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Fue algo extraño. Me sentía como fuera de lugar, como si estuviera escuchando una conversación privada. Pero no podía pedirle que parara, que no hablara más porque me sentía incómodo. Ella había acudido a mi porque necesitaba alguien con quien hablar sobre el tema, y por alguna razón yo le parecí la persona indicada. Yo. Un joven de 19 años, de estatura mediana y pelo enrulado que trabaja en una cafetería por las mañanas y estudia por las tardes. Yo, un ser nervioso y ansioso, con grandes cambios emocionales y miles de paranoias. No se que tendrá esta chica en mente, la verdad, pero tiene un gusto horrible cuando se trata de personas.
Terminó de contarme que fue ella quien manejaba aquella noche, que el chico en el asiento del acompañante era su primo, y por su puesto creía que era todo culpa suya. No supe que decirle. Al principio me pareció patético.  Y no me tomen como una persona insensible, pero es que no podía pensar en otra cosa. Sentía como si hubiese terminado de ver la película más cliché del mundo. Una chica que esconde sus verdaderos sentimientos detrás de una máscara de indiferencia y mal genio, cuando finalmente logra liberar todo lo que lleva dentro resulta ser un trágico pasado, un accidente, una muerte de un ser querido, y todo culpa suya. Siente que la vida se le cae a pedazos, pero disimula todo con una sonrisa. Ya se, soy un bruto. Se estarán preguntando ¿Lucas, como podes pensar eso? La chica en serio pasó por mucho, esto no es una simple historia. O quizás sí.
En fin, obviamente que no dije nada de lo que acaban de leer, eso fue sólo un pequeño avistaje a mis pensamientos en aquel momento. Supongo que fueron causados por el pánico que sentía. ¿Qué se supone que le respondes a una extraña, con toda la cara bañada en lágrimas y mocos, que acaba de contarte como asesinó a su primo? Lo primero que se me ocurrió decir fue que lo sentía mucho, y que no fue culpa suya. Pero vamos, ella pudo haber tenido un poco más cuidado ¿No? Digo, es invierno, hay nieve, las calles son peligrosas. Bueno, no importa, no puedo ir y decirle 'Querida, sos una estúpida, tendrían que arrestarte a vos y al señor que aprobó tu licencia de conducir'. No, eso no está bien.
Sin embargo, a pesar de todas esas cosas horribles que pensé, sentí lástima por ella. Al principio creí que estaba loca, ¿Como podía hablar sobre semejante tema con una persona que apenas conoce? Y luego pensé ¿Y si no tiene a nadie más con quien hablar? Claro, siempre está la opción de un psicólogo, pero no todo el mundo puede andar pagando uno. Tal vez no le gustan, vaya uno a saber. Pero me había elegido a mi para ser quien escuchara su historia (desgraciadamente) y no podía darle la espalda, simplemente no podía.
En cuanto se calmó, le serví un capuchino de vainilla y un paquete de pañuelos para que se limpiala la cara, debo admitir que se veía bien incluso hecha un desastre.

'Sabes, cuando yo era chico solía pelear mucho con mi hermano mayor - comencé a contarle una anécdota de mi infancia, tal vez si compartía mi dolor todo esto no sería tan raro - Pero una vez, se nos fue todo de las manos, nos pasamos de la raya. Estábamos discutiendo sobre quien debía juntar la popo del perro, claro que ninguno quería hacerlo - logré sacarle una sonrisa - discutimos un largo rato, hasta que a mi hermano se le ocurrió hacer una carrera de obstáculos, y como ingenuo acepté. Obviamente ganó él, era más rápido y más fuerte que yo, y me enojé. Comencé a gritarle y a pegarle patadas, él se reía ya que no le hacían ningún daño. Eso me hizo enojar aún más, así que cuando mi hermano se dio vuelta para salir del cuarto lo empuje y calló sobre una mesa de vidrio. La mesa se rompió y mi hermano atravesó el vidrio con la cabeza, y eso que tenía una cabeza llena de aire - esta vez rió - En fin, se había cortado varias partes del rostro y los brazos, nada grave, excepto por un corte profundo en la frente, no paraba de sangrar. Tuvieron que llevarlo de urgencia al hospital y coserle la herida. Recuerdo que después de ese accidente, solía llorar todas las noches, el recuerdo de mi hermano con la cara llena de sangre no salía de mi mente, era una tortura. Estuve así por meses, pero no le dije a nadie, el único que sabía era mi hermano. Una noche, me había escuchado llorando y fue hasta mi cuarto a ver que pasaba. No pude disimular las lágrimas, y estalle al ver su cicatriz. Hoy en día me cuesta mirarlo fijo a los ojos, se notan algunas pequeñas cicatrices a los costados, aunque la de la frente apenas se nota. Claramente, este accidente no es nada comparado con lo que vos sufriste, pero dejame decirte que la forma de curar tu dolor es la misma. No va a desaparecer, pero se va a hacer menos visible, como la cicatriz de mi hermano. Cada vez que la veo, es un recordatorio constante del daño que le cause, tal vez vos, al ver a tus tíos te recuerde el daño que les causaste a ellos. Pero con el tiempo, todo va a mejorar, el dolor se va a hacer menos visible y más soportable, hasta el punto en que sólo sea un recuerdo, uno feo, pero un recuerdo al fin. Y por más que intentes deshacerte del dolor, no lo lograrás por completo, en algún momento volverá. Tal vez una noche en la que te encuentres sola en tu departamento luego de haber roto con tu novio o reprobado tus exámenes por los que tanto te esforzaste en estudiar, y vas a pensar 'Nada me sale bien'. Te vas a acordar del día del accidente, y te vas a volver a hecha la culpa. Es el ciclo. Y es como tiene que ser, todo lo bueno en este mundo no sería bueno si no existiese algo malo. No sabríamos decir qué es bueno ni por qué lo es, si no tuviéramos algo con lo que compararlo, algo malo. Es como el yin y el yang ' no me había dado cuenta, pero ya había comenzado a hablar sin parar, a filosofar como un lunático, estaba segurísimo de que aquella chica iba a salir corriendo. Sin embargo, me sorprendí al ver que no se movía. Estaba sentada en frente mío, sólo me miraba, yo la miraba también, y no se sentía para nada incómodo. Tampoco se sentía como una de esas escenas románticas en las películas de drama.  Era como si estuviese intentando leer mi mente, escarbar en lo más profundo d emi cerebro para lograr entender de donde habían salido esos pensamientos. Y yo. Yo me sentía libre. Nunca había hablado sobre algo tan profundo como el bien y el mal del mundo con alguien sin que se quedara dormido. Era lindo poder escuchar a alguien y sentirme escuchado al mismo tiempo.
Ahora mismo me encuentro acostado en mi cama, dándole vueltas a aquella escena. ¿Cómo nos habremos visto desde afuera? ¿Qué habrá pensado algún extraño que escuchó, de casualidad, nuestra conversación al pasar? De todos modos, eso no es tan importante.

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No me crean cuando digo que voy a publicar más seguido.

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⏰ Última actualización: Jan 30, 2018 ⏰

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