Ep. 4

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Trabajar para el señor Traynor no era nada sencillo, si no fuera por esa enorme paciencia que había aprendido a tener cuando trabajaba en la cafetería seguramente ahorita ya hubiera tirado los teléfonos por la ventana. Las cosas no habían sido fáciles esos primeros días, sobretodo porque parecía no agradarle mucho a William (lo cual sabía era por aquella pequeña discusión por el taxi hace ya semanas) pero no podía negar que era un tipo bastante profesional como para decir algo.

Cuando me vio hace unos días en el suelo de su oficina ni siquiera podíamos creerlo, recuerdo perfectamente que casi me saca creyendo que me había colado sin autorización. Aún no tenía mi uniforme pues tenían que hacerle algunos arreglos, así que solamente llevaba un atuendo lo bastante elegante pero no algo que indicara que trabajaba allí.

Le pido por favor salga de aquí, no me obligue a llamar a la policía.

¡¿Qué?! — Exclamé poniéndome rápidamente en pie con los pocos papeles que había alcanzado a recoger. — Ni siquiera estoy haciendo algo.

Entonces me puede explicar el porqué está dentro de mi oficina. — Pidió haciendo énfasis en el ''mi'' cosa que me hizo resoplar.

Es su nueva secretaria, señor Traynor. — Irrumpió Cally entrando a la oficina cosa que le agradecí mentalmente. — Vino cuando usted estaba de viaje y fue ella quien se quedó con el puesto.

El señor Traynor caminaba hacía su escritorio sin decir palabra alguna hasta que tomó asiento detrás del mismo.

Bien. — Dijo finalmente. Sus dos cejas se habían arqueado en dos perfectas curvas. — Bienvenida entonces, señorita...

Louisa... Louisa Clark. — Me presenté.

Louisa Clark. — Repitió y tal vez fue mi imaginación pero parecía haber arrastrado mi nombre en cada letra, a su vez sus ojos penetrantes y su ronco tono de voz lograron intimidarme un poco. Asentí en respuesta y me retiré.

Y ahora estaba aquí, hecha un lío en mi escritorio. Cally me ayudaba cuando tenía preguntas, sin quererlo se había convertido en una amiga para mí y la única, pues las demás secretarias parecían vivir en su mundo. Parecía que Cally y yo éramos las únicas normales entre todas esas mujeres preocupadas más por su apariencia que por sus trabajos.

Para mí, a pesar de ser un trabajo algo pesado y medio complicado no podía negar que me gustaba. Estaba tan concentrada en ordenar papeles en ese momento pues los teléfonos habían parado de sonar por un rato que el sonido de un nuevo timbrido proveniente de uno me hizo brincar en mi asiento.

— Oficina de William Traynor. ¿En qué puedo servirle?

— ¡Lou!

— Patrick... — Me sorprendía que me llamara, ni siquiera se había molestado en contactarme pero no era algo nuevo siendo que él estaba tan concentrado en sus maratones y todas esas cosas en las que yo no encajaba. — ¿Cómo conseguiste este número?

— Tu mamá me lo ha pasado. Disculpa por no llamarte antes.

— Has estado ocupado, lo sé. Lo entiendo.

— Louisa. — La voz de mi jefe me hizo levantar la mirada. — Que nadie me moleste hasta dentro de una hora, por favor.

— Claro. — Le sonreí y cerró la puerta de inmediato. Su novia estaba dentro con él, me imaginaba el porqué no quería interrupciones.

— ¿Sigues ahí? — Preguntó Patrick a través del teléfono.

— Pat, estoy en el trabajo.

— Si, sí... lo sé, solo quería decirte qué... — El sonido de unos tacones me hizo levantar nuevamente la mirada y desconcentrarme de lo que Patrick me estaba diciendo. Una mujer alta de cabello corto y rubio con un traje bastante elegante en color blanco se acercaba a la oficina de mi jefe.

— Te hablo luego, Pat. — Dije tan rápido antes de colgar y ponerme en pie para caminar hacía aquella mujer que estaba a segundos de tocar el pomo de la puerta que daba a la oficina de mi jefe.

— Disculpe, no puede pasar. El señor Traynor me pidió que nadie lo molestara. — Cuando capté su atención me observó tan detenidamente y con tanta seriedad que me hizo retroceder unos cuantos pasos. Su mirada me recordaba a la de mi jefe por alguna razón.

— No creo que esa regla aplique para su madre. — Dijo con una amable (o quizá sarcástica) sonrisa. Ahora sabía el por qué me recordaba a William.

— Oh, disculpe señora Traynor. — Respondí entre tartamudeos pues me estaba poniendo nerviosa. — Pero creo que sería conveniente esperar.

Mi respuesta pareció ofenderla o eso creí debido a como alzó sus cejas, otro gesto que me recordó a mi jefe y sin decir nada volvió a caminar hacía la oficina pues durante nuestra charla se había alejado de ella. Sabía que iba a pasar si abría esa puerta.

— Señora Traynor, repito que sería conveniente esperar. — Pedí pero ella parecía no escucharme. Yo le seguía detrás y tratando de impedirle el paso pero no fue suficiente pues acabó abriendo la puerta.

Y ahí estaba la gran razón. Mi jefe yacía de pie en medio de las piernas de su novia, estaba de espaldas así que no había notado nuestra presencia, su saco yacía en el suelo pero aún estaba vestido por fortuna de su madre y mía.

— ¡William Traynor! — El grito de su madre pareció hacernos dar un brinco del susto a los tres. Mi jefe se dio media vuelta y miró con asombro a su madre, su novia por su parte acomodaba su cabello y bajaba su falda que casi traía a mitad de la cintura.

— ¡Madre! — Mi jefe abrochaba rápidamente su camiseta y yo tuve que mirar para la pared, mirarle así me había hecho tragar en seco. — ¿Qué haces aquí?

— Sabías que venía hoy. — Respondió mientras miraba a su hijo y a su novia quien yacía avergonzada. — Alicia, por favor cúbrete bien. — Pidió pues la chica traía la blusa mal abrochada, ella al darse cuenta dio media vuelta para abrocharla correctamente. De sus blancas mejillas se observaba un ligero rubor carmín.

— Lo sé, pero no pensé que tan temprano.

— Dijiste que me tenías muy buenas noticias, así que creí mejor venir a primera hora. — La tensión parecía haberse aliviado un poco. Yo hacía aún en la puerta sin saber que decir, ni siquiera sabía por qué seguía ahí. Su madre había tomado asiento ya y yacía con sus piernas cruzadas esperando a que su hijo le diera las buenas nuevas.

— Sí. — Dijo con una enorme sonrisa que hizo marcar sus hoyuelos y después llamó a Alicia su novia para que se colocara a su lado, quien no tardó en hacerlo.

— En el crucero al que fuimos yo, bueno...

— ¡Nos vamos a casar! — Completo la frase la ahora prometida de mi jefe mostrándole un hermoso anillo de diamantes que resaltaba de su dedo anular.

Yo abrí grandes los ojos por la sorpresa y sin decir palabra preferí retirarme. 

A different wayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora