Capítulo 4 "Nieve"

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Nieve, blanca nieve cubriendo hasta el último rincón de la montaña. Cojo un puñado del suelo. Frío. Mis botas se hunden en el cúmulo níveo; la caminata es dura y poco práctica. Mis hombros reúnen una cantidad conmensurable de nieve, como si se levantase una colina en territorio poco convencional. Frente a mis ojos, desciende un copo con la forma de la "estrella de las hadas".

-Elizabeth...

Mi atención recae en el diseño de los copos, tan diversos entre sí y llamativos. «Así son las personas» pienso «Las personas, cuando creías haberlo visto todo, llegan a tu vida y se presentan con un carisma y personalidad que no conocías ni pensabas conocer». ¿Pero cómo lo sé? Solo soy un rechazado, un ser que ha extraviado sus mementos para nunca volver a encontrarlos.

Manteniendo fija la mirada en mi semblante, muestra su descontento ante mi respuesta, inesperada y amarga respuesta

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Manteniendo fija la mirada en mi semblante, muestra su descontento ante mi respuesta, inesperada y amarga respuesta.

-¿Vas en busca de Elizabeth, sir Ángel? -pregunta Saoi.

-Una vez que halle su paradero, volveré aquí, junto a ella. -respondo, esbozando una

(falsa)

tímida sonrisa. -Y, entonces, oiré todo lo que tengas que decir.

Desprendo, por un instante, la gruesa bufanda que cubre mi cuello y mi boca

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Desprendo, por un instante, la gruesa bufanda que cubre mi cuello y mi boca. Saco la lengua y pruebo el sabor de las curiosas partículas que caen desde el cielo. Hace días que no pruebo bocado, sin embargo, no es que lo necesite ni por asomo.

Luz sobresale de una cueva a lo lejos. «¿Será ella?». Voy a inspeccionar, sin antes pensar en los contratiempos, sin antes trazar un plan por si la situación me es adversa. El enemigo podría estar junto a ella, como cazador que cuida a su presa, pero no me interesa. Lo único que merece la pena, hasta este punto de la travesía, es rescatarla a como dé lugar, sin importar las consecuencias.

Un rayo de luz roza mi antebrazo, ocasionando un corte superficial que, percibo, sana al instante. Es el mismo ataque que me debilitó en el Bosque de las Bestias y que... Mi cabeza duele, inexplicablemente. Otros dos proyectiles, antes de poder reaccionar, se entierran en mis piernas. Antes de caer, me sostengo con mi brazo derecho, traspasándole todo el peso de mi cuerpo. La situación se me ha salido de las manos.

Lo veo. Entre la tormenta de nieve que acaba de comenzar, hállase el adversario, ocultándose de mi presencia. Sin embargo, lo veo. Al intentar sostenerme sobre mis pies una vez más (las heridas ya han sanado), la silueta del hostil desconocido me mira fijo a los ojos. Frente mío, suelta un gruñido de ira, de enojo. Sostiene una espada de luz que, ahora que me doy cuenta, yace incrustada en mi corazón. ¿Por qué no estoy muerto?

-Ya veo. -dice. A juzgar por su voz, es una mujer. -Tu inmortalidad te permite estar consiente, aun cuando deberías estar paseando en la otra vida. -suelta la espada de luz, retrocede unos pasos y coloca sus manos a la altura de la nariz, uniéndolas en símbolo de "plegaria". -¡Oh, Layru, diosa de las tierras que adornan el continente! Oye mi petición, oye mi plegaria. Conduce su alma hacia el abismo, antes de que sea demasiado tarde...

-¡Por favor, detente!

Elizabeth...

-¡Vuelve al refugio, Liz! -confronta a Elizabeth, furiosa. -¿No ves que te estoy protegiendo?

-¿Protegiendo? -contesta Elizabeth. -Me raptaste en el bosque, intestaste arrebatarme el collar que me regalo mi hermana mayor y me quitaste la libertad de efectuar mi trabajo desde entonces.

-¿Hermana mayor? ¡Yo soy tu hermana mayor! Y no se de quien hablas, pero ese collar no es natural, Liz. Además, este ser... cosa... lo que sea, debe ser eliminado.

-¡Amicum es un humano!

Espinos ascienden de las profundidades de la tierra, corrompen la capa de nieve y encierran a la causante del vigente conflicto.

-Lo siento, hermana. -dice Elizabeth, finalizando la conversación. -Las plantas te sustentaran de agua y alimento. Te liberaré una vez que desmienta las atrocidades que me has revelado.

Lagrimas corren de sus ojos.

He recobrado el conocimiento; yazco en el delicado cobijo de las flores

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He recobrado el conocimiento; yazco en el delicado cobijo de las flores. Bostezo. Arribo, preocupado, en busca de la silueta de Elizabeth. Nada. Salto hacia el suelo, observo a diestra y siniestra y, convencido de mi soledad, me limito a cerrar los ojos.

-¿Sigues durmiendo en pie, Ami? -dice Elizabeth a mis espaldas. -Se le conoce como la Dama de la Luz y es la tercera hermana de la familia. Lamento esa primera mala impresión. Ella está convencida de que traerás agonía y malos tiempos...

-¿Por qué piensa eso? -pregunto, anonadado.

-Ocurrió un incidente hace poco tiempo atrás.-su característica sonrisa desaparece. -Cuatro Reinos firmarían el comienzo de un nuevo ciclo, un ciclo de felicidad para todo hombre, mujer y niño. Pero las llamas se alzaron y no hubo ningún sobreviviente. Excepto tú.

Fin del Capítulo 4.

Nieve.

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