capítulo uno

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[...]

—¡Rápido, Sucrette! ¡Llevas cuatro horas con ese pastel!

—¡Agh! ¡E-eso trato! —Titubeó Sucrette al mismo tiempo en que trataba de alcanzar el paso acelerado de su intrépida amiga.

—¡Faltan seis horas! —Protestó haciendo a un lado su larga y peli blanca melena. —¡Te recuerdo que aún te falta hacer el ponche!

La castaña la miró con ironía.

—Bueno. Hubiera terminado antes si alguien, —enfatizó la última palabra, —hubiese ayudado.

—¿Qué? ¿Yo? —Preguntó ingenuamente mientras se llevaba la mano al pecho.  —Querida, la decoración no se hará sola.

La castaña se limitó a fruncir el ceño mientras trataba de no tirar todas las cosas que le habían dejado.

Rosa en esta ocasión realmente se había excedido. Claro, normalmente lo hace, pero el esmero esta vez se le había salido completamente de las manos.

Tenía colgando de los débiles brazos de Sucrette bolsas repletas de refrescos, desechables, aperitivos, golosinas, decorados, y escarcha.

—T-te juro que ya no puedo sentir los brazos...

La peliblanca rodeó los ojos mientras se aproximaba a la puerta con las llaves en las manos.

Sucrette podía resultar bastante quejosa en algunos ratos. O bueno, en la mayoría de los ratos. Sin embargo, se trataba de su amiga. Su mejor amiga. Por lo que no le echaría en cara nada. Inclusive era divertido. No se molestaba por pedir disculpas al hacerla cargar demasiado. Al contrario. Tenía la libertad de soltar sus ingeniosos y desafiantes comentarios.

—¿Acaso estás cuestionando mi visión artística para organizar fiestas?

—U-uh... —La castaña volvió a limitar sus palabras.

Rosalya sonrió al notar el silencio de su amiga. Terminó por abrir la puerta de su casa, y darle paso.

Sólo habían hecho una «salida rápida» para completar aquellas cosas que les habían faltado, y Sucrette había dejado a medio proceso el pastel navideño que Rosa le había dejado a cargo. Eso, entre otras cosas.

—Anda, vamos. —Le sonrió dulcemente Rosa. —Pasa.

Sucrette le devolvió la sonrisa. La idea de la pequeña fiesta que tenían en mente la tenía realmente entusiasmada. Ya podía imaginarse a todos los chicos disfrutando de la fiesta. Y por supuesto, con todos los decorados que Rosa estaba colocando con insistente perfección. ¡Realmente se venía algo genial!

—Hey, psssst —Rosa chasqueó los dedos para regresar a su risueña amiga a la realidad. —¡Sucrette!

La castaña sobresaltó regresando los pies a la tierra. Rosalya por su parte, la miró con un gesto de ternura, dejando salir una suave y melodiosa voz.

—Realmente te entusiasma esto, ¿no es así?

Sucrette confirmó con un gesto alegre y después soltó una pequeña risa de entre los labios. —Bueno, bueno, ¿no crees que ya nos merecíamos algo como esto?

La peliblanca no dudó ni un segundo para dejar salir una gran bocanada de aire mientras le cedía el paso a Sucrette. —¡Pfff! ¡Y que lo digas! —La chica rió al mismo momento en que entraba a la casa.

—Por cierto, Rosa...

Rosa la miró un tanto desconcertada. El alegre tono de su amiga se había esfumado. Terminó de entrar a su casa y de cerrar con un sólo golpe la puerta, conservando un gesto de extrañeza. Sucrette por su parte, sólo se limitó a desviar la mirada al suelo, apegándose un poco más a las bolsas que cargaba.

Navidad Sin Ti: Kentin & AlexyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora