Capitulo uno.

29 6 6
                                    


Nunca se había detenido a pensar en lo malditamente doloroso que es perder a una persona, menos en lo doloroso que es perder a una novia, sin embargo allí se encontraba, inexpresivo frente al espejo de su habitación intentando asimilar todo lo que había vivido en una sola e intensa semana. 

Iba a entrar a ultimo año. 

El y su novia iban a cumplir cuatro años de noviazgo. 

Su novia tuvo un accidente. 

Murió. 

Ella de verdad murió, no se encontraba mas en la faz de la tierra y tampoco su aniñada voz. Joanne ya no seria parte de su futuro, ni siquiera seria parte de ese día que estaba viviendo, ella ya no se encontraba mas. No podría mirar mas los grandes ojos cafés de su chica, ni molestarla con su ridículo corte de cabello y tampoco podría volver a besarle mientras intentaba pintarse los labios. No, West definitivamente ya no tendría aquella pequeña felicidad para el solo, ahora solo había un vació en su pecho que no podía llenar con nada, porque eso tenia en su corazón: nada.

Bajo sus rajados ojos azules se encontraban dos marcadas ojeras teñidas de un no muy atractivo morado, West no había podido dormir desde la misa en la iglesia y mucho menos después de ver como el cuerpo de su novia se iba en un cajón de madera y lo enterraban bajo tierra dejando solo unas rosas rojas sobre ella como recordatorio de la vida de la chica que lo enamoro. 

¿Como la vida podía ser así? tan frágil. 

Recordaba haber visto a Joanne solo un par de horas antes de su muerte, ambos habían visto la saga completa de Resident Evil en su casa y ahora ella no existía mas. Que irónico. 

Limpio las lagrimas que corrían por sus mejillas inconscientemente, con rabia, con molestia por como la vida lo estaba tratando. Habia perdido lo único que le causaba felicidad en aquellos días de caos, en aquellos días en donde ni el mismo podía comprenderse y ahora se encontraba solo en ese viaje que Joanne solía llamar vida, porque para el esto no es siquiera vida. 

-Ya -dijo decidido. 

Bajo por las escaleras de su pequeña casa de dos plantas, que su madre había arrendado después de la noticia de un divorcio inminente entre ella y su padre, y decidió ir  hacia la cocina a por algo de comer. No había probado bocado en todo el día y su cuerpo ya lo estaba exigiendo, y por mas triste que se encontraba en ese momento no dejaría de alimentarse. Así que opto por un sándwich y un vaso de leche, al fin y al cabo ya era media noche y su madre seguramente lo regañaría por hacer tanto ruido si es que optaba por cocinar algo. 

Su hermano, cuatro años mayor que el, se encontraba durmiendo en la improvisada cama que se había armado con cobijas en el viejo sofá. Habia decidido quedarse en la casa de su madre para hacerle compañía a West, a pesar de las escasas camas y el poco espacio que poseían debido a las cajas de mudanza que aun no abrían. Sin embargo el se encontraba allí, acompañándolo. 

West camino despacio intentando no despertar a su hermano, quien parecía encontrarse en un grandioso sueño debido a la sonrisa en su rostro. Seguramente soñando con chicas, o con la odiosa ex novia pelirroja de preparatoria que parecía haber hechizado a Noell para que fuese su novio, porque el conocía a su hermano y sabia que Noell nunca se fijaría en una chica tan malvada como Spencer Wallace. 

Sonrió, solo porque le había nacido hacerlo y se sentía afortunado de tener un hermano mayor tan amable como el que tenia. 

-Adelaide - escucho como susurraba su hermano entre sueños. -Adelaide, ven. 

¿Acaso su hermano se había enamorado? seguramente eso es lo que estaba ocurriendo, Noell no había nombrado a otra chica en sueños desde que termino su relación con Spencer, y su hermano habla mucho en sueños. West podía asegurar que su hermano mayor estaba enamorado, y le causaba cierta envidia que eso ocurriera; claro que West es el primer en celebrar cada logro de Noell y apoyarlo en todas sus decisiones tal cual lo hace el, pero esa vez no se encontraba para nada a gusto con esa información, y por el simple motivo de que el había perdido al amor de su vida para siempre y no volvería a enamorarse otra vez. 

Subió las escaleras hasta su habitación a regañadientes, sintiendo con cada escalón que pisaba como el peso del mundo se posaba sobre sus hombros. No se sentía para nada bien, el apetito se le había quitado otra vez y las paredes de la casa se le hacían cada vez mas pequeñas. 

Si aquella fuese su otra casa, la de su infancia en donde su padre se había quedado, saldría al gran patio trasero y nadaría un rato en la piscina para despejar su mente, pero aquella pequeña casa de dos pisos de los suburbios poseía un patio pequeño y ninguna piscina en donde relajar sus músculos. Era casi como una casa trampa, caminabas dos pasos y te encontrabas con una caja o una pared. Se estaba ahogando. 

Dejo el sándwich y el vaso de leche sobre la mesa de noche de su habitación y corrió a abrir la ventana ovalada para, por lo menos, sentir la brisa de los pocos días del verano que le quedaba.  Se sentía asfixiado. Pronto tendría que entrar a clases y enfrentar la mirada de lastima de sus compañeros, ver como sus padres se gritaban en la corte y esperar la historia del como se enamoro de su hermano y a todo eso asistir con una sonrisa. 

-No soy capaz -dijo respirando mas fuerte de lo normal -no soy capaz. 

Se sentó al borde de su cama, se paro, camino por la habitación, se volvió a sentar y nada parecía relajar a West. Observo las palmas de sus manas y pudo observar como de ellas escurría el sudor, la presión le estaba subiendo y su respiración cada segundo parecía agitarse mas, el estaba sufriendo un ataque de ansiedad y lo sabia. 

Camino deprisa hacia el baño, quizás mojarse la cara con fresca agua del grifo lo ayudaría a reaccionar. 

Se miro al espejo, sus ojos parecían desorbitados y su rostro no lo reconocía mas, aquel reflejo no era del West al que estaba acostumbrado a mirar a diario. Sentía que en cualquier momento caería y no reaccionaria hasta quizás el otro día, sentía que en cualquier momento un grito de auxilio se le escaparía de sus labios. 

Necesitaba a Joanne, la necesitaba ya. 

-No lo voy a lograr -dijo sollozando. -No seré capaz, me rindo ¡no soy capaz! 

Cerro los ojos con rabia, odiando ver el reflejo del hombre frágil en el espejo pues ese no era el, no era el West al que su padre le había enseñado combatir cualquier adversidad, aquel era un hombre débil de mente y sin fuerzas.  

-No seré capaz, no seré capaz, no seré capaz -repetía una y otra vez. 

Se deslizo por la fría baldosa del baño hasta el suelo y allí decidió hacerse un ovillo, repitiendo el mantra de "no seré capaz" una y otra vez, maldiciéndose mentalmente y sintiéndose aprisionado en ese cuerpo frágil . 

Y entonces lo escucho. 

Al comienzo pareció ser como si la brisa proveniente de la ventana de su habitación le acariciaba el rostro relajándolo, pero después de unos segundos pudo identificar ese tacto como pequeñas yemas de dedos, frisa y delicadas. Penso que podía ser su madre, al fin y al cabo era la única mujer que se encontraba allí con el, seguramente había escuchado el ir y venir de su hijo y decidió ir a revisar en que estado se encontraba, así que dejo que su madre le acariciara el rostro unos minutos mas mientras su respiración se relajaba. 

-No seré capaz -repitió una vez mas para su mamá y solo para su mamá, esperando encontrar el consuelo que necesita. 

- ¡Eres un cabeza hueca! -grito una aniñada voz. 

Levanto rápidamente la mirada sin saber que podría encontrarse, no deseaba mentir pero en aquel momento sintió como un escalofrió de miedo recorrió su espalda al verla allí tan pálida pero con la misma expresión de siempre. 

Era Joanne, su Joanne. 

****

Joanne Poland en multimedia. 






Mi novia la fantasmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora