capítulo veintidós

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𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝐗𝐗𝐈𝐈: 𝐁𝐄𝐀𝐔𝐓𝐈𝐅𝐔𝐋 𝐄𝐘𝐄

El salón de la mansión Lodge estaba más animado que de costumbre. Las hermanas Cooper brindaban a la casa un aire alegre y algo más divertido de lo que habían vivido las Lodge y Lisa en los últimos días. Desde la llegada de Barbara a la ciudad, todo parecía mucho más tenso, daba la sensación de que cualquier nimiedad podría desencadenar en una catástrofe.

El tema de conversación por excelencia desde la llegada de Polly Cooper y su futuro hijo o hija había sido la preparación de un baby shower. Mientras las dos rubias discutían tranquilamente el tema, pidiendo la opinión de Hermione y Veronica cuando no se ponían de acuerdo, Lisa prefería mantenerse al margen y pensar lo menos posible en embarazos y bebés.

—¿Qué hay de papá y mamá? —preguntó Polly tras tragar.

—¿Qué pasa, cariño? ¿Quieres que vengan?

El tono calmado y dulce que usó Hermione le recordó a Lisa a aquellos momentos en los que ella estaba en una situación similar a la de la hermana mayor de las Cooper. Sin un lugar al que ir, asustada del futuro, temerosa de lo que estaba por suceder. Los rojos labios de la joven se fruncieron en una mueca melancólica y continuó comiendo con los ojos fijos en su plato.

—Sí, al menos mamá. Por cierto, Betty y yo estuvimos pensando... —la aludida abrió los ojos como platos y negó repetidas veces mientras golpeaba el brazo de su hermana para callarla—, quizá a tu madre le gustaría compartir fiesta. Ella también necesitará un baby shower.

La sala quedó sumida en un terrible silencio mientras todos los ojos se fijaban en la muda y seria figura de Lisa, que ahora miraba a Polly con el rostro en blanco. Esta buscó apoyo en su hermana, pero Betty estaba demasiado ocupada mordiéndose el dedo índice, presa del nerviosismo. Fue la silla de Lisa al arrastrarla la que terminó con el silencio sepulcral de la sala.

—Si me disculpáis.

Todas pudieron escuchar como corría escaleras arriba y se encerraba en el baño, cerrando de un portazo.

—¿He dicho algo malo?

—Polly...

Lisa, frente al espejo, observó su rostro sin poder evitar ver en este la sombra de su madre. El tiempo la había ayudado a olvidar cómo era aquella mujer y cuán parecidas eran. Sus ojos oscuros, grandes y redondos como los de una muñeca de trapo; sus rostros finos y delicados de mejillas sonrosadas y redondas, aunque con los años y los altibajos por los que Barbara había pasado los huesos de sus pómulos se remarcaban más que en el caso de su hija; sus cuerpos menudos, de piernas largas y finas, y espalda delgada. Hasta las escasas y débiles pecas esparcidas por su nariz y mejillas se asemejaban a las de aquella mujer. Eran dos gotas de agua, y la sola idea de ser tan semejante a Barbara lograba que Lisa perdiera la cabeza y deseara no haber nacido nunca, al menos no de ella.

Hacía una semana desde que había hablado con ella por última vez y recordaba con exactitud sus palabras y el tono amistoso con el que se las había compartido, como si ella no fuera realmente consciente del dolor que le había causado a Lisa con sus acciones.

—¿De quién es el bebé? ¿Quién es el padre?

Los labios de Barbara se curvaron en una sonrisa agradecida.

—Entiendo que te preocupes por él, y no sabes cuánto me alegra saberlo, pero no tienes por qué hacerlo. Te puedo prometer que este niño fue engendrado en un seno familiar y feliz. Su padre, mi marido, está en Nueva York. No pudo venir conmigo por asuntos de trabajo, pero te puedo asegurar que le habría encantado venir y conocerte.

BURNING RED » jughead jones ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora