Arché

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Escamas de jade fugaces.


Habían pasado años desde que Atenea convocó a su hija en su templo por última vez. La joven antes de saber nada se imaginaba que algo bueno no podía haber ocurrido para que tal evento hubiera sucedido. Quizás temía lo que su madre iba a decirle, o simplemente la presencia de ésta después de tanto tiempo. Génesis llevaba una vida normal para ser una semidiosa. Entrenaba con las amazonas todos los días para fortalecerse. Las amistades no eran una cosa que tuviera en mente, pues pensaba que era lo que menos importaba comparándolo con la cantidad de deberes que tenía. Puede que solo se preocupara por la chica a la que salvó de un cíclope hace escasos años. En todo caso ya no sabía nada más de ella, ni siquiera recordaba su nombre. Si es que esa pequeña se lo había dicho, cosa de la que dudaba.

Inhaló aire y trató de calmarse armandose de valor antes de pasar al lugar en el que vería a su madre.

—¿Madre, está ahí? —Pronunció unas palabras antes de entrar en el lugar sagrado.

—Adelante. —Una suave brisa abrió las puertas del monumento y la impulsó hacia delante. — Ha pasado tanto tiempo. —Su voz resonaba por todos lados, imaginó que no se mostraría en persona en el primer momento.

—¿Podría ver su rostro de nuevo madre? —Rogó por apreciarla después de tanto tiempo. En aquel momento lo que más le apetecía era que pudiera observar a la mujer que la estuvo aconsejando tantas veces y enseñado tanto durante toda su vida.

—¿Podrías por favor esperar? Debo de decirte algo más importante que mi imagen en estos momentos. —Si Atenea había dicho eso es que algo muy serio ocurría. Se calló como gesto de aceptación.— Algo muy terrible está apunto de ocurrir, se acerca una guerra en la que si no hacemos nada para detenerla antes de que sea demasiado tarde acabará con toda Grecia.

—¿Una guerra madre? —Su cuerpo se tensó, la guerra era algo serio y más aún si se convertía como la anterior por la que pasaron las griegas y los niños que duró aproximadamente un siglo.— ¿Cómo es eso posible? ¿Contra quiénes se enfrentarán los pobres pueblos?

—Zeus que todo lo sabe lo anunció en la sala de los 12. —Una estatua empezó a brillar con bastante intensidad.— También presentía que una desgracia caería sobre nosotros. Hemos estado viviendo un largo período en paz. Ares tenía que hacer una de las suyas, imagino que sabrás sobre quien estamos hablando.

—Poseo esos conocimientos. —Hizo un puño con su mano y lo llevó a su pecho pulsando sobre este con fuerza.— Debe de saber por lo que estamos pasando. La falta de alimentos en Atenas, la capital. Debería de saberlo, Deméter nos castigó a todos.

—Los humanos y semidioses que vivís en la tierra debéis comprender el enfado de Deméter. Claro que conozco la historia de lo sucedido. En la situación en la que estáis os veis obligados a aprender, a aceptar vuestro estado y como hacer que mejore. Espero que pronto se le pase la furia, aunque no creo que eso sea posible. —Una brillante luz cegó la vista de la muchacha . Poco a poco, se hizo más nítido. Era la imagen de la mismísima Atenea.

—¿Madre? —Dio unos pasos para acercarse a la mujer. Cuando vio su imagen sonrió, pudo ser su primera sonrisa después de un largo plazo. El gesto de sonreír en su vida no tenía un significado exacto, podía expresar tantas emociones. — Debemos actuar rápido. ¿Contra quienes nos enfrentamos?

—Contra los bárbaros. —Un silencio de preocupación invadió el Partenón.

—Zeus debe de hacer algo, quizás formar al ejército. —Acarició el arco que llevaba siempre junto a ella. Fue un regalo de su padre cuando él aún pisaba la misma tierra que ella.

Quema las joyas ; jjk, kth, pjm            +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora