27 de Diciembre

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¿Cuánto tiempo faltaba? Seguramente cada vez menos, la pirotecnia que resonaba en las calles era cada vez más frecuenta. Me había sentado en las escaleras de una casa, con las manos sobre las rodillas mirando el infinito, por el momento mis recuerdos habían tenido una sucesión lineal pero la verdad es que no lograba recordar mucho del día veintiséis, suponía que aquello podía deberse a que aquel día había pasado gran parte en cama... o al menos eso recordaba.

Saqué la ultima menta del paquete y la observé unos segundos mientras la sostenía con mis dedos, había una diferencia abismal entre el día veintiséis y veintisiete ¿Recordaba sucesos de aquel día? Sin duda lo recordaba pero no necesariamente todas se remontaban al veintisiete de Diciembre de este año... más que nada me obligaban a recordar un día que sucedió hace tres años. Me llevé la menta a la boca y regresé la mirada al infinito, aquel frescor tal vez me ayudaría a continuar relajado con la mente algo despejada, al menos por otro par de minutos.

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27 de Diciembre (4 días antes de año nuevo)

El dolor definitivamente se había reducido, ya podía moverme sin necesidad de quejarme con cada paso. Al verme en el espejo definitivamente podía notar las magulladuras que habían quedado en mi rostro, la inflamación de la mejilla había aminorado y simplemente el roce de mi mano no generaba dolor.

Había sacado un paquete de cerveza de la nevera y los había colocado sobre la pequeña mesa que estaba junto al sofá del apartamento, me había quedado allí sentado observando la portátil apagada esperando no recibir molestia alguna, no quería que un vendedor o religioso tocase la puerta de mi hogar, no quería que Carlos, Elías o Kathy me llamaran o buscara << Aunque puede que lo hagan para saber cómo sigues>> Aunque ya debían conocerlo lo suficiente como para saber la respuesta, el veintisiete de diciembre era un día muerto, un día donde yo también debía de estar muerto por así decirlo.

Abrí una lata de cerveza y le propine un corto trago, saboreé el sabor de la bebida y coloqué luego el recipiente sobre la mesa. Encendí la laptop simplemente para abrir mi lista de reproducción, tenía música suficiente al menos para dos horas, luego dejaría que volviese a iniciar el ciclo y se repitiese... así una y otra vez.

La tarde había volado y junto a ella había desaparecido gran parte del alcohol que tenía guardado, estaba sentado en el suelo con la cabeza apoyada en los asientos del sofá. Una mirada a la ventana me certificó que el sol ya se había ocultado, la luz de un farol cercano entraba por la ventana e iluminaba sección del suelo, era la única iluminación "decente" del apartamento en aquel momento.

En ese momento solo dos cosas pasaban con exactitud por mi cabeza, una era la maldición de no poder caer en una ebriedad profunda a menos que consumiera licor fuerte o en exceso... la segunda era una escena de la última película de "Karate Kid", aquella donde salía Jackie-Chan, el viejo mago de las artes marciales.

Reí en voz baja ante aquello, la idea no pasaba por mera coincidencia en mi cabeza, pasaba porque los sucesos de aquella escena me recordaban el pasado de cierto modo <<Un hombre que destruye su carro porque perdió a su familia en un accidente de tránsito...>> definitivamente era igual, la única diferencia es que yo no había estado presente en aquel accidente.

- No sé si fue suerte o fue una desgracia. - Comenté por lo bajo secando una lagrima que había caído por mi mejilla. - Quizá fue mitad y mitad.

Terminé de un trago el contenido de la lata que llevaba entre manos y volví a apoyar la cabeza en el sofá, instantes después comenzó a sonar un golpe en la pared, uno que era a causa de un juego constante de pelota de goma al otro lado de esta... por lo visto aquel chico había comenzado a hacer ruido en el momento menos adecuado.

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La menta ya había perdido su efecto refrescante, me levanté de las escaleras y me estiré para ahuyentar la pereza mis extremidades. El frío cada vez era mayor así que retomar el paso posiblemente era la mejor idea, froté mis manos para calentarme y tragué el chicle sin sabor ignorando las advertencias de mi pasado << Se te va a pegar en las tripas y puedes morir>> A la basura aquello, dudaba que un chicle pudiese causar tanto mal.

Días antes de año nuevoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora