Scopaesthesia

90 16 3
                                    

El Reilar de un Cuerpo sin Rostro


Aquella noche se podía oír el canto de una sirena. Ésta, miraba la Luna, pensando en algo o quizás en alguien, pero la miraba y en su mirada se reflejaba confusión.

A lo lejos, se pudo escuchar el trotar de un caballo. Rápido como el viento, no como los caballos de los humanos, mundanos y sin fuerzas, sonaba fuerte contra sus oídos, el relinchar del caballo se acercaba por el este, Hoseok era un hombre hecho y derecho, era grande, de cuerpo atlético y porte serio, sus ojos como chocolate fundido penetraban en el alma de a quien viese, sus labios, rosados y apetecibles atraían la mirada de cualquiera y su sonrisa derretía a todo ser viviente. Era tan alegre y positivo que contagiaba a todo el mundo hasta que los volvía locos de alegría, era un alma libre y pura, pero su porte serio le daba un aire ardiente que toda mujer deseaba al momento de verlo. Hoseok era la definición de que existe las apariencias a primera vista.

La sirena detuvo su canto, sabía a quién pertenecían los trotes de ese animal. Bajó las rocas donde se encontraba, hasta nadar a la orilla y cambiar su forma a la de humana. Su pelo cobrizo mojado goteaba mojando su espalda y mojando la pálida de su cuerpo, su cola escamosa y larga, brillante reflejada por la luz de la luna resplandeciendo como el color del bosque de otoño resaltando sus ojos miel oscuro, de largas y atléticas piernas, su turgente trasero tapado con unos shorts negros aunque su vientre plano estaba desnudo a diferencia de sus pechos envueltos en un top acuático.

Subió por una colina, cada vez más cerca del ser.

— ¡Cassiopea! — la chica pudo oír la voz de su hermano, quien montaba el caballo. Unos minutos después, lo vio aparecer de la espesura del bosque. Paró el caballo, lo acarició para darle las gracias y sorprendió a su hermana bajando del caballo a una chica, quien echada estaba.

— ¿¡La has matado!? — preguntó incrédula corriendo hacia él.

— ¡No, tonta! Regresaba a la costa a caballo, pero por el camino vi a esta chica. Estaba en medio del bosque tirada, no podía dejarla ahí. Aún tiene pulso, aunque la noto débil. — dijo el chico.

— Está bien, Hoseok. Echémosle un vistazo. — accedió Cassiopea.

Ambos hermanos se acercaron a la dormida chica. Su rostro estaba sucio además de la ropa y parte de la piel que se podía observar descubierta, estaba llena de raspaduras y algún que otro moratón que parecía estar desapareciendo en esos momentos, su rubia cabellera estaba despatarrada por todas partes, los grandes rulos acababan a la altura de su estrecha y diminuta cintura, nada comparada con sus grandes caderas y pechos, su mano estaba cerrada entorno a un collar que se negaba a soltar aún inconsciente, las piernas blancas y cubiertas del rojo de la sangre seca eran largas y fuertes. Estaba fuera de peligro por lo que los hermanos respiraron con tranquilidad, luego de examinarla y comprobar que no tuviese heridas grandes, la sirena habló con la mano en el mentón.

—Si mis conocimientos no se equivocan, es una valquiria. No tiene heridas muy graves, pero sospecho que se desmayó por estar débil. — dijo la chica. Entonces, la desconocida se movió, y ambos hermanos la miraron atentos.

— ¿Q-qué ha pasado...? — preguntó la aturdida valquiria. Los párpados que protegían sus ojos se abrieron desvelando un par de orbes verdes penetrantes que resaltaban en su cara, eran más grandes de lo que parecían cerrados, curiosos y muy observadores. Las abundantes y largas pestañas que cubrían sus ojos se batían frenéticamente.

—Hoseok, quédate atrás, a las valquirias no les gustan los hombres. —Susurró Cassiopea.— Verás, valquiria, te desmayaste y nosotros te encontramos. —La valquiria se levantó del suelo, cogiéndose la cabeza con las manos y observando a su alrededor.— Sospecho que te desmayaste por encontrarte débil, así que si quieres puedes quedarte con nosotros. —Sonrió amablemente.— Yo soy Cassiopea, soy una sirena. Y este es mi hermano, se llama Hoseok, es un tritón. —Giró su cabeza hacia él, comprobando lo que había dicho, más sin embargo Cassiopea llamó su atención de nuevo.— Es un hombre, pero tranquila, es bueno. ¿Tú cómo te llamas? — preguntó la cobriza con dulzura.

—Soy Rossweisse Vita Vólkov... Pero basta con que me llames Rossie. Gracias por acogerme. —dijo la valquiria sonriendo.— Recuerdo que estaba buscando algo, pero tomé algo tóxico y unas amazonas me rescataron y curaron. —Se sobó los brazos.— Luego caí a unas ruinas subterráneas, pero caí literalmente encima de un demonio. — Hizo un gesto exagerado de desagrado y susto haciendo reír a los hermanos Jung.— Ese idiota me hizo daño y hubo muchas cosas en pocos segundos, creo que algo hizo ¡bum! —Elevó los brazos asustándolos.— y yo salí disparada de ese pozo. ¡Espera! ¡Yo buscaba a Aisen! — recordó la valquiria levantándose con extrema rapidez.

—No hay de qué. Bueno, te curaremos las heridas y hoy dormirás con nosotros. Mañana si quieres seguiremos buscando a ese tal Aizzen y luego te llevaremos con las demás valquirias. — contestó Hoseok. Rossie dirigió su mirada a él y Hoseok se dio cuenta de que había hablado donde no debería, se mordió la mejilla internamente nervioso. ¿Y si le miraba con odio? A Hoseok no le gustaba nada el rencor. Ella giró su cuerpo hacia él, quedando tras Cassiopea, inconscientemente se pegó a ella un poco agarrando su brazo, como si Cassiopea fuera un escudo, Rossie lo miró dubitativa, sus ojos oscilaban entre Hoseok y Cassiopea que la miraba confusa, sabía que las valquirias dudaban de los hombres y desconfiaban profundamente a tal punto de quererlos matar. Pero esa no hacía tal cosa, solo los miraba buscando... ¿algo?

Rossie alzó la mano con extremada lentitud y mucha fuerza de voluntad.

Tal vez... tal vez no me haga daño... ella dijo que es bueno...

Sus pensamientos eran un desorden mental. Aun así extendió los dedos a la par que alzaba la mano viéndole a los ojos.

Hoseok entendió en seguida lo que intentaba hacer, estaba haciendo un esfuerzo. Aunque iba en contra de ella. La miró a los ojos y le sonrió mostrando su dientes, agarró su mano y la apretó saludándola lo más agradable y alegre que podía, no quería asustarla.

—¡En serio, os lo súper agradezco! —Saltó en su lugar de manera infantil, haciendo rebotar toda su anatomía y volar su pelo.— ¿Pero no vivís bajo el agua? Haré glu glu glu y moriré si me quedo ahí. —Dijo la rubia confusa.

—Sí, pero hay objetos especiales para poder respirar bajo el agua. Toma este anillo y no te lo quites hasta que Hoseok o yo te lo digamos, ¿entendido? De lo contrario te ahogarías. —advirtió la sirena, Rossie sonrió asintiendo con una sonrisa aniñada en el rostro. Estaba emocionada.

— Oh... es muy bonito... es un anillo de perla... —La valquiria miró embelesada el obsequio, sus ojos habían empezado a brillar.

— Sí, precioso, pero venga, tenemos que curarte. —Metió vidilla Cassiopea.

Hoseok y Cassiopea corrieron hacia el acantilado y ambos saltaron de cabeza. Rossie corrió detrás asomándose.

—¿Yo también tengo que saltar? —Dijo anticipando su esperada acción.

—No, baja hasta la orilla y métete en el mar, agárrate a uno de los dos y quédate quieta hasta que lleguemos.

—Jo. — Rossie siguió las instrucciones dadas y se metió en el agua. Se agarró a Cassiopea, poniendo sus brazos en su cuello, quedando encima de su espalda.

—Bien, Rossie, ¿tienes el anillo puesto, no? —Preguntó Hoseok.

—¡Sí! —Contestó emocionada.

Debido a que era de noche nada se podía observar a esas horas. Lo único que noto realmente fue el hecho de entrar en una cúpula, no sabía que los seres marinos nadaban tan rápido, era como ir en una moto a toda velocidad, se sentía bien, se sentía como una bala.
El viaje fue seguro. Llegaron a casa después de pasar por la cúpula de aire, era transparente, de un color cristalino que por fuera estaba camuflado para que no se viese a simple vista, desde dentro se podía observar todo el océano que los rodeaba. Parecía una ciudad, pero con agua por cielo. Ahí los hermanos Jung retomaron su forma humana caminando por las grandes instalaciones, ellos eran unos de las personas más importantes del mar, supuso la valquiria, pues se alojaban en el edificio más grande y aparentemente lujoso, justo en el último piso. Cassiopea le ofreció ropa a Rossie, quien la aceptó de buen gusto con una sonrisa en la cara, los ojos brillantes como bombillas y las mejillas encendidas como llamaradas, nunca se había alejado tanto de su territorio, su madre había mantenido una orden a todas sus hermanas de que la vigilaran, y tampoco es como si ellas quisieran separarse de ella, los moratones, rasguños y golpes que había en el cuerpo de la rubia desaparecieron por sí solos al mantenerse tranquila y en reposo.

—¿Eres capaz de auto curarte? ¡Increíble! Yo lo intento pero es imposible, necesito la ayuda de Namjoon.

—Sí, la desarrollé cuando era pequeña. —Sonrió desviando de tema.— Esto está muy bueno, les agradezco mucho por la comida. —Hizo una pequeña reverencia de pie, típica de una persona de alto rango. Aunque Cassiopea no le tomó importancia alguna.

— ¿Qué es esta carta, Cassio? — preguntó el mayor de los Jung saliendo por la puerta de su habitación.

— Ah, no la he abierto. Decía que era para ambos, así que no quise abrirla sin ti.

— Bien, ahora podemos verla. — el chico se sentó con su hermana y Rossie. — Estimados hermanos Jung; se les demanda en castillo mañana por la tarde en reunión de urgencia para ser informados sobre el lugar que tomarán en la guerra que se avecina. Ambos han sido escogidos para participar en ella, y no solo eso, sino para ser unos de los cabezas del ejército. En esta guerra nos uniremos toda Grecia contra los bárbaros. Se les espera a las cinco de la tarde en Palacio Real. Rogamos comprensión. Atentamente, El Dios de los Mares, El Señor Poseidón. — terminó de leer en voz alta. Un silencio abarcó la sala. Cassiopea suspiró mordiendo sus labios.

— ¡Entonces vais a estar conmigo! — dijo de repente la valquiria presente en la sala.

— ¿Qué? — preguntaron al unísono los hermanos.

— Yo también iré. —dijo la dulce chica sonriendo.—

— ¿Tú? — ambos hermanos estaban sorprendidos. — parece que las apariencias engañan. — comentó Hoseok.

— Sí, bueno. Además me han dicho que serán cuatro almirantes y dos vicealmirantes, pero no me han dicho quién estará a cargo del ejército. — comentó la rubia.

— Creo que será mejor que durmamos. Mañana será un día largo. — dijo Cassiopea.

—Gracias por rescatarme señor Hobi. —Se dirigió Rossie a Hoseok, retorciéndose las manos nerviosa mientras hacía una reverencia de 90º.— Se lo agradezco mucho.

—¡No te vayas a preocupar por eso, y no soy tan mayor! —Rió acariciándole el pelo a la Valquiria. Ésta se tocó la cabeza al ver como el castaño se alejaba a su habitación.

Sí que es una buena persona.

Observó su mano mientras la abría y cerraba. Sus manos eran muy suaves. Cuando la apretó.

Fue cerrar los ojos y sentir que no habían dormido nada al volver a abrirlos ocho horas después.

—¡Arriba, princesas! ¡Es hora de levantarse! — vociferó alegre Hoesok saltando en un pijama de osos rosas. Por otra parte, Cassiopea gruñó contra la almohada.

—Déjame en paz... — dijo, girándose para evitar la iluminación.

—¡Vamos, Cassio! — dijo también Rossie.

—Agh... tenía suficiente con un sol... ahora son dos... demasiada luz para mi oscuridad... — siguió quejándose, aunque se sentó en la cama.

Los tres chicos desayunaron. Decidieron que debían prepararse y salir rápido. Debían devolver a Rossie y luego los hermanos asistirían a la reunión a palacio. Volvieron a la superficie sin problema alguno.

— Bien, ve saliendo, Hoseok y yo tenemos que cambiar a nuestra forma humana. — dijo Cassiopea, y así lo hizo. Rossie nadó el trecho, los chicos ya no debía nadar con carga. Llegaron a la orilla, y cambiaron a su forma humana.

—Bien, ¿nos puedes devolver el anillo, Rossie? — preguntó Hoseok. La mirada de Rossie se nubló, y Cassiopea pudo advertir que no veía intenciones de devolverlo en ella.

—Oh... el anillo... — dijo Rossie.

—¿Sabes? Da igual. Tengo otras joyas de ese tipo, además veo que te ha gustado mucho. Y también imagino que vendrás más por aquí ahora que serás más cercana debido a lo del ejército. — dijo Cassio.

—¡Muchas gracias! —La rubia sonrió como niña pequeña abrazando a Cassiopea. Cassiopea, al principio algo pillada, sorprendida por la afectividad de quien sería su nueva subordinada en el ejército, a Cassiopea le parecía débil, y eso le daba pena. Pero después de todo, no podía negarse, así que le correspondió.

—¡Chicas! Daos prisa, el camino para llegar al castillo de las valquirias es algo largo, tardaremos una hora a caballo aproximadamente. Yo llevaré el caballo, que Rossie vaya en medio y Cassio atrás. Cuando estemos cerca, tendremos que bajar y tendréis que ir vosotras, es peligroso que yo me acerque por mucho que haya ayudado a una valquiria. — dijo Hoseok.

—¡Sí, señor! — dijo Rossie tan entusiasta como siempre. Cassio suspiró; "La que me espera." Hoseok puso sus dedos en la boca y silbó.

— ¡Tinashe! — gritó después.

—¿Quién es Tinashe? — dijo la valquiria. La otra chica se pasó las manos por la cara.

—Su caballo. —Contestó. Un par de minutos después, apareció el caballo por la maleza, y así iniciaron el viaje. Rossie no dejaba de hablar con Hoseok, que estaba muy interesado en saber más de las Valquirias, les prestaba mucha atención pero durante este, Cassiopea tuvo sensaciones algo extrañas. A veces se sentía aturdida, observada o confusa. Llevaban ya un buen trecho recorrido, cuando le pareció ver un sombra corriendo, hacia la misma dirección de ellos. ¿Pero qué? Quiso advertir a su hermano, pero decidió que lo principal ese día era llevar a la valquiria y el hecho de que tendrían que ir a pie un rato que ninguna de las dos sabía montar a caballo, le ponía los pelos de punta. Quiso volver a buscar la sombra, pero ya no estaba. Se negó con su cabeza a sí misma, pensando que habría sido su imaginación o algún animal. O eso deseaba.

—¡Cassiopea! —Gritó su hermano buscando llamar su atención. Ella volvió en sí.

—¿Estás bien? Hemos llegado ya, a partir de ahora tenéis que ir a pie. Iré un poco más atrás para estar fuera de peligro y para que Tinashe descanse. ¿Vuelve rápido, vale? Tened cuidado. Nos veremos pronto, Rossie. —Hoseok besó la frente de su hermana, y se despidió de la rubia alborotando su pelo y apretando su hombro.

—Sí. Vuelvo pronto. Hasta luego, Hoseok. —se despidió la sirena.

—¡Adiós, Hobi! ¡Encantada de haberte conocido, espero verte pronto! — se despidió Rossie.

Cassiopea y Rossie continuaron el camino. La primera se sentía algo paranoica, llevaba todo el camino mirando a su alrededor, memorizando todo lo que podía aquel camino. No porque fuese a perderse, sino por si le daba si algo estaba fuera de lo normal.

—¡Mira! Allí está mi casa. Ven, te presentaré a mis hermanas y les diré lo buena que has sido conmigo. —dijo la chica. Corrió hacia el castillo tirando de la cobriza y cuando llegó, no esperó a nada.

—¡Hermanas! Venid. Ayer conocí a mucha gente, las amazonas me ayudaron y esta chica también. Es una sirena, se llama Cassiopea. Me curó, me dejó dormir en su casa y me regaló este anillo tan bonito, con él puedo respirar bajo el agua. Además también ha recibido la carta de la guerra, ella y su hermano serán dos de los cabezas en ejército, ¿no es espléndido? —Terminó Rossie. Pero entonces, cuando mencionó a su hermano Cassio entró en pánico.

—¿Hermano? ¿Hombre? —Cuestionó una de las valquirias. Una diferente a Rossie, parecía una mujer fría, sus orbes negros y el pelo liso atado en una cola de caballo la hacían ver muy seria.

—Eh, sí, mi hermano, es un tritón. No se preocupen, también ayudó a Rossie y me encargué de que no hubiese ningún contacto físico entre ellos. —aseguró la sirena, obviamente mintiendo.

Quema las joyas ; jjk, kth, pjm            +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora