El sonido de las cuerdas de la guitarra era lo único que se podía escuchar aquella noche. Estaba concentrado, sentado en mi cama con el cuaderno en frente y la guitarra afirmada en mis piernas. Estaba cansado, y claro era, si había pasado cinco horas en la misma posición y repitiendo las mismas canciones. "No debía equivocarme, debía todo salir perfecto", me decía como un mantra, intentándome dar ánimos para continuar con la práctica.
La última semana había pasado tranquila. Las cosas parecieron ir de mal a bien, todo parecía ir a mi favor, pero el ubio, era un completo enigma aún. Aún me encontraba pensando en él cada tarde al llegar de la universidad. Luego de nuestro último (poco amistoso) encuentro, no lo volví a ver más; ni en la tardes, ni en las mañanas, ni si quiera a su madre o a su hermano. Me preguntaba qué había sucedido. Aquello era extraño, pero, pronto, intentaba apartar esos pensamientos para volver a lo que me competía. No debería preocuparme de ese tipo de cosas, me decía, pero sólo intentaba engañar a mi mente, porque no podía ignorarlo.
Aquella noche, pensé que pasaría de largo hasta las cinco de la mañana para, luego, prepararme para marcharme a clases, pero no fue así. Un ruido vino desde afuera, y me alertó poniéndome de pie para ir a investigar. Una excusa para tomarme un rato libre, dentro de notas musicales y arpegios.
No esperé encontrarme al rubio saliendo de su departamento. Su caminar era torpe y se afirmó de la barandilla dirigiéndose a las escaleras, pateando un basurero en su camino. Parecía pelear consigo mismo y balbucear algunas cosas. Me preocupé. Cinco minutos luego, me encontraba a los pies de la escalera, observando con temor de acercarme. Chan no me había visto. Tenía la cabeza entre las piernas y se la afirmaba con las manos, sentado en lo alto de los escalones. ¿Qué le sucedía?
Me dispuse a dar un paso, para ver como estaba, pero me escucho y alzó la vista rápidamente. Me lanzó una mirada dudosa. Ojos rojos y cansados, labios secos y agrietados. Estaba borracho, confirmé al ver su mirada y notar que no era la misma de siempre.
—Vete —me dijo Chan, con las palabras arrastradas— ¿Qué no te quedó claro? —alzó su voz.
Dudé en alejarme, pero el chico no estaba bien, no estaba para nada bien. Una semana oculto, me había hecho preguntarme si algo malo había sucedido. Verlo en ese estado, me decía que claramente su vida no iba bien. No podía dejarlo simplemente y marcharse. Nunca pude hacerlo...
—Déjame sólo —volvió a repetir, pero el temblor se podía oír en su voz—. Siempre estoy sólo... siempre lo estaré —agregó.
Di un paso, dispuesto a acercarme. Definitivamente no me marcharía, Chan me necesitaba.
El rubio, al ver mi intención, se puso de pie, a duras penas, e iba a impedir que me acercara, pero no me pudo empujar, porque perdió el equilibrio y fui yo quién lo tuvo que sostener del brazo, para evitar que se cayera al suelo y rodara escalera abajo. Chan miró el piso y cerró sus ojos, con fuerza, al encontrarse notoriamente mareado. No opuso resistencia cuando lo ayudé a sentarse, nuevamente, en los escalones más altos de aquella vieja escalera oxidada. No quise soltar su agarre, a pesar de que el rubio no tenía ningún peligro de caer en aquellos momentos. Chan pareció olvidar que se encontraba allí, porque miraba la nada en frente.
—Yo estoy aquí —me atreví a murmurar.
No tuvo reacción alguna, por lo que me atreví a seguir hablando. A decir todo aquello que nunca me había atrevido a decir, por no encontrar el momento adecuado. Nada me aseguraba que ese lo fuera, pero lo tenía al lado, y necesitaba él una mano que lo sostuviera en esos momentos.
—Siempre he estado aquí —añadió.
No quise mirarlo, porque había visto como se había volteado en mi dirección, y sabía que me acobardaría si observaba esos ojos cafés de tan cerca. Pero quizás debí hacerlo, porque hubiera notado la tristeza en sus ojos, y esas lágrimas que habían amenazado con salir, antes de que pronunciara sus últimas palabras. Cuando pude notarlo, no necesité ver su mirada, el sonido de sus sollozos me informó que el menor se había roto frente a mí. Un llanto que se hizo más fuerte, como un niño necesitando a su madre, luego de haberse caído mientras jugaba. Un llanto tan inocente y verdadero que me rompió el corazón.
Lo abracé de los hombros, esperando que me dejara hacerlo, y así fue. El rostro de Chan se perdió en mi pecho, amortiguando sus sollozos la vieja sudadera que usaba sólo en casa y que no me había cambiado al salir de ella.
Fue casi una hora la que permaneció entre mi brazos. Aún hipaba, levemente, cuando aparté unos cabellos de su rostro para ver si estaba bien. Entonces noté que se había dormido. Sus ojeras oscuras lo hacían ver tan cansado, que mi corazón se agitó en inquietud. Con cuidado lo levanté entre mis brazos y caminé hasta el departamento. La puerta estaba cerrada, por lo que dudé en tocar. Ya era tarde, y no quería importunar. Chan se quejó en un murmullo, y no pude evitar pensar que se veía adorable.
Luego de debatirme unos minutos sobre qué hacer, decidí tocar, y fue su hermano menor quién abrió.
—Oh, Woojin hyung —murmuró Jeongin con sorpresa.
El rostro del menor también se veía decaído. Parecía como si no hubiera dormido en días. Probablemente, tampoco estaba durmiendo en aquellos momentos.
—Chan se durmió —dije y Jeongin se movió para dejarme pasar.
—Su cuarto es el del fondo —me indicó, cuando lo miré confuso de a donde dirigirme. Afirmé con la cabeza, y Jeongin me sonrió.
Nunca había entrado a la casa de los Bang, pero siempre la imaginé como la mía. No estuve muy alejado de la realidad. La estructura era la misma, pero todo estaba del lado contrario. La habitación de Chan, era la que ocupaba su hermana menor. Y casi no habían muebles en la casa. Me pregunté si tuvieron que venderlos, o, nunca los habían tenido.
Con pasos lentos llegué hasta la puerta del cuarto del menor, ésta no tenía ningún adorno para indicar que era la suya. La abrí y dentro sólo había una pequeña cama y un escritorio con papeles encima. Me sorprendió ver un pequeño teclado, recargado contra la pared, a un lado de la mesa. Acosté a Chan en la cama, y éste se revolvió entre las sabanas, completamente dormido.
—Gracias —murmuró Jeongin a mi espalda, asustándome un poco, era sigiloso. Le sonreí.
—Está bien —respondí.
Sus ojos se veían hinchados, como si hubiera llorado. Me hubiera gustado quedarme y asegurarme que Chan durmiera bien, al igual que Jeongin, pero algo me decía que el rubio no lo querría ver la mañana siguiente, si lograba recordar lo que había ocurrido.
Esa noche fue la primera vez que lo vi llorar, y me hubiera gustado que hubiera sido la única.
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Hopeless ▶ Woochan (Stray Kids)
FanfictionWoojin escuchó las sirenas de un carro policial y las luces rojas lo alertaron. Entre las cortinas pudo verlo: Afirmado de la barandilla, cabeza baja, cabello rubio cubriendo sus ojos agotados.., desesperanzado. Sabía que nunca tendría una oportunid...