capítulo dos

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Tres semanas atrás.

[...]

—¡Hey! ¡Kentinito! —Gritó alegre el chico tras escuchar al castaño atender el otro lado de la línea. —¿Estás listo? —Agregó con su voz cargada de energía.

Sin embargo aquella voz alegre quedó en espera. Kentin, no tenía absolutas fuerzas para nada. Se limitó a murmurar un vago quejido, a lo que el peliazul respondió despistado con un fugaz suspiro.

—Pfff, sí lo olvidaste. —Exclamó Alexy, con un tono un tanto molesto. —¡Eres increíble Kentin! ¿En serio vuelves a olvidar una salida?

No dijo nada, y eso fue preocupante. Después de aquel pequeño reproche que le había dado, era para escucharle decir algo como, «¡déjame en paz, Alexy!» , y sin embargo, no hubo nada.

Por su parte, Kentin ya no podía más con aquello. Pequeños sollozos comenzaron a sonar del otro lado de la llamada. Necesitaba llorar. Se dejó caer a un lado del sofá, donde ya estaba acostumbrado a tomar las llamadas de su casa, quedando a cuestas.

Aquel sillón junto la maceta verde de su madre, era uno de los lugares donde prefería estar en aquellos días, cuando su pecho se nublaba, o simplemente estaba desganado. Aunque a decir verdad, realmente no importaba el lugar en donde estuviera. Sus padres por lo más general, nunca estaban en casa. Su padre, como buen sargento de la militar, se ausentaba constantemente, y su madre por lo común pasaba tardes de té con amigas, y una que otra prima arrimada.

Tomó un suspiro profundo. Comenzaba a sentirse nervioso. —N-no, Alexy. —Hizo un intento por hablar firmemente. —Lo siento, no voy a ir.

—¿Estás llorando? —Arrugó con extrañeza una de sus cejas, e inclinó consigo un poco la cabeza. Estaba claro que la quebrantada voz de Kentin, había comenzado a alarmarlo.

—A-ah... Bueno, yo... —Hizo todo un esfuerzo por contener el llanto. Lo menos que quería era quedar como un bebé llorón frente Alexy. —Le dije a Sucrette que me gustaba.

Alexy abrió sorprendido los ojos. No sabía bien qué decir. Aunque de cierta forma ya se lo esperaba. En algún momento, Kentin se lo iba a decir. Sin embargo, no esperaba que ese momento llegará... Tan rápido.

—Oh... —Fue lo único que en ese momento pudo expresar. ¿Qué otra cosa podría decir?

—Y sé que no tenía ninguna oportunidad con ella. De hecho, y-yo... No sé. Creo que siempre lo supe. Pero algo en mi... —Tragó saliva por un segundo. —Quería creer que sí.

Sólo se escuchó un vago suspiro del otro lado de la línea. —Espera... —Quedó un poco confuso. —¿Ella...?

—Me rechazó. Sí.

Alexy nunca imaginó sentirse tan mal. Ahora el chico del que gusta, se estaba sintiendo tan mal como alguna vez él se sintió.

—Como imaginarás, no me apetece mucho salir de mi casa... —Su habla se dificultó.

—Kentinito, yo lo... —Comenzaba a sentirse mal por él. Sin embargo, no tuvo tiempo suficiente para lamentarse.
Se vió interrumpido.

—Me dijo que sólo quería que quedáramos como amigos, y creo que mencionó algo sobre Armin. —Kentin comenzó a deshilarse. A soltar sus pulsaciones. No quería darlo mucho a notar, pero todo lo que sentía, todo lo que lo tenía derrumbando, comenzó a salir sin más con Alexy.

—¿Mi hermano?

—Sí, tu hermano. Deberías ya saberlo. Viven juntos, ¿no? —La voz de Kentin para este punto se había tornado un tanto rencorosa. Sonaba como si le estuviera reprochando a Alexy el no haberle contado nada.

—Sí, pero... —Su voz comenzó a extrañarse. —Nunca mencionó nada sobre Sucrette.

—¿Ah, sí? —Replicó un tanto irónico.

—Ah, sí. —Respondió firme Alexy ante su réplica.

El argumento rencoroso de Kentin se vió fuertemente detenido ante la respuesta firme de Alexy. Él jamás podría ser un mentiroso. Ya tenían tiempo suficiente de conocerse y de convertirse en mejores amigos, como para conocer la sinceridad que existía entre el uno y el otro.

Además, Alexy solía contarle todo sobre lo que se enteraba y todo lo que necesitaba saber. Le resultaba extraño que su hermano saliera con Sucrette, y que él no se lo haya contado. Después de todo, él sabía que estaba «enamorado» de ella. Y Alexy solía cuidar de sus sentimientos. Le hubiera adelantado la desilusión. Era un buen amigo. Pero era un alivio. Él no sabía nada. «Por lo menos», pensó Kentin. Su corazón por ese lado, podía descansar.

—Bueno... —Terminó por meditar. —Al menos... No debió mentirme.

Su corazón comenzó al momento a latir muy rápidamente, y su rostro a adoptar un color bastante cálido. Por un segundo, el color se le había subido. Había recordado como Sucrette le había dado una pequeña "esperanza". Eso quizás era lo que más le frustraba. Si realmente no tenía intenciones verdaderas y sinceras con él... ¿Por qué tuvo que mentirle tanto y hacerle esperar? Una mezcla entre coraje, duelo, y decepción se comenzó a formar en su garganta.

—Siempre... Me mantuvo ahí, como un idiota. Si ella iba a... —El resentimiento, y corazón roto, en realidad disfrazados de coraje, no le permitieron continuar por un segundo. Sabía que le dolería decirlo. «Sí iba a irse con alguien más». —Soy un estúpido. —Se lamentó entre lágrimas. —Yo, la puse en un lugar muy alto.

Empezó a fragmentarse. Aquella figura rencorosa y dura que lo empoderaba se había ido poco a poco hacia abajo, mientras en cambio, se posicionaba en su lugar un Kentin mucho más vulnerable. Mucho más real. mucho más humano. No le gustaba eso, pero era inevitable. Su padre le acostumbró a olvidarse de su pasado, y de la debilidad que solía venir en él. Y hacía de todo para contenerse pero, Alexy le daba esa comodidad.

—S-supongo que... Sólo fuí alguien más para ella mientras que, tú sabes. Se decidía si quedarse con él. —Medio frunció la ceja cuando ya había notado un muy prolongado silencio. —A-ah... ¿Alex? —Dejó salir un bufido, puesto que parecía ser increíble.

—¿Alexy? ¿Hola? —Volvió a insistir. —¿Sigues ahí?

Pero nada. Ya no escuchó nada. Comenzaba a decepcionarse. Otra vez.
¿Sería que la conversación comenzaba a serle irrelevante? El prolongado silencio tornaba a Kentin un tanto incómodo. Estaba sintiéndose como sí hubiera soltado una bomba donde no debió. O a lo mejor, a quien no correspondía. Después de todo, Alexy estaba muy ajeno a esto. No era su obligación soltar palabras calurosas, o alguna lamentación para confirmarle que efectivamente, le había escuchado.

Los mejores amigos suelen ser un tanto impredecibles. Si Kentin necesitará algo, ¿él como lo sabría?
Si necesitará de alguien, ¿cómo lo supondría? No. No había manera. Técnicamente, no había nada que esperar de él, por lo que se decidió rendirse con el tema. Al final de cuentas, no era nada más que un asunto suyo. Él tendría que manejarlo por su cuenta.

—Oye, Alex... —Habló con voz más serena. —Si no quieres hablar, yo...

—¿Podrías abrirme? —La suave voz de Alexy le interrumpió de golpe.

Le tomó un tiempo digerir lo que recién había escuchado. Un vago, «¿Q-qué fue todo lo que perplejó, fue incapaz de responder más.

El peli azul en cambio, rió ligeramente con su voz claramente agitada.  —Que si puedes abrirme la puerta, tonto. Estoy afuera de tu casa.

Esas palabras, se impregnaron instantáneamente en su mente. Alexy había corrido desde donde estaba, para llegar sólo a donde él.Una pequeña chispa dentro de su cavidad, se alegró.

Kentin, abrió la puerta. Y sin más, ahí estaba él. Agitado. Con rodillas media dobladas. Y con la mirada sobrepuesta en la puerta, esperando pacientemente a que esta fuese abierta.

Su mejor amigo, ahí estaba. Mirándole fijamente, y acercándose ahora con gesto melancólico. Sin más, lo abrazó. Él sabía que lo necesitaba, y Kentin no lo aguantó más. Le correspondió. Ocultó su húmedo rostro en su hombro, pasó sus manos por su espalda, y se desmoronó.

Navidad Sin Ti: Kentin & AlexyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora