Our frank

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Damon no supo qué hacer al respecto, ahí completamente rechazado y abandonado en un sucio baño de su bar favorito. Liam lo había rechazado y él solo quería divertirse un rato, él solo quería tener una mágica noche de sexo con la persona que había arrebatado su corazón. Él solo quería sentir a aquel hermoso niño de ojos azules rozando su cuerpo, o él el suyo. Él solo quería sentirse amado por una maldita vez en la noche.

Quería ser adorado.

Pero nada le había resultado, de cierta forma se sentía arrepentido de haberlo emborrachado, pero si no hubiera sido así nada de lo que estaba contando hubiese pasado. Ya había cumplido con una parte de su plan, ahora solo faltaba la última. Después de lo sucedido Liam no querría verlo ni en sus sueños, ya no habían más opciones. Pero había tenido la mejor noche de su vida y no había otra cosa que lo hiciese sentir feliz.

Acomplejado de sus lamentos y cosas que le resultaban mal comenzó a deshacerse de sus problemas y lamentos de la única manera que puede existir para un hombre: masturbándose.

Lanzarse de una ventana no hubiera servido mucho que digamos.

-Mamá tenía razón, ¡enamorarse solo acarrea problemas! -susurraba en medio del acto- pero estoy enamorado de Liam, y no puedo evitarlo, lo hice desde el primer momento en el que lo vi -soltaba quejidos-... Dios, ¿por qué existen chicos tan así?

Estuvo unos quince minutos así hasta cuando escuchó la puerta del baño abrirse.

¡Es Liam, ha vuelto! Pensó.

-¿Damon? -escuchó una voz femenina que lo hizo salir de sus pensamientos-. ¿Estas ahí?

Con una velocidad sorprendente se subió rápidamente los pantalones, y salió del cubículo fingiendo que había estado vomitando.

-Por Dios Albarn, ebrio otra vez... -musitó la joven con una sonrisa-. Vámonos ya, Leo está apunto de cerrar, y no te gustaría quedarnos los dos solos aquí ¿verdad?

Damon ignoró aquello ya que esa chica nunca podría sentir nada cercano hacia él más que cariño, puesto que los chicos no eran exactamente lo suyo. No tardaron mucho en llegar al departamento, pues quedaba a unas cinco cuadras del lugar donde trabajaba su mejor amiga hace ya dos años.

-Just... -susurró Damon mientras abría el cerrojo de la puerta-. ¿Me ayudarías en... algo?

La chica asintió sabiendo a lo que se refería. Minutos después ambos se encontraban en el acto, pero para Damon no era lo mismo que hacerlo con un hombre. Se sentía tan mal que, en ese momento estaba imaginando que la persona con la que estaba intimidando no era otra persona más que Liam, aquel chico del bar. Pero todo fue tan rápido que de la nada se vio en la orilla de la cama con una Justine con el rostro molesto.

-¡¿Qué te sucede?! ¡Casi me votas! -exclamó igual de molesto.

-Me lastimas, y ya no quiero seguir haciéndolo, prefiero el de una mujer -dijo mientras se cubría con una camisa poniéndose de pie.

-¿Entonces para qué aceptaste?

-Solo para complacerte, no soy de tus estúpidos sumisos con los que te gusta estar. De qué hablar del chico del baño... -dijo mientras se dirigía a la puerta-. ¿O qué? ¿acaso creíste que no me iba a dar cuenta?

Damon abrió los ojos sorprendido, parecía celosa ¿Por qué habría de estarlo? Ellos no tenían absolutamente nada, seguramente estaba igual de borracho que él. Claramente sus sospechas fueron acertadas cuando la vio consumiendo un extraño polvo blanco en la cocina americana.

-Lo sabía, nunca dejarás de ser una maldita adicta -dijo mientras se acercó a ella.

-Igual que tú.

-¿Enserio podrás ir a trabajar al bar en ese estado?

La chica no dijo nada, mientras Damon regresó a la cama hasta cuando se hizo el amanecer.

Liam se dirigió a su empleo tarde como siempre, soportando los regaños de parte su jefe, y de algunos otros empleados del personal, ociosos de aprovecharse de la situación. Pero él ya estaba hartísimo de todo eso, por lo cual había tomado una drástica decisión que haría cambiar parte de su vida: cambiarse de empleo.

No era la gran cosa, pero si de dinero se trataba debía hacer lo posible para sostenerse a sí mismo con lo que le faltase. Sin siquiera avisarle a su jefe, decidió abandonar el lugar donde llevaba trabajando hace una semana, sin siquiera dejar una carta al tanto, con el orgullo siempre por delante. Tal vez el otro empleo sería mucho mejor que el anterior, eso lo esperaba con ansias.

Sin embargo, aún así le era difícil recordar lo que había pasado la noche anterior. Creía que no era más que parte de un lúcido y fantasioso sueño. Lo único que podía recordar era que había intercambiado unas cuantas palabras con un tal Damon Albarn, un apuesto chico que se había presentado frente a él como un cliente cualquiera. Luego este mismo le había invitado a tomar un trago a un bar cercano.

Más tarde él se veía encerrado en un baño y en un sucio cubículo junto al chico de ojos color esmeralda. Claramente él nunca sería capaz de besar a otra persona de su mismo sexo. Nunca en la vida. Probablemente ese chico lo había drogado y le había hecho creer cosas que no eran ciertas. Sí, eso debía ser, nada más que una horrible pesadilla de la cual deseaba despertar.

10:00 p.m. Damon junto a Justine, su mejor amiga, se dirigieron al bar en busca de otra alocada noche de sexo, drogas, y alcohol. Claramente esto era algo común y recurrente en el diccionario de Damon Albarn.

El guardia de siempre los dejó entrar, Justine estaba por dirigirse a su puesto de trabajo cuando Damon la detuvo de un brazo.

-Just, espera -dijo- lamento lo de anoche, mi intención no era lastimarte ni menos hacerte sentir mal. Yo solo quería...

-Divertirte, lo sé -complementó la chica con una sonrisa, a veces solía ser lo bastante bipolar y odiosa-. Quédate tranquilo, tu eres mi amigo y siempre estaré ahí para lo que necesites.

-Pero Justine, ¿acaso no estás molestas por lo de...?

Damon no terminó de hablar ya que la chica se dirigió a su puesto de trabajo dejandolo con la palabra en la boca.

Pasados unos minutos sin encontrar la manera de entretenerse con algo, o buscar algo de conversa con alguien, se dirigió hacia la barra, donde esta vez no fue Justine quien lo atendió.

-Un vaso de vodka, por favor -pidió a la persona que se encontraba de espaldas.

Este volteó lentamente y puso una copa de vidrio en el mesón, junto a una botella con un liquido transparente.

Damon abrió los ojos con devoción y sorpresa al ver de quién se trataba. Una tonta y dulce sonrisa apareció en su rostro. Era el chico de sus sueños, el chico del cual se había enamorado perdidamente.

Liam Gallagher.

-¡Liam, eres tú! -dijo con una felicidad que no pudo ocultar, el menor ignoró su comentario con un rostro muy serio como de costumbre.

-Buenas noches, aquí tienes tu vaso -dijo mientras vertía el alcohol en la copa.

-Liam, ¿acaso no me reconoces? -insistía el alegre perfil de Albarn-. ¿No te acuerdas de mí? Soy yo, Damon Albarn, nos conocimos anoche.

-Disculpa, pero no te conozco -interrumpió el chico, quebrando el corazón del rubio en múltiples pedacitos-. Créeme que es mi primer día en este lugar, y nunca te he visto a ti ni a nadie de este lugar en mi vida.

Cigarettes and Alcohol (Diam)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora