8. Piero Barone

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Las palabras quedaron en el aire, así como también la bofetada que Ainhoa le había plantado a Gianluca. Sus ojos se tornaron fijos. La miró en silencio. No hizo nada por frotarse la mejilla que de seguro le estaba ardiendo. Sin nada mas que decir, Ainhoa caminó... mas bien corrió con grandes zancadas y salió por la puerta. Apenas el ascensor se abrió y entró. Quería salir ya de ahí. Pasó corriendo el enorme pasillo, cruzó justo en frente del velador.

-Oiga, ¡señorita!-gritó preocupado- ¿está bien?

Pero no se detuvo a dar explicaciones al pobre hombre. Salió por la misma puerta por donde entró junto con Gianluca minutos antes.

Todo había sido tan repentino. Repentino y triste. No tenía ni una semana en Italia y con ese magnífico trabajo y ya había logrado que la despidieran. Corrió. Corrió y corrió por las pequeñas calles hasta detenerse en uno de los pequeños callejones de la zona. Tenía su cámara en el bolsillo.

La sacó de la funda y le tomó una foto al hermoso paisaje de nubes grises. Sin duda se avecinaba una tormenta. El cielo comenzó a rugir. Primero leve y luego los truenos se hicieron mas fuertes.

Se había puesto ropa semi deportiva, de modo que de calzado llevaba sus zapatillas para correr, un pans negro con brillitos a los lados, y una sudadera negra que tenía adelante las letras "ADIDAS".

Se sentía toda una intrusa y una estúpida. Jamás la habían echado de un trabajo y tenía que reconocer que todo fue culpa suya. <<Bien dicen que el que busca, encuentra>>, pensó ya resignada. Un tronido proveniente del cielo le hizo saber que pronto se desataria una gran lluvia... Demasiado tarde. Se desató el aguacero a cántaros en cuestión de segundos.

-Y yo que pensé que esto no podría empeorar.
Se dijo lamentándose. Tenía que correr. No sólo porque tenía que llegar a empacar lo mas pronto posible, sino porque también cogería un fuerte resfriado producto de la tormenta.

Se colocó el gorro para cubrirse la cabeza, pero fue inútil. El agua le llegó hasta la ropa interior. La cámara se mojaría.

Pasó justo frente a un café que parecía desolado. Excepto por una persona que al parecer estaba tomándose un café a solas. Quizás estaba esperando a alguien o sólo pasaba un rato de relajación solitaria.

Afuera del local había unas cuantas personas merendando pero la lluvia los auyento. La misteriosa persona dentro del café, era un chico. Un chico solitario que al instante miró a Ainhoa sola bajo la lluvia y tiritando de frío.

Como si hubiera visto a un ángel, corrió hacia la puerta y salió del local a toda prisa. Trató de arrancar la sombrilla de una de las mesas pero un mesero lo reprendió severamente.

-¡Disculpen!-gritó agitado a una pareja que estaba pagando la cuenta y a punto de irse -¿podrían prestarme su paraguas?

-Estás loco-sentenció la chica-. Ya nos vamos...

-¡Miren allá!-gritó casi por inercia y ambos voltearon a donde el chico apuntó y en menos de dos segundos tomó el paraguas de la mesa y echó a correr-. Lo siento...-respondió a la pareja joven que le reclamaba por llevarse el paraguas sin permiso.

Corrio tan rápido como pudo. Entre mas corría mas cerca de esa chica estaba. Tenía el cabello hasta la espalda. De él, resbalaba el agua y parecía ir bailando.

-¡Oye, espera...!

Su grito se cortó al sentir como sus piernas se enredaban entré sí, haciéndolo caer. Un fuerte tropiezo lo tumbó y se desplomó a los pies de Ainhoa sobre el pavimento mojado.

-¡Ah!-gritó asustada -...oye... ¿estás bien?

El chico de las gafas levantó la vista hacia arriba sin ponerse de pie. Entonces la miro pero... sus gafas se habían caído justo al momento del tropiezo.

Piove (Ciao ciao Bambina)-Gianluca GinobleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora