¿Dragones o Atenea?

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Regresaron a la aldea, al poco tiempo regreso junto a varios dragones quienes evitaban que cualquiera pueda lastimar. Sus dragones se alejaron, a excepción de Chimuelo.

Están en el gran salón viendo la conversación de Estoico con Atenea. Algo extrañado se acerca captando la atención de los dragones quienes se levantan.

— Quietos—ordena.

Ven con asombro como bajan la cabeza y se alejan de Hipo.

— Siento interrumpir, pero tengo una pregunta.

Suspira.

— Los dragones nunca me lastimaron al demostrar que no era una amenaza me cuidaron en cuanto mi padre ordenó su casería—dice antes de que Hipo pudiera preguntar.

El resto de jinetes llegan. Les sorprende la manera en como los dragones la respetan e incluso le temen. Patán se coloca a su lado abrazando del hombro y sonriendo con superioridad.

— Esa es mi pareja.

— Patán—dice Astrid.

Dientepua se acerca, sopla detras haciendo que la suelte, al verla sola se duerme a su al rededor cubriendo con su cola.

— ¿Te llevaron con el alfa? —pregunta Patapez con entusiasmo.

— Sí.

— Es necesario saber dónde está antes de que los cazadores lleguen—menciona Hipo.

— Está frente a ustedes—murmura bajando la mirada.

Silencio. Creyeron o siguen creyendo que está ocultando al verdadero rey de los dragones, no puede ser un vikingo...¿verdad?

Patán le planta cara, al hacerlo los dragones gruñen intentando alejar de su reina.

— No creo que seas—escupe Patán—, solo nos estás confundiendo.

— ¿Cómo sabremos que dices la verdad? —pregunta Patapez.

Hipo se mantiene callado, analizando el comportamiento de sus amigos. Parecen atentos a los movimientos de la azabache, algo que solo se suele ver con sus jinetes, no con personas extrañas.

— Cuando mi padre llegó a la isla., yo estaba en el lado norte o sur...no lo recuerdo—el tono de su voz se va quebrando.

Astrid mira a Hipo que esté asu vez hace el mismo gesto.

— Trataron de protegerme—susurra.

Aún puede escuchar los ruidos de los dragones junto al grito de los vikingos, el como el humo se intensificó. Barbajal estaba frente a ella con arma en mano, intento matarla., a su propia hija.

Un viejo dragón se interpuso, recibiendo el daño. Un furia nocturna le salvo la vida, una criatura despiadada, pero a sus ojos un alma que iba muriendo. Sin perder tiempo intento detenerlo, fracasando y recibiendo un daño.

Su ojos izquierdo, perdió la visibilidad al igual que al resto de su familia. Solo dos dragones sobrevivieron y terminaron refugiándose en el polo norte, donde hasta la fecha sigue sin poder recuperar el cuerpo de aquel que considero un padre.

— Murió y yo recibí una cicatriz, al tener su sangre creyeron que era el alfa.

— Eso explica los rumores de los marineros—dice Estoico.

— ¿Qué rumores? —pregunta Patapez.

— Se decía que en el mar se veía a una mujer surcar los mares sobre criaturas extrañas.

— Eso explica el porque los cazadores sabían el término—murmura Patapez

— Digo junto a los cazadores han estado detrás de mi, dese hace diez años, en los cuales me han mantenido cautiva.

— Eso explica la forma en como obtuvieron el conocimiento necesario para capturar a los dragones—menciona Astrid.

— ¿En tiendes algo? —pregunta Brutacio a su gemela.

— No—responde Brutilda.

— ¿Has escuchado de Brogran? —pregunta Hipo.

— No.

Brogran un trabajador de Drago eso quiere decir que han estado siguiendo sus pasos desde hace algún tiempo.

— ¿Segura? —dice Astrid.

— En algunas islas e escuchado su nombre, solo eso—dice bajando la mirada.

🐉🐉🐉

Llevan un rato en la casa del jefe, conversan sobre la información recién recibida, mientras que su invitada se encuentra en el bosque mirando a los dragones jugar.

Elevla la mirada mirando las tonalidades pastel reemplazarse por oscuras. Suspira antes de llevar sus manos al cuello y dar masaje.

— Es curioso que ese día se vaya acercando—murmura.

Astrid quién fue a buscarla junto en ese momento logró escuchar sus palabras, estar en Tormenta le ayudo.

— ¿Qué día?

Se levanta logrando asustar al dragón quien intenta bajarse. Ordena descender, baja de un salto siendo sujetada por un cambiante.

— Solo es un día que se suponía que fuera “especial”—hace entre comillas con los dedos—. Solo pido que alguien me entienda, comprenda el por qué no puedo tener amigos o aliados.

— Entiendo—murmura.

Astrid no quiere darle las malas noticias. Realmente quiere ser una amiga, alguien con la que pueda confiar.

— Tengo malas noticias...no ayudaremos.

— Entiendo.

Realmente espero que comprendiera los motivos por los cuales no pueden apoyar.

— Solo quiero decirte algo—murmura sonriebdo—, si algo llega a pasar no dudaré en sacrificar a sus dragones. Digo quiere a Chimuelo.

Sorprendida trata de seguirla. Los dragones se interponen, evitando que oieda cumplir su objetivo.

— Tratamos de ayudar, solo no nos lo permite.

— Eso dile a sus dragones.

Se aleja dejando a Astrid frustrada. Entre distracciones logra apartar a los dragones, al acecarse pudo ver a Atenea sostener su pecho con fuerza arrodillama mientas que Tormenta intenta levantar.

Trata de acercarse, siendo detenida por un movimiento erróneo. Se oculta antes de que un cambiante pueda atacar. Atenea se levanta con dificultad.

— Mierda—murmuta agitada—. Solo faltan tres días.

Ante aquellas palabras se aleja. Necesita decirle a Hipo antes de que Atenea se vaya para siempre. Corre hasta la aldea, se sigue al gran salón donde abre las puertas llamando la atención.

Hipo junto al resto se acercan preocupados, creen que los cazadores pudieron adneyrarse y llevarse a sus amigos.

— ¿Qué sucede, Astrid? —asustado intenta encontrar la respuesta.

— Debemos ayudar—murmura agitada—. Tiene tres días para encontrar a su amiga o terminarán matando.

Eso dio a entender las palabras de Atenea. El sonido de pasos los alerta, Atenea llega con algunas heridas y ropa desgastada, detras pueden ver a un furia nocturna.

Acaba de recuperar a su amiga. Fue una trampa que logró frustrar, así logró recuperar a su fiel compañero y evitar que pudieran adquirir a sus nuevos amigos escamosos.

— Eso no es correcto—sonríe.

— Por amor a Thor, ¿qué está pasando? —cuestiona Hipo.

— Debí regresar antes de que los cazadores lleguen.

Llegar a dónde. Astrid se acerca colocando la mano en el hombro para darle apoyo.

— Son dragones antiguos, se pudiera decir que son los únicos de su raza.

Sorprendidos se miran. Hipo y Patapez se emocionan, se acercan a preguntar sobre las criaturas misteriosas. Astrid ha tenido que interferir para dejarla hablar.

— ¿Qué sucederá si no llegas? —dice Astrid.

— Hay una especie de jerarquía. Si algo les ocurre puedo morir.

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