2.

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Después de colgar con Liam, Gabriella había abierto la botella de vino que había sacado para celebrar con él. A él no le gustaba el alcohol, pero el vino era de las pocas cosas que disfrutaba y ella lo había buscado esa mañana en el supermercado especialmente para él.

Ni siquiera se molestó en tomar una copa para beber... Total ¿para qué si estaría sola comenzando el año?

Con la botella en mano se dirigió al salón y se tiró en la alfombra frente a la chimenea.

¡Qué mierda de fechas y qué mierda de matrimonio! Tenía que contarse como una misión para Liam... Como "la menos importante" porque era poco el tiempo que él le dedicaba... Pero ella sabía que iba a ser de esa manera y aun así se casó con él.

Los quince meses que duraron de novios antes de la boda lo veía cada dos fines de semana y los primeros meses de matrimonio él solo iba a dos misiones por mes, el resto de tiempo se la pasaba en casa con ella y eran muy felices.

Pero, cuando ascendió al grado de Mayor y le entregaron ese endemoniado avión de transporte pesado, las misiones eran más constantes y poco a poco ella pasó a un segundo plano.

Nunca pensó que estar casada con el hombre que amaba podía ser tan amargo y doloroso.

Lo extrañaba en las noches y a veces llegaba tanta su desesperación que dudaba de Liam y pensaba que él tenía una aventura e inventaba todas esas misiones para llevar esa doble vida. Esas monstruosas y tormentosas dudas solo se desvanecían cuando lo veía llegar a su casa, tan necesitado de ella y su amor que dolía... Pero a pesar de eso, su trabajo era el que absorbía la mayoría de su tiempo.

Lloró bastante abrazada al retrato de su esposo, deseando materializarlo a su lado, pero en ese momento él estaba caminó al otro lado del mundo y ella estaba en su solo y aburrido hogar vacío.

Si él no hubiese sido tan canalla ella podría estar pasando el tiempo con sus padres; pero, como él le avisó hasta última hora tendría que cambiar de año sola...

Ni siquiera los criminales en las cárceles estaban esos días solos, pero ella tenía la mala fortuna de si estarlo.

-Estúpido Liam. –Sollozó y se revolvió el pelo que tan bien arreglado había tenido para él. –Maldito rompe-promesas.

El tiempo pasó como un chasquido de dedos y poco a poco la noche fue llegando. La luz del día se opacó y la luz de la chimenea alargó su sombra contra la pared.

El teléfono timbró varias veces pero ella no lo cogió. No quería ver, ni hablar con nadie, solo quería que el tiempo pasara rápido y no sentir ese hueco en el pecho llamado soledad.

Al parecer el mundo se puso en su contra para molestarla porque justo cuando le daba un sorbo a la botella y lograba acomodarse sobre el mueble el timbre empezó a sonar. Lo ignoró y cerró los ojos tratando de relajarse pero volvieron a intentar. Bufó y se puso un cojín en la cara, pero en menos de un minuto volvieron a timbrar y se paró de un brinco.

Iba a acabar con quien estuviera tras la puerta... Así fueran los mocosos de la calle con villancicos, no tenía ánimo para nada.

Abrió la puerta y se quedó de piedra cuando vio a Liam parado ahí ¡frente a ella!... No lo podía creer y culpó al vino por tener algo raro o emborracharla en el acto.

- ¿No hay ni un besito chiquito para tu esposo? -No lo podía creer... Era él, su sonrisa, sus alegres ojos color miel ¡Era él!

Sin dudarlo mucho se tiró a él, siendo recibida por sus fuertes brazos y como si fuera polvo, la sensación de soledad se esfumó. Gritó con emoción... Su felicidad no podía ser mayor.

Calor en Año Nuevo (Especial ¡Bienvenido 2018!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora