capítulo cuarenta

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𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝐗𝐋: 𝐓𝐇𝐄 𝐄𝐍𝐃

Jughead, mi amor,

No sabes cuanto me duele escribirte esto, aún más cuando te tengo justo frente a mí conectado a una máquina para mantenerte vivo e impedir que todo tu cuerpo deje de funcionar. Y todo por mi culpa.

Te he ocultado muchas cosas, demasiadas, pero era por tu propio bien. Para ser justos, hasta hace poco ni yo misma sabía que había estado todo este tiempo viviendo en una mentira. Quienes pensaban que eran mi familia, resultaron siendo mis peores enemigos y aquellos que me deseaban el peor de los males. Aquel coche... No fue ningún accidente, Jughead, en absoluto. Pero tú no eras el objetivo, sino yo. Estás en esta cama, inconsciente, porque las Lodge quieren terminar conmigo.

Es por eso que me marcho. Me voy lejos, Jughead, porque te quiero más que a nada en este mundo y no podría permitirme que algo peor que lo que ya ha pasado te sucediera. Aún no sé si vas a despertar, pero si lo haces te prometo que me alejaré de ti para protegerte.

Probablemente después de esto me detestes, o quizá me quieras incluso más. Sea como sea, necesito que no me sigas. No trates de averiguar dónde estoy, no intentes seguirme y, por lo que más quieras, no me contactes. Necesito que te olvides de que alguna vez existí, ¿sí? Rebobina tu vida a un tiempo atrás, cuando ni siquiera te sonaba familiar el nombre Lisa Brook, cuando eras feliz atiborrándote a hamburguesas con tus amigos en el bar Pop's y acudiendo a los sábados de películas detectivescas en el autocine. Suena bien, ¿verdad?

¿Quién demonios es Lisa Brook?

Cuídate, por favor. Te quiero más que a nada en el mundo.

Jughead levantó la mirada de la carta y escaneó la habitación, topándose con un par de cajones abiertos y vacíos, tan solo alguna prenda restaba colgando y un par de zapatos detrás de la puerta. Ni un solo ruido se escuchaba en la casa, tan solo se podía percibir el repiqueteo de la lluvia contra los cristales de las ventanas. Jughead se vistió con rapidez y bajó a la planta baja, solo para encontrarla igual de vacía. En un intento desesperado por averiguar qué estaba ocurriendo, llamó a Lisa. Un tono. Dos tonos. Nada ocurrió. Volvió a intentarlo y obtuvo el mismo resultado. Decidió llamar a Archie, presa del nerviosismo.

—Jughead, ¿se puede saber qué demonios haces llamándome a las cuatro de la mañana un sábado?

—Lisa no está. Ha desaparecido.

Hubo unos minutos de silencio que solo provocaron que sus nervios empeorasen. Recorría toda la casa en busca de una sola pista que le dijese adónde habían podido ir Lisa y su madre. Nada. No había nada. Ni siquiera los utensilios de la cocina.

—Jughead relájate —murmuró Archie tras oírle maldecir por décima vez.

—No está, Archie —Jughead puso oír como su amigo chasqueaba la lengua y murmuraba algo—. ¿Sabes algo que yo no?

—Se lo dije —susurró—. Le dije que era una malísima idea.

—¿Mala idea? ¿De qué demonios estás hablando? ¿Tú sabías que esto iba a pasar?

—Jughead, lo mejor es que vengas a casa y hablemos tranquilos.

—No, tío. Se ha ido. Lisa se ha ido. ¿Sabes adónde se ha podido ir?

—Déjalo, de verdad, solo te vas a herir más.

—Archie, por favor. Si de verdad te consideras mi amigo dime adónde se ha ido.

—Probablemente ya esté de camino al aeropuerto más cercano, Jughead. No podrás alcanzarla a tiempo.

Jughead abrió los ojos como platos y colgó el teléfono, dejando a Archie hablando solo contra el aparato. Corrió escaleras arriba y se vistió con las pocas prendas que le faltaban. Dobló la carta de mala manera y la hundió en el bolsillo de sus pantalones. Las piernas no le daban abasto mientras corría hacia la parada de autobuses más cercana. Necesitaba llegar al aeropuerto a tiempo, no podía permitirse perder a Lisa, no de aquella manera. Durante todo el trayecto no dejó de morderse el carrillo nervioso, mientras se removía en el asiento. Sacó una vez más la carta y la volvió a releer, repasando cada una de las palabras con pausa y dolor.

BURNING RED » jughead jones ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora