Capítulo 4.

116 10 2
                                    

Niall 





  Mi madre tarareaba una canción que por el momento no podía reconocer, moviendo sus caderas de un lado a otro al ritmo de la música que salía de sus audífonos mientras que revolvía los huevos en el sartén, sin darse cuenta de que sus dos hijos la observábamos formando aquel improvisado show, lo suficientemente concentrada como para siquiera prestarnos atención. Fue cuando empezó a girar con un plato en la mano que nos descubrió allí.




 -¡Santa mierda! ¿Qué hacen ustedes dos ahí parados? ¡Casi me matan de un susto! –Dos golpes fuertes con el cucharón preferido de mi mamá para cada uno y ya nos encontrábamos ambos con las manos en nuestras frentes, gimiendo de dolor mientras que la mujer que nos trajo al mundo seguía bailando sin la mayor vergüenza frente a nosotros.




 -¿Por qué siempre eres tan salvaje, mujer? –Le pregunté mientras que reía entre dientes, recibiendo un manotazo en la mano en cuanto pensé que podría tener la oportunidad de robar un trozo de tocino. Gemí de dolor y fulminé a mi progenitora, ganándome una mirada de advertencia antes de poder mencionar cualquier cosa, consiguiendo la risa estruendosa de mi hermano. Me estremecí.




 -¿Me he equivocado y miré mal el calendario? Porque hoy es sábado, y se supone que los jovenes como ustedes se levantan tarde el fin de semana. ¿Qué hacen ustedes dos jodiéndome la vida tan temprano? –Mi madre pareció frustrada, y sin más opción que prestarnos siquiera un poco de atención, le puso pausa a su preciada música, cruzándose de brazos frente a nosotros y claro, un arma letal a su lado; ese cucharón.




 -Vaya deseos de vernos te cargas, mamá –Fruncí el ceño e ignoré la conversación, pasando por su lado y abriendo la nevera, buscando algo que pudiese refrescar mi seca garganta, ya que el día pintaba a caluroso y yo desde ya quería prevenir.




 -Queríamos ayudarte, mamá, ¿tan mal estuvo que lo hiciéramos? –Harry era todo un cínico al hacer un puchero y hablar de aquella manera, ablandando, por supuesto, el corazón de mi madre, quien dejó de matarnos con la mirada y acarició los rizos de mi hermano. Bufé.


 -Ja, habla por ti, mocoso, yo no vine a ayudar a nadie –Al final me decidí por un jugo de naranja que había en un vaso de vidrio, y sin importar de quien fuese, lo saqué para beberlo. Mi madre se lamentó como todos los días lo holgazán que podía llegar a ser y luego continuó elogiando al imbécil que tengo por hermano, mencionando que debería aprender de su ejemplo y ayudarle.


 Parecía que a mi madre se le había olvidado que había sido yo el encargado de asear, cocinar y al mismo tiempo encargarme de su salud durante cinco años seguidos debido a una etapa de depresión en la que se sumió por la partida de mi hermano, dejándome toda la responsabilidad a mí cuando apenas era un crío que empezaba a crecer, y además estudiaba. Fueron sin duda los peores años de mi vida pero parece que a mi madre poco le importó o quizás ni siquiera lo consideró, ya que se empeña en dejarme como un bueno para nada.




 -Siempre tienes un humor de mierda por las mañanas, pero hoy sin duda eres todo un cascarrabias, Niall –Rodeé los ojos ante el tono burlón de mi madre y casi sentí una vena saltarme en la frente cuando escuché la risa de mi hermano, otra vez burlándose de mí. Supe entonces que ya era suficiente de bromas estúpidas para mí en aquel día, y es que últimamente con dos personalidades tan parecidas como la de mi madre y Harry en casa, me era costoso mantener la paciencia.




 -Si tanto te molesta que tenga mal humor simplemente pasa de mí y déjame en paz, madre –Espeté, quizás, con más enojo del que pretendía, escuchando el suspiro indignado por parte de mi madre y su mirada acusadora acuchillándome, sabiendo que nunca antes le había hablado tan duro y que aquello tal vez sería una sorpresa para ella. Me encogí de hombros incluso si sabía en lo que me metía y me dispuse a salir de la cocina, agobiándome con la presencia de mi hermano, quien nuevamente me acosaba con sus ojos.

Prohibido Amarte -Narry Storan.Where stories live. Discover now