Capítulo 2 "Rapto"

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La entrada directa al Bosque de las Bestias dista mucho del extenso paisaje que acabamos de recorrer, como si se tratase de dos dimensiones distintas conviviendo en un mismo espacio-tiempo. Un paso por delante (y convencida de mi temor), la chica de amplio cabello dorado coge mi brazo, arrastrándome hacia la multitud de árboles y profunda oscuridad.

El miedo se esfuma en un abrir y cerrar de ojos; la seguridad que desprende de sí, es contagiosa. ¿Será gracia? ¿Bondad? ¿O acaso el inconfundible brillo de sus ojos? Solo sé que, permaneciendo a su lado, puedo estar seguro.

-¿Qué piensas, -me pregunta. Esboza una sonrisa al atestiguar mi leve sobresalto. -Amicum?

La noche pasada, mientras descansábamos bajo la copa de un enorme hongo, se le ocurrió concederme dicho título: "Amicum". Lo dijo sin pisca de duda y, por mi parte, no hubo queja alguna. También, ese mismo ocaso, me reveló su verdadera identidad, embriagada por la inconfundible esencia de la primavera.

-Ya sé lo que quieres saber; siempre lo supe. -dijo, fulminándome con la mirada. -¡Te molesta que nunca me haya presentado formalmente ante ti! Pues bien... Soy la Dama de la Naturaleza, dueña de vistosas praderas, dueña de los mares, dueña de los arboles farsantes, dueña de los animales, dueña de la tierra, el mismo cielo me reconoce y las estrellas brillan aún más cuando saben que las contemplo. -se posó tan cerca de mí, que en ese instante pude oler su dulce aroma. -¿Sabes? Antes de conocerte, solo conversaba con animales..., bueno, también, de vez en cuando, platicaba con los árboles, pero como son muy mentirosos... ¡Lo siento! Eso ya lo debes saber de sobra. En fin. No se acercan muchos humanos por los lugares que debo resguardar y mis hermanas me consideran demasiado inmadura como para compartir junto a ellas, si te soy sincera. -cogió su cabeza, desconcertada consigo misma. -¡Lo siento, lo siento! Lo he vuelto a hacer. ¿En que estábamos? Ya sé, si gustas, puedes llamarme Elizabeth. - me causó cierta gracia su inmadurez. «Actúa como una niña» pensé, mientras cubría mi boca, evitando que me viera sonreír; temía que creyese que me burlaba de ella.

Repaso la misión, sin descuidar la más mínima atención en el entorno: Elizabeth debe visitar a Saoi, recitar el ritual de las "Orejas Crecidas" y hospedarse en su cuerpo (Saoi), al menos, por la presente noche. No me he atrevido a pedir mayores explicaciones. "Hospedarse en su cuerpo" dicha oración se entromete en mí cabeza, ocupando un lugar de vital importancia que no le corresponde en absoluto.

-¿Celos? -murmuro. ¿A qué viene esa palabra en este preciso momento?

-¿Dijiste algo...?

-¡No estoy celoso!

Silencio.

Intento justificar mi estúpida reacción, pero las palabras no fluyen como corresponde. Por otra parte, la risa de Elizabeth resuena, alrededor del bosque, como cántico angelical que busca cábida en el corazón de las personas. Atraído por su sensata hilaridad, no puedo evitar reír próximo a ella, siendo víctima del reconfortante sendero de la felicidad.

El sucinto sendero de la felicidad.

-"El Bosque de las Bestias". -dice Elizabeth, rompiendo el silencio una vez que cesan las risas. -Se le conoce así por el hecho de ser hogar de incontables seres maldecidos por la mismísima diosa... Pero no te preocupes, tengo control sobre ellos también. Estarás a salvo mientras no te alejes de mí, ¿verdad, Amicum?

-Gracias. -consigo articular.

-¿Gracias? -dice molesta. -Eres demasiado formal. Suéltate un poco, ¿quieres?

-¿Soltarme? Este... ¿De dónde debo soltarme?

-Olvídalo. -suspira. -Además de cumplir con mis obligaciones como Dama de la Naturaleza, pienso que seria propicio interrogar a Saoi..., ya sabes..., refiriéndonos a tu extraño caso de "memoria extraviada".

-¿Memoria extraviada?

-Preguntas mucho, mucho, mucho, muchooo.

«¿De verdad he estado preguntando demasiado?».

A punto de disculparme, soy interrumpido por el fino dedo de Elizabeth, dándome a entender que me quede en silencio, que el peligro acecha. Raudos, nos escondemos detrás de un árbol, aguardando los pasos del enemigo. La expresión de Elizabeth ha cambiado por completo.

-Esta presión en el aire... Puede ser...

-¡Elizabeth! -grito, desgarrando mi garganta en el intento

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-¡Elizabeth! -grito, desgarrando mi garganta en el intento.

No doy crédito a lo que veo

Estiro mi brazo hacia el cielo, añorando alcanzar el cuerpo indefenso de Elizabeth.

Se ha ido.

Un extraño ser la ha raptado, y no pude hacer nada para detenerlo. Nuestros ojos se cruzan por un momento, forjando conflicto entre dos miradas anónimas, pero fijas en el mismo objetivo. Desde su dirección, una luz perfora mi pecho y ocasiona que mis rodillas cedan ante el peso de mi cuerpo.

Qué escenario más familiar.

Evoca cuadros que pensé olvidar.

Fin del Capítulo 2.

Rapto.

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