Ataque

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Mientras todo ocurría los jinetes seguían buscando, tratando de encontrar algún indicio que le dijera en donde está. Los cazadores intentan subirla al barco o en su defecto a un dramillon, quieren alejarse antes de que algún jinete los vea.

Los jinetes se reúnen en la cueva. Agotados se sientan o dan de comer a sus dragones.

— ¿Cómo pudo desaparecer?

— Tranquila hermana—Dagur la toca del hombro—. Es capaz de defenderse.

— Esto es imposible—dice Astrid.

— No pudo desaparecer o esfumarse en segundos—menciona Patán.

Los gemelos solo se ríen ganándose la mirada confundida de sus compañeros.

— ¿Qué les sucede sabandijas? —interroga Patán.

— Que ustedes son los idiotas—responde Brutacio.

Los jinetes se observan confundidos.

— Los cazadores se la acaban de llevar—dice Brutilda.

Heather se acerca tratando de pegar a unos de los gemelos. Patán y Dagur tratan de evitar aquella atrocidad.

— Por amor a Thor, ¿por qué no lo dijeron? —interroga Hipo.

El sonido de los arbustos los alertan. Los dragones se acercan, antes de poder atacar son dormidos por flechas. Los jinetes socorren en su ayuda, Astrid junto a Heather sacan sus armas.

Digo sonríe al haber encontrado a sus rivales. Mandar a un pequeño grupo de cazadores a explorar funcionó, logró encontrar a viejos amigos.

— ¿Qué buscas, Digo?

Hipo está enojado. Primero juega con ellos durante bastante tiempo, segundo casi mata a su padre y por último se lleva a su amiga.

— Ya tienes lo que querías—dice Heather.

— Se me informo que había más jinetes de dragones por está área.

Chimuelo siendo el único libre del efecto de la raíz dispara múltiples veces tratando de alejarlos. Hipo junto a sus amigos evitan que les quiten a sus dragones.

En un punto chimuelo se detiene. Una mujer encapuchada aparece, su sola presencia intimida al furia nocturna. Ninguno cree lo que está viendo.

— ¿Quién eres?

— Acaso no reconoces a tú amiga, Hipo—dice Digo.

Incrédulos. Atenea nunca sacrificaría a los dragones, ellos la cuidaron cuando más lo necesito.

— Imposible—murmura Astrid.

— Como verán los negocios son negocios—dice Digo.

— Salvo a esos dos viejos dragones a cambio de los suyos.

Brogan llega junto a varios jinetes. No tiene sentido pelear, son pocos y sin los dragones no podrán hacer la diferencia.

Sin oponer resistencia deja que los cazadores se lleven a sus dragones. Chimuelo trata de resistirse al llamado del alfa, al ver aquello intenta acercarse siendo detenida por Brogran.

Por su parte Atenea silba cansando a los cazadores quienes se golpean la cabeza con lo que tren en las manos. Lo que ellos no saben es que fuera hay un pequeño dragón quien trae las llaves. Cuando lo ve, sonríe. Recibe las llaves y abre la celda. Se calla dando un descanso.

Camina haciendo resonar sus pasos. Se detiene al ver a aquel par majestuosos, mira su alrededor. Algunos cazadores disparan las flechas alertando a los dragones cautivos.

Sonríe, saca un hacha y se abalanza contra los cazadores. La sangre se exprese manchando la madera y pesados de metal. Sin sus enemigos abre las celdas, liberando a todos los dragones cautivo.

Camina y ordena a algunos dragones proteger a los ancestrales, como suele llamarlo. Al llegar a la popa algunos cazadores sacan sus armas. Una masacre va a iniciado.

Por su parte los jinetes intentan detener a Brogran, quien está golpeando a Chimuelo. Sus intentos son detenidos por el rugido.

— ¿Qué significa está insubordinación?

Al no tener el conocimiento necesario, no comprende el pro qué Chimuelo se rehúsa a obedecer a su rey.

— Aunque tenga mi aroma no podrás controlar.

Atónitos miran a Atenea. La ropa manchada de sangre, detras hay un sin fin de dragones.

— Nunca desobedecer a quien considera familia—informa con una sonrisa.

La encapuchada se deshace del disfraz. Ahora sí los jinetes tienen dudas sobre su pasado.

— ¡Obligarlo a entrar!

Atenea no borra su sonrisa, en cambio solo disfruta la desesperación de Brogran. El cazador trata de pegarle, siendo alejado por un susurro mortal.

Los cazadores y jinetes huyen dejando a los dragones solos. Aprovechando se acercan a sus amigos y los liberan.

— ¿Que sucede Brogran?

Digo solo se aleja ante la mirada de Atenea. Ya solos miran con enojo a la azabache quien solo sonríe con arrogancia antes de acercarse a los dragones mayores.

Astrid intenta acercarse, pero Tormenta se lo impide. Entienden y se aleja. Sola suelta un sinfín de groserías antes de caer de rodillas. Todo el dolor vuelve a manera de gritos, su cabeza zumba.

Mientras sufre ante la mirada de los dragones, los jinetes caminan hasta llegar a la playa. Heather deja caer su arma y se sienta en la arena.

— Hipo—murmura Astrid.

— No podemos abandonarla—dice Dagur—. Sabemos que la metimos en problemas, solo necesitamos disculparnos.

— Entiendo chicos—dice Hipo, pero emos cometido problemas. Atenea debe priorizar la protección de los dragones.

Patán y los gemelos solo hacen bromas detrás. Dagur niega y se aleja, tratara de convencer a la alfa de aceptar su ayuda. En eso un estruendo interrumpe su discusión. Miran como el humo aparece, preocupados emprenden vuelo. El lugar es justo donde está Atenea. Al llegar ven que la entrada de la cueva fue destruida.

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