O 8

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La mañana siguiente el olor a huevos revueltos y pan tostado inundaban el ambiente. Mi estómago gruñó en cuando el sonido chispeante del desayuno sobre la sartén aumentaba.

Al voltearme Chan se hizo presente con una cara digna de cualquier película de terror. Una pestañea risa se escapó de mis labios, intentando ocultar mi preocupación, cuando un gran bostezo dejó salir de sus labios maltratados.

—¿Dormiste aquí? —preguntó con voz ronca. Recién allí pude notar las nuevas magulladuras adornando sus rostro, donde la noche anterior la oscuridad de la noche las ocultó. Marcas amoratadas sobre su mejilla, bajo su ojo izquierdo y sobre su pómulo. Diablos, esos malditos...

Al darle un pequeño sorbo a su té caliente, Chan arrugó su cara. La herida sobre su labio se abrió y los apretó con fuerza, deteniendo la sangre que comenzaba a brotar.

—Ten cuidado —murmuré con preocupación.

Él suspiró y me dio una mirada cansada.

—¿Por qué haces esto? —preguntó dando un mordisco a su pan.

Mi mano se detuvo a mitad de camino en busca de la mermelada.

"Lo hago porque me gustas y me hace daño verte en este estado"

—Porque quiero.

En resumidas cuentas, sí, esa era una buena, precisa y bastante escueta, respuesta para mi actuar.

—Pues deja de quererlo, Woojin.

Un dejo sarcástico se asomó en mis labios. Claro, era fácil decirlo. Chan no sabía entonces cuánto lo había intentando, cuántos años había fracasado una y otra vez. Tampoco sabía, o tal vez lo presentía, cuánta razón tenía en aquel entonces. Sólo debía seguir siendo el frío y misterioso Chan de siempre, debía haberme echado de su departamento, debía de haberme vuelto a ignorar... Debía de haber hecho tantas cosas, pero el destino quiso algo diferente.

—Te meterás en problemas.

Y no sabes en cuántos, Woojin.

—¿Actúas así para protegerme? —pregunté interrumpiendo su discurso de cómo me estaba metiendo en la cueva del lobo.

Tiempo más tarde me respondería, y sería ya demasiado tarde.

Chan se detuvo de masticar y me miró gravemente. No dijo nada hasta unos minutos después.

—¿No vas tarde a tus clases?

—Estoy de vacaciones

—Cierto —murmuró bajando la mirada y dando por finalizada la conversación de aquella mañana.


【...】


Caminé con la capucha de mi chaqueta ocultando mi cabello. El frío me golpeaba el rostro, pero mi mente estaba en otros pensamientos.

Unos pasos más y di vuelta en dirección a la tienda de conveniencia donde Chan trabajaba.

Era entrada la noche. El sonido lejano de los autos se sentía desvaneciéndose. El tintinear de la campanilla de la puerta resonó en mis oídos. Chan estaba cerrando, luego de apagar las luces y ordenar todo, cuando, por la otra esquina, un grupo de cinco hombres robustos se encaminaron hasta él.

Me quedé estático en medio de la calle sin saber cómo reaccionar. Presintiendo que algo malo estaba por ocurrir.

Tantas veces lo sentí, y tantas veces lo ignoré.

Chan se giró y lo vi dar un paso hacia atrás cuando los hombres se aproximaron. Algo dijeron, pero no logré escuchar, aún estaba petrificado como un idiota.

Dos de los hombres se ganaron detrás de Chan, impidiendo que escapara, otros dos estaban detrás del tipo que parecía ser el líder, como si fueran sus guardaespaldas. El líder se acercó tanto al rubio que me fue imposible ver su rostro en la oscuridad.

Cuando vi el brillo metálico en el bolsillo de su abrigo, mi estupor desapareció. No supe cómo (ni hasta el día de hoy me lo explico) llegué hasta donde estaban y me interpuse entre Chan y el líder, dándole un empujón en el pecho a éste.

¿Qué sucedió? Una golpiza que me dejó preguntándome que tanto me importaba Chan. ¿La respuesta? Podrían haberme mandado al hospital, y lo hubiera vuelto a hacer.

—Eres tan estúpido, Woojin —dijo Chan hincándose a mi lado, mientras sostenía mi estómago por las patadas que me habían dado—. No tenías que hacerlo.

Por el rabillo del ojo pude ver sus ojos escudriñarme. Parecían preocupados, y, diablos, el dolor era horrible, pero yo me sentía en el cielo al sólo pensar que Chan se preocupaba por mi.

—Estoy bien —murmuré conteniendo la respiración—. Estoy bien —aseveré intentando ponerme de pie a pesar del dolor.

Chan me sostuvo del brazo y me ayudó a pararme, pasó su brazo por sus hombros y su otra mano me sostuvo de la cintura.

—No tenías que hacerlo —volvió a repetir antes de comenzar a medio cargarme por las calles de Seúl, hasta llegar al complejo de departamentos donde vivíamos.

—Dormirás en mi casa —dijo Chan.

Mi respiración se detuvo y él lo notó. Se volteó ligeramente y con tono neutral continuó:

—Tu madre hará un escándalo si te ve así.

El rubor subió a mi rostro y un dolor punzante en el vientre me hizo encogerme.

Esa noche sería la primera vez que sentía que conocía a Chan, y la última también, porque entre más creía conocerlo, más lograba darme cuenta de era un completo enigma.

Hopeless ▶ Woochan (Stray Kids)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora