ira de Liam, pudo verlo en sus ojos-. ¡Me mentiste! ¿Por qué? ¿Por qué lo hiciste, Liam?
Hubo un pequeño silencio, un pequeño e incómodo silencio, donde solo se escuchaba el agradable sonido de The Passenger de Iggy Pop y las carcajadas de la gente.
-Porque sabes que entre nosotros nunca podrá pasar nada -dijo el menor con frialdad.
Damon se esperaba otra respuesta, para Liam había sido algo pasajero, pero para él había sido algo completamente real.
-Pero yo pensé que nosotros...
-Pensaste mal -se apresuró a decir Liam, con el corazón completamente apretado.
Sabía lo que estaba haciendo, él deseaba no seguir lastimando al rubio. Un chico lleno de carisma y alegría, un chico completamente diferente a él, un chico que no merecía sus tratos.
Un chico que no merecía su amor.
Pero todo pasó tan rápido que de repente él se vio contra la pared, con la atenta mirada del rubio puesta en él, sus ojos más azules que de costumbre, algo muy bello que, de seguro quedaría perfecto con la luz de la luna.
-Liam, escúchame, te pido que me escuches bien -susurró, su voz era ronca y agradable, como la de un chico que ansía con locura depositar sus labios contra los de un completo extraño, aunque en efecto los dos lo eran-. Te amé desde que entré y te vi en ese restaurante, apenas volteaste lo hice, supe que tu serías la persona indicada para mí. La persona con la que quiero estar el resto de mi vida -dejó escapar un débil suspiro de desahogo, como si lo hubiese estado guardando por una eternidad-. El azul de tus ojos resaltaban con el color de tu camisa, escucharte hablar por primera vez fue como haber escuchado un ángel hablarme al oído... si pudiera expresar con facilidad todo lo que siento por ti en ese momento lo haría. Créeme que lo haría, pero el nerviosismo no me lo permite. Si tan solo pudiera...
Era casi imposible soltarse de su agarre, Liam intentaba hacer todo lo posible, más era imposible, a pesar de las apariencias el rubio era muy fuerte, tanto como para oponer más agilidad y fuerza en su agarre. Liam sintió ganas de golpearlo en el rostro o en cualquier lugar con tal de librarse del agarre. Se sentía humillado, humillado por un amor no correspondido, humillado porque no le salían las palabras, egoísta por su falta de apatía y consideración con Damon Albarn.
Él no era una persona débil, odiaba sentirse de esa forma.
-Si tan solo me dejaras sentir tus labios aunque sea por una última vez... -añadió finalmente dejándolo libre, y con algo de torpeza introdujo su lengua en la boca de Liam.
Este sin nada qué hacer ni decir accedió sin más resistencia porque en verdad quiso hacerlo, a pesar de todo sintió que debía hacerlo, sintió que debía sentir los labios de ese chico a pesar de todo. Se sentía tan bien, su larga lengua recorría con facilidad dentro de su boca que, por poco un bulto estaba por asomarse por abajo. El beso sin duda era el mejor beso comparado al de la primera vez, ambos estaban lo suficientemente sobrios como para sentir algo completamente diferente como a la primera vez. Era algo como algo nuevo, algo completamente hermoso y real.
-Te amo... -dijo el rubio entre jadeos-... no sé como no puedes sentir lo mismo que yo, debes tener un corazón de piedra como para no hacerlo.
Finalmente Liam lo alejó con brusquedad, Damon lo observó confundido, no habían terminado el beso, pero se había sentido como en la verdadera gloria. Sus labios lo eran.
-Esta bien, lo acepto -susurró el menor, serio como de costumbre, parecía como si lo recién ocurrido no le había afectado en lo absoluto. Damon sabía que sí- pero ya basta, tengo que volver al trabajo, no puedes...
-Liam... -titubeo Damon tomando una de sus manos-. ¿Esto quiere decir que sí?
-Albarn, yo...
-Disculpen pero, ¿Interrumpo algo? -dijo una voz femenina, Damon volteó y era el atento perfil de Justine, quien junto a dos jóvenes a su lado permanecían boquiabiertos.
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-Hey Just, ¿cómo andas? -espetó un chico de tes muy blanca, alto y de cabello castaño que por la luz se veía casi negro. Tenían cinco minutos de descanso, por lo cual no podían tardar mucho tiempo adentro.
-Normal, tuve un día muy agitado -contestó la chica mientras encendió un cigarrillo.
-Mmh, aquello me huele a otra cosa -bromeó el chico con una sonrisa pícara, la joven lo ignoró- pensaba en invitarte un trago pero recordé que estamos en horario laboral, y sin olvidar que yo no te atraigo ni un poco...
-Exacto, y ya se nos acabó nuestro tiempo -se apresuró en decir Justine mientras apagó el cigarro en un cenicero.
-¿Por qué me evitas, Justine Frischmann?
-Ya te he dicho que no me gustan los chicos como tú, Alex James -dijo con desinterés.
-Hey, no te metas con mi queso, ¿de acuerdo?
-De acuerdo.
El chico asintió en un puchero y juntos se dirigieron hasta la barra de tragos -su lugar de trabajo- donde dentro les esperaba otro colega.
-Hey, ¿y tú? andabas desaparecido -mencionó el chico a su compañero de tes blanca como la leche, quien concentrado ordenaba un par de copas.
-Alex, mira esto -mumuró Justine al ver a lo lejos apoyados en una pared, el sonriente perfil de Damon, quien acompañado de un chico de cabello castaño, sostenía una de sus manos, alegre.
-El de las cejas me parece haberlo visto antes -señaló Alex asomándose a su lado.
-Claro, es el nuevo que acaba de contratar Leo -notificó la pelinegra y en un movimiento inesperado se dirigió hasta la pareja, le siguió Alex, y por último Graham.
Al acercarse pudieron ver como el par de sujetos conversaban y Damon no dejaba de sujetar una de las manos del chico de cabello castaño.
-Disculpen pero, ¿Interrumpo algo? -exclamó Justine captando la atención de la pareja.
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Cigarettes and Alcohol (Diam)
FanfictionAcéptalo Damon, una simple copa no te hará nada malo... *Suena de fondo The Hand That Rocks the Cradle de The Smiths*