Capítulo 3 "Recuerdos"

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Niños saltan y corren alrededor de los puestos que adornan el mercado del Reino, mientras sus madres, preocupadas por el minucioso cuidado de sus hijos, no dudan en reprenderlos ante las miradas divertidas de los caballeros reales, quienes se encargan de auxiliar tanto a los comerciantes como a la multitud que, cada segundo, parece multiplicarse. Canticos y danzas, en paralelo, resuenan como fragante brisa de verano. Familias completas disfrutan en conjunto la llegada de las fiestas y hasta los animales comparten la palpable felicidad en el ambiente.

"Mira", el Reino gobernado por la viva e inalcanzable imagen de la diosa, goza de abundante regocijo y tranquilidad gracias a la llegada de un nuevo ciclo predicho por los antepasados de la familia Real. Anuncia la leyenda que, cuando los pilares se alíen y forjen su propio periodo de paz, Layru (diosa) concederá cuatrocientos años de plenitud a todo aquel (incluyendo su descendencia) que habite dentro de los cuatro Reinos que conforman el continente: Prettia, Tesla, D. Vanda y Mira. Gracias a la reina, sin lugar a dudas, hemos concluido los designios de la diosa.

-Menudo milagro, chico. -es Elías, imponente caballero real y mi mejor amigo. Lleva su característica melena, como de costumbre, reposando sobre sus hombros, mientras engulle una pata de pollo.

-Por supuesto, Elías. -digo presuroso. -Es un milagro que se cumpla la profecía.

-Me refería a tu rostro. Estás sonriendo.

-Qué dices, yo siempre...

-Soy tu mejor amigo, ¿lo olvidas? -me interrumpe y comienza a caminar a mi alrededor. -Te conozco mejor que nadie. Ni siquiera hace falta que me reveles el noviazgo que traes con la reina.

-Cuida tus palabras.

-Mírate, tus mejillas se han vuelto coloradas.

-No es cierto.

Las campanadas de la iglesia resuenan por todo el Reino.

-Ya es hora. -me entrega el hueso de pollo restante. -Bótalo en la basura por mí, ¿quieres? Debo ir a recibir a los tres reyes de los Reinos Prettia, Tesla y D. Vanda. Curioso nombre D. Vanda; se dice que, en el pasado, existió una civilización compuesta de guerreros que conquistaron Layru gracias a su espíritu de lucha. Cada uno de ellos llevaba la letra D. como apellido. -suspira. -¿Qué significado tendrá?

-Sera mejor que lo averigües tú mismo. -sin que Elías se dé cuenta, lanzo el hueso de pollo al suelo; los huesos siempre son bien recibidos por los perros callejeros. -No debes hacer esperar a la alta Realeza.

-¡Cuídate, chico! -corre hacia adelante con la mano en alto, meciéndola de un lado a otro en señal de despedida.

Y transmuta en cenizas.

El bello escenario que transmite el Reino, desvanece; y es reemplazado por el humo, las llamas, el sufrimiento... Los cuerpos de quienes tan solo un instante atrás reían y danzaban en harmonía, se retuercen por los suelos en busca de ayuda, rezando plegarias a la diosa. Intento ayudarlos, pero mi mano traspasa sus débiles cuerpos carcomidos por el fuego.

-Caballero, aquel día, cuando nos fugamos del Reino a tientas de mi padre el rey, hiciste una promesa, ¿lo recuerdas?

Giro a mis espaldas, atraído por el titubeante imán de la duda. «¿Princesa?».

«La promesa...

»Por favor...

Ya es hora».

Desciendo, en un inesperado giro de los acontecimientos, hacia el fondo de mar

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Desciendo, en un inesperado giro de los acontecimientos, hacia el fondo de mar. Rodeado de peces, nado directo a la superficie, en busca del oxígeno que me ha sido arrebatado. Trepo sobre una enorme hoja y tomo un merecido descanso.

-Esperaba tu regreso, sir Ángel, Caballero de la Luz.

Lagrimas recorren mis mejillas al oír... Levanto la vista, busco la procedencia de tan chocantes palabras y me hallo, cara a cara, con la presencia de un árbol que sobresale de las aguas. Posee facciones humanas, tales como ojos y boca, además de la barba.

-¿Quién eres? -pregunto. Las lágrimas siguen en descenso.

-Te recomiendo que reiteres la pregunta, pero a ti mismo. Tienes aguas cristalinas a tu disposición. Refleja tu rostro.

Tal vez por curiosidad, tal vez por inercia, acato las órdenes del arrugado árbol parlante. Mi cuerpo es delgado, pero lejos de ser frágil. No soy alto, pero estoy lejos de ser un enano. Mis ojos resaltan dos gemas azules y mi cabello brilla ardiente como el sol.

Las lágrimas aún no han cesado.

-Las lágrimas representan que sabes la verdad de los hechos, que sabes quién en verdad fuiste en el pasado. Una fuerza oscura, sin embargo, evita que puedan salir a flote tus recuerdos. ¿Cuál será tu siguiente movimiento?

«Siempre perspicaz, entidad de los bosques, el Gran Árbol Saoi».

Inconfundible e impredecible, hace partícipe la "voz" que acalló mis penas aquella primera noche. «¿Acaba de llamar al árbol "Saoi"?» pienso

(hospedarse en su cuerpo)

y un inexplicable alivio recorre mis adentros. En breve, estalla una inusual discusión entre el árbol Saoi y la "voz", en un insólito dialecto.

Silencio.

-Te contaré una historia, sir Ángel. -dice Saoi una vez que la tensión ha sido disipada del ambiente. -Toma asiento, hay mucho que debes saber.

Las lágrimas siguen emergiendo.

Fin del Capítulo 3.

Recuerdos.

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