Capítulo 7: ¿¡Moscas!?

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En el trayecto en coche me tuve que para varias veces en el andén ya que mis lágrimas me cegaban. Era la primera vez que tomaba la iniciativa por mi misma y era despedida de esa manera tan cruel. No me podía creer que aquella mujer no hubiera visto el rayo, ¡Natalie lo vio! Me apostaría a que estaba cerca de la señora en el momento de este. Tampoco podía creerme lo de Dimitri. Estaba claro que esa señora tenía alguna especie de relación amorosa con él porque si no yo no me lo podía explicar. Cerré las ojos y contuve la respiración tratando de contener el llanto, acto imposible.

Cuando llegue a la casa y entre Irina me esperaba con un té de limón bien cargado de hielo. JÁ, así voy yo a mejorar mucho… Irina había recuperado su brillo en el transcurso del tiempo que falté a su alrededor  por lo visto se había sentido útil, ya que, me encontré varios pasteles, platos de comida y postres variados.

-Gracias.- cogí el té que me ofrecían sus manos y partí un cacho de la tarta más cercana. Tenía un aspecto demasiado delicioso y yo lo quería dentro de mí. Su composición de textura blanca decorado con flores y corazones rosados lo hacía especialmente tierno.

-Esa tarta…- dijo Irina mientras la señalaba.

-¿Qué?- pregunté. La irritación iba ganando a la pena. ¿Es que no veía lo que me estaba pasando? ¿No era capaz mi mejor amiga de ver que estaba mal?

-Era para Teddy y para mí. Es nuestro aniversario.- un sonrojo acudió a sus mejillas.

-Teddy es gey.- afirme sabiendo que eso la irritaría tanto o más que a mí. Ella estaba tanto en su mundo que apenas se daba cuenta de lo que la estaba pidiendo: un simple abrazo.

-¡No lo es!- chilló roja como un tomate. Se abanicó el rostro con  una mano.

-Sí lo es.- volví a afirmar.

Ella giró en redondo antes de soltar más roja todavía:-¡No!-

-Te va a romper el corazón.- puse mi más tierna cara de cachorrito abandonado mientras lo decía.

-¡No! No lo hará porque él no es gey.-aseguró Irina mientras pasaba nerviosa las manos por su pelo. Me senté en sofá mientras engullía la tarta. La miré y llena de picardía dije:-Eres la única que no sabe que es gey. Además ni siquiera es tu novio. Es el amigo de tu hermano. ¿Cómo pretendías darle una tarta?-

-No se la iba a dar…La iba a dejar en la encimera y le preguntaría si quiere y ya…- su cara estaba tan roja que creo que despedía calor de ella.

-Claro, claro, eso tiene mucho sentido.- ironicé mientras metía otro gran generoso trozo de tarta a mi boca.

-¿Por qué eres así con migo?- se quejó.

-Estoy entre triste e irritada y mi mejor amiga no me da un abrazo. ¿Cómo quieres que sea contigo?- dije siendo por fin completamente sincera.

Ella me abrazo pero tuvo que salir de la habitación de inmediato por una llamada telefónica y ella es y será siempre muy reservada para estas cosas.

Suspire movilizada directamente a darme una ducha de agua fría. Me siento ardiendo y fría a la vez. Por esta vez quiero que gane el frio.

Tiro  mi ropa de camino al baño. Me gusta provocar a Irina y no hay mejor forma que alterando su orden. Una vez en el servicio oí murmurar a Irina irritada y por consiguiente exclamo un “¡Oye que yo no soy tu criada!” muy tierno. Riendo me peino mi cabello hacia mi nuca y enciendo el grifo de agua fría de la bañera. Tengo que quitarme todo lo que he recibido hoy de mi querido amigo Karma.

-¡Me voy!- grita mi amiga desde el otro lado de la puerta. La digo que está bien y escucho como se va. Sé que mientras va hacia la puerta me está dejando un mensaje en mi propio contestador para que lo escuche cuando salga de la bañera que, por cierto, ya está llena.

Me estoy preparando para entrar dando pequeños saltitos e influyéndome valor. ¡Vamos! ¡Tú puedes nena! ¿No acabo de sonar como un pedófilo? Me meto en la bañera sin más dilación y al momento empiezo a tiritar ¿a quién coño se le ocurren estás memeces? Quito el tapón y dejo el agua del antártico se vaya por el desagüe mientras vuelvo a encender el grifo pero esta vez con agua caliente. Ummm... me siento como en casa, bueno, de hecho estoy en mi casa.

Tapo la bañera de nuevo y me relajo contra el mármol. Ya estoy planeando de nuevo cual será la próxima tarta que devore. Mi cabeza navega en un mar de aguas caribeñas donde yo soy un pirata y gobierno el mar con mano dura y muchos dulces. A este paso nunca me pondré en forma. ¿Por qué la verdura no puede estar deliciosa? De repente tengo demasiada hambre como para permanecer más tiempo en estado pasa. Descorcho la bañera y salgo. Voy chorreando por el pasillo hasta el comedor y sin vestirme ni nada, me zampo otro cacho de tarta.

-¡No tendré compasión contigo pequeña!- le digo a la tarta a la par que me levanto directa al armario. Voy a ponerme el pijama, a hacer maratón de realitys y a vivir la vida. Quiero pasar de todo lo que ha pasado hoy o mentirme a mi misma acerca de ello. No quiero darle vueltas a cosas con tan poco sentido.

****

A las ocho de la tarde oigo como las llaves de Irina irrumpen en la quietud de mi hogar. Sin quererlo ni beberlo me he quedado dormida en mitad de la programación de la tarde. Mi compañera de aventuras entra sonriente y me regala un abrazo. Me hace levantarme de mi posición fetal y limpia la comisura de mis labios con una toallita húmeda que se saca del bolsillo. No sé porque esta mujer me trata ahora como si fuera un bebé.

-¿Escuchaste mi mensaje?- dice mientras me mira profundamente a los ojos.

-No.- le digo confusa. Nunca les da la mayor importancia así aprendí a no dársela yo misma.

-Escúchalo.- se levanta dejándome sola con el contestador al lado. Pulso el botón resbalando mi cara hacia la superficie cálida del sofá. Estoy cansada.

“Angie sé que has tenido un día duro y siento mucho no haberte podido hacer mucho caso pero sabes que con este chico tengo muchos pájaros en la cabeza y me cuesta demasiado salir de mi misma para enfocarme en ti. Te quiero pequeña glotona ya sabes que para mi eres como una hermana. Cuídate el poco tiempo que te voy a dejar sola ¡no te comas todas las tartas! ¡No quiero otro día de lamentaciones y lloros de Angie Weiss! ¿Me oyes?”

Río medio asfixiada.

-Angie saca la cabeza de ahí. Morirás- dice Irina, una gran persona que va recogiendo mis desperdicios.

-Prefiero morir…-

-Dramática.- suspira desde la cocina americana. Apenas levanto los ojos en su dirección y ella suspira.- Levántate de ahí. ¡Hoy nos vamos de fiesta! ¡Hay que levantar ese ánimo tan fúnebre!-

No muevo ni las pestañas con lo que ella suelta un bufido dispuesta a arrastrarme hasta el armario y yo le permito arrastrarme. Me siento en el primer rincón que encuentro mientras ella me busca varias combinaciones.

-No me apetece salir joo.- me quejo desde el suelo. Al final he optado por tumbarme. En el suelo. De cualquier manera. Irina me mira escéptica y pide que no me comporte como un bebé pero no puedo. Siento que voy a tener una rabieta de niña pequeña y me quejo, retuerzo y suelto disparates estilo “y si una mosca se mete en mi boca eh ¿a quién salvarás? ¿A la mosca que se estará ahogando por un aliento infernal o a mí que me estaré muriendo del asco? EEHH”. Genial ahora me pasaré toda la noche preocupada por las posibles moscas que me pueda tragar. Irina me mira como si me hubiera vuelto loca pero siento tanta pena por esa posible o posibles moscas que arranco a llorar justo cuando me está ayudando a ponerme un vestido apretadísimo que dejará ver todas mis lorzas. Lloro más. Ella suspira, me quita el vestido, me arrastra hasta la cama, canta una nana y automáticamente me quedo dormida.

Creo que no lloraba por la mosca, creo que solamente buscaba el consuelo de Irina aunque lo consiguiera por tonterías.

P.S: no maltratéis a las moscas son simpáticas y mejores bichosas. ¿A que a ti no te gusta ser comido eh?

El amor y 10 cosas que temo. (Título provisional)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora