22 de Diciembre

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      ¿Cuánto tiempo ha pasado? En este momento los segundos parecen ser horas, levanto mi muñeca y observó el reloj que tengo en esta, tengo que limpiar el cristal que se había llenado de porquería para poder observar mejor los números digitales. La luz no es suficiente en aquel sucio rincón, de cierto modo resulta reconfortante ya que también he dejado de ver las luces rujas y azules. Presiono un botón al costado del reloj y la pantalla se ilumina de verde.

- Las diez y cuarenta. – Ciertamente cerca de medianoche, de año nuevo, de un nuevo comienzo.

      Cuando el resplandor verde se acabó bajé mi brazo nuevamente a los residuos que me rodeaban, sintiendo la porquería húmeda del suelo. <<Solo pasaron diez minutos... diez malditos minutos>> Creía que habían sido más, sin duda tuvo que haber sido más tiempo pero según el juguete de muñeca llamado "reloj" solo habían sido diez minutos. Reí por lo bajo ante la idea de que posiblemente todo aquello fuese un sueño o una imaginación a causa de la bebida ¿Qué otra explicación podía tener? Negué con la cabeza aún con una tenue sonrisa en el rostro y posé la mirada en la baratija que marcaba la hora, debía comprobar que estaba en lo correcto. Volví a pulsar los botones y contemplé la luz verde que iluminaba el cristal, aquella luz causó que la sonrisa de mi rostro se borrase poco a poco a medida de que recordaba algo más <<Tengo buenas noticias... tenemos planes para navidad. >> Así era como continuaba el mensaje de Carlos.

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22 de Diciembre (9 Días antes de año nuevo)

      Sin duda alguna no había esperado tener algo que hacer en navidad, mis únicos planes por el momento eran acostarme todo el día y ver películas, tal vez iniciar con "El Grinch" para animar mi corazón festivo y seguir con las famosa trilogía de "Santa Clausula"; aquella trilogía era un patrimonio navideño como solían decir mis primos y para ser sincero no se equivocaban, no era la mejor película de Santa que pudiese existir pero a mí me agradaba ver a Tim Allen interpretando a nuestro querido amigo rojo y barrigón.

      Ahora todas aquellas ideas para ver películas debían esperar, al menos hasta el día siguiente <<Porque cancelar un maratón es de pésimo gusto>>. Carlos había sido informado de una fiesta y de algún modo había conseguido ser invitado por cierto precio, aunque claramente no se iba a conformar con ir solo, así que metió sus narices hasta que logró que su círculo de amigos más cercano también pudiese ir.

- Disculpe, chico ¿Desea algo más? – Comentó la encargada de la tienda, usaba una gorra color azul marino a juego con el uniforme del local. Aunque sonriese de manera amable y confortante se podía notar que era una sonrisa falsa, en sus ojos se leía el agotamiento de trabajar aquella temporada.

- No, por el momento no necesito más nada. – Respondí mientras comenzaba a contar el dinero que marcaba la caja registradora, mucha gente hubiese preferido pagar con la tarjeta de crédito pero yo nunca confiaba en aquel mecanismo tan simple y comercial "Te mostramos el precio, pasamos tu tarjeta y ya está" lo veía muy fácil de sabotear, había escuchado de personas que habían pagado 3 veces el precio real del producto sin siquiera darse cuenta.

- ¿Está seguro que no está consiguiendo todo esto para chiquillos? – Dijo la cajera tratando de usar un tono burlón para sus palabras. – Es mucho licor para una persona. – Acto seguido soltó una pequeña carcajada, no la culpaba, después de tanto estrés festivo algo de humor quizá la ayudaría.

- Por supuesto que no es para ningún niño, se supone que a esta edad ya debo dar el ejemplo. – Le pasé los billetes a la joven respondiendo a la sonrisa que ella usaba, principalmente porque se notaba que esta vez era una sonrisa sincera.

- Pues entonces que disfrute su compra. – Ella contó el efectivo y seguidamente lo guardo en la registradora. – Y que tenga felices fiestas.

      Asentí con la cabeza y tomé la bolsa llena de botellas y latas que tenía a mi lado, aquella bolsa era la forma en la que el grupo debía pagar las entradas a la fiesta... o al menos parte de la bolsa, la otra parte era una adquisición propia para futuro. Di un par de pasos antes de detenerme y girar nuevamente hacía la joven de cabello castaño que estaba por atender a otro cliente.

- Espere un momento, si deseo algo más. – Dije rápidamente antes de que el siguiente cliente hubiese siquiera protestado.

- ¿Si?

- ¿Te molestaría darme tú número de teléfono?

     Las puertas de la tienda hicieron aquel ruido mecánico que generaban al abrirse "Din-don", el sol ya se había puesto y algunos faroles iluminaban las cercanías de la licorería. Caminé por la acera mientras metía la mano en mi bolsillo y sentía el papel donde estaba escrito el número de la joven <<Sam, le dicen Sam>> Reí por lo bajo y negué con la cabeza, lo que había hecho era una estupidez, sin dudarlo.

-¿Pudiste conseguir lo que te pedí? – El chico de unos 16 años aguardaba sentado en la acera, alejado del local tal como le pedí. Dudé un momento en responder pero finalmente me limité a asentir. – ¡Genial! Gracias hombre, eres el mejor.

      Coloqué la bolsa llena de licor en el suelo y me senté un momento junto al joven, la verdad es que no había mucho problema en que le entregara aquello. Los jóvenes siempre resultábamos tontos o imprudentes. Saqué la mano de mi bolsillo y observé un momento el papel que sostenía.

- ¿No crees que es muy mayor para ti? Digo... debes tener quince o catorce años.

- Tengo diecisiete, no soy tan joven, además se sabe que los jóvenes tenemos más encanto. – El chico levantó el rostro y cierto brillo en sus ojos daba a entender que confiaba en sus palabras.

- ¿Entonces por qué no usaste tu encanto para hablarle?

- No me hubiesen dejado pisar siquiera la licorería... y esperarla afuera se hubiese visto muy mal. – Su rostro tomó un leve tono rojizo al momento que lo bajó para observar el suelo.

- Como tú digas... - Deposité el papel en las manos del chico y me levanté de la acera mientras tomaba mi bolsa. – Ahora todo depende de ti.

- Realmente se lo agradezco, muchas gracias.

- Como sea, pórtate bien y no vuelvas a gritar por los pasillos ni le pegues a las paredes... los vecinos a veces tratan de dormir. – Agité la mano y me encaminé a mi departamento que estaba un par de cuadras cerca, con aquel favor al menos me aseguraba de eliminar un ruido fuerte cerca de mi hogar o al menos eso esperaba.

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      Pero no había sido así ¿No? La pelota de goma aún resonaba cuando el chico jugaba en su habitación, habitación que estaba junto a mi sala por desgracia. Aquel gesto era una clara señal de que no había logrado nada con Sam, la depresión juvenil ante las fiestas por un rechazo amoroso... ¿Pero qué había pasado con Sam? Recuerdo haber regresado a la licorería después, solo que no estaba claro aquello ¿Había ido a comprar o hablar? Tal vez ambas, debía hablar para comprar pero...

- Disculpe joven... ¿Puede usted decirme la hora? – Levanté la mirada y me topé con un sujeto ebrio a más no poder, vestía una camisa blanca y típicos jeans azules, su aliento daba a notar un fuerte aroma a licor aún a la distancia y luchaba por mantenerse en pie. Presioné el botón de luz de mi reloj para ver los números que este marcaba.

- Diez y cincuenta. – Y tal como aquel sujeto llegó no demoró en irse.

Días antes de año nuevoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora