Desciende por las cataratas; dile adiós a tu cuna.
(¡Miren, miren! Yace bajo las aguas, mas sigue respirando).
Atraviesa la barrera de los sueños; dile adiós a tu pasado.
(¡La jefa, debemos avisar a la jefa!).
Cruza raudo hacia el jardín de las and...
A pie recorremos el camino de regreso al Bosque de las Bestias. Hemos cruzado territorio Níveo; solamente resta traspasar el Centro, lugar damnificado por la irreversible (y cruenta) silueta del destino, según Elizabeth ha sentenciado. Observo los escombros, desde lejos. Elizabeth retira la mirada. El pesar de su corazón es visible, digno de su naturaleza celestial y misericordiosa.
Se detiene en seco.
-No eres el único. -dice de improviso.
-¿A qué te refieres? -contesto.
-Yo también he olvidado. -muerde sus labios y, mirada gacha, cierra sus puños. -Ocurrió poco antes de hallarte a orillas de las aguas. -sus ojos reflejan la "nada". -El sentimiento de olvidar pasajes de mi vida, desconozco si eran o son importantes, consumió mi alma y excavo un vacío en mi interior. Pero tú, Amicum, llenaste una vez más ese vacío. No supe cómo explicártelo sin alarmarte. Tengo el presentimiento de conocerte desde...
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-...antes de seguir avanzando, cuiden sus pasos. ¿Comprenden? El Bosque de las Bestias es engañoso, aunque no deberían temer si me hallo al lado de ustedes, tortolitos. -dice Elizabeth, pequeña e inesperada Dama de la Naturaleza.
-Se equivoca, Dama Elizabeth. No somos... -callo mi boca al cerciorarme de la intimidante presencia de la princesa.
-¿No somos qué? -me confronta la princesa. -¿Qué tiene de malo que nos llamen tórtolos, caballero? Después de todo, huimos para forjar una vida lejos de las obligaciones del Reino.
-¿Han huido de la casa del Rey? -dice Elizabeth. -Que romántico.
-Solo es un paseo. -digo avergonzado.
-Aburrido. -suspira. -¿Saben? Los envidio.
-¿Por qué, Elizabeth? -pregunta la princesa. -Eres la Dama de la Naturaleza. Tienes el poder que cualquier mortal quisiese tener y el privilegio de vivir al aire libre. Si eso no es vida, ¿qué es??
-Pero siempre estoy sola. -esconde su rostro, temerosa que la veamos llorar.
-¡No siempre! -responde, sorprendiendo a Elizabeth. Me coge del brazo y nos colocamos a la par de la Dama. -Desde ahora, yo y Ángel te visitaremos siempre y cuando podamos. -esboza una sonrisa; me parece estar presenciando el semblante de un verdadero ángel. -Lo prometo.
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-Amicum. -sacude mi cuerpo, preocupada y curiosa por mi pasajero estado catatónico. -Te has quedado dormido. Dime, ¿qué has visto? ¿Has rememorado?
-Lo he olvidado. -respondo, decepcionado. -Lo he olvidado...
De rodillas, intento socavar el escenario, las personas... lo que sea que me halla acompañado en tan atrayente evocación. Nada. Nada. NADA. Es agobiante, doloroso, mortal. Saoi mismo lo mencionó.
(Una fuerza oscura, sin embargo, evita que puedan salir a flote tus recuerdos.)
Mi ser, sin embargo, me dice que el trayecto está a punto de llegar a su fin. Si es así, es mejor avanzar, avanzar y no mirar atrás. Los malos momentos cesaran una vez que llegue junto al Gran Árbol de la Sabiduría. Horas me separan de la conclusión de esta trágica obra, la cual soy protagonista. Diviso el Reino en ruinas, por última vez. Me carcome la cabeza la interrogante de cómo sobreviví a la catástrofe, a la agonía. ¿Y si fui yo el causante de...?
-No mires la destrucción del Reino como si hubieses sido el autor. Nunca dude de ti, ni lo hago ahora. Fue alguien más. No sé quién, si te lo preguntas. Únicamente fuiste sobreviviente del caos. Sobreviviste y ya, ¿qué tiene de malo? No es suficiente prueba de que hallas causado tanto dolor en el pueblo. -se refugia en mi pecho y en él seca sus lágrimas. -Necesito que tú mismo lo digas..., por favor.
Mi voz es quebrantada por la inseguridad de Elizabeth. Tiene sus dudas sobre mí y no la culpo.
-No lo sé. -culmino, con un nudo en la garganta.
-Sigamos. -seca sus ojos y, a paso raudo, prosigue hacia adelante. -Saoi nos aguarda, tú mismo lo has dicho. Necesitamos oír la historia que debía contarte antes que partieras en mi búsqueda. Asimismo, el ritual de las "Orejas Crecidas" no se hará por arte de magia.
Divisa el cielo. Está a punto de anochecer.
-Falta poco para que presencies el verdadero paraíso de flores. Son amarillas, nada más, pero son miles y miles, llenas de vida y sueños por cumplir. Son muy tímidas, así que solo aparecen de noche, dispuestas a modelar su atrayente figura. -vuelve a deslumbrarme con su característica sonrisa. -¿Sabes por qué de todos los territorios que encierran el vasto mundo en el que vivimos, he elegido éste como mi predilecto, favorito y, a fin de cuentas, regalón? Solo contempla el cielo... y lo entenderás.
No se equivoca. En cuestión de segundos, el firmamento colapsa de estrellas, atrayendo mi vista, cogiendo mi alma hasta apoderarse de ella.
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Inmersos en el Bosque de las Bestias, Elizabeth debe sostenerse sobre el tronco de un árbol. Suda de manera abundante. Insisto que tome una siesta, mas advierte que falta poco para hallarnos cara a cara con Saoi. La coloco sobre mis hombros y permito que sea mi guía.
-Es extraño. -articula de pronto. -Es como si mi cuerpo alertase que una parte importante de mí ha sido consumida por la muerte.
En aquel instante, sus palabras carecieron de sentido.
Hasta ahora.
Gimiendo de dolor, corre a su encuentro.
Extenuada por la ira, apresura a su socorro.
Una vez que fuimos teletransportados junto a Saoi, comprendimos aquellas palabras.