Capítulo 1: Dos desastres, una salida.

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-Está despedida.- El tono gruñón de mi jefe me hizo sobresaltarme sobre mi silla. El sonrío con su sonrisa condescendiente y alzando un brazo llamó a su secretaria:- Jefferson, llévese de aquí a la señorita Weiss y acompáñala a su despacho. Tiene que recoger las cosas y marcharse. Esta despedida.-

Solté un suspiro. Ya era la tercera vez que me echaban de mi empleo y la mayoría de las veces por mis atrasos con los impresos y bueno...A que el dichoso teléfono tenía más teclas y códigos que un bunker militar. Retorcí nerviosa mis muñecas en mi falda mientras esperaba que el señor Richester me diera mi finiquito de despedida. 

Me miró sonriente y dijo:- Ya puede irse Sr.Weiss.-

-¿No debería darme mi finiquito?-dije esperando mi sobre. Mi ex-jefe enarcó una ceja suspicaz. 

-No pasó el periodo de prueba querida. Por lo tanto no hay finiquito.-  Bien, eso ya era todo para mí. No iba a enfadarme, no lo iba a hacer. Me levanté de la silla rígida y conteniendo el aliento. En esa sala olía tanto a desinfectante que se me dificultaba demasiado la respiración. Abandoné la estancia pisando los lustrosos baldosines y abriendo fuertemente la puerta de mármol.

-¡Oh querida! ¡No me puedo creer que te haya despedido! ¡Con lo mona y simpática que eres con todos!- Teresa me abrazó y depositó un suave beso en mi mejilla con un leve sonido de saliva. Era una mujer gruesa y de gran corazón. Para mí ella era como una madre, no porque yo no tuviera sino porque veía a la mía propia reflejada en ella. Tras soltarme del abrazo vi que lágrimas recorrían sus abultadas mejillas, se limpiaba compulsiva mente con un pañuelo de tela bordado con sus iniciales y paseaba la mirada hacia la puerta con nerviosismo. Adelantó un paso hacia la puerta y la retuve. No quería que ella también fuera despedida de esa manera tan brusca y poco convencional.

-Teresa, no.-

-Sólo quiero pedir un aplazamiento de mi tiempo para poder acompañarte querida.- Dijo agarrando mi mejilla.- Ahora vuelvo, vete recogiendo las cosas.-

Caminé cabizbaja hacia mi cubículo tratando de no llamar la atención de nadie. Arrastré mis pies hasta encontrarme en este y entonces empecé a remover mis cosas en la misma caja en la que las traje. A continuación de haber empaquetado un taco de folios, dos calculadoras, una grapadora, varias fotos que tenía por allí dispersas y una planta que me fue regalada el día que llegué, apareció Teresa sin ninguna lágrima resbalando de su rostro y seria. 

-Vamos.- Me agarró del hueco de mi espalda y tiró de mí hacia el ascensor. - He hablado con él. Esto es tuyo.- Alargó un papel con lo que parecía mi finiquito. Alcé una ceja con curiosidad y simplemente dijo: -Es un agarrado, si yo no lo conociera, nos tendría a todos a base de agua y pienso para perros.-

Reí ante ese comentario. El resto del camino fue en silencio, yo estaba nerviosa nunca había tenido tanta amistad con alguien en trabajo como Teresa y sabía que la iba a echar de menos, hasta que llegamos a mi destartalado coche un audi rojo de segunda mano. 

-¡Querida!- Teresa echó sus brazos otra vez alrededor de mí.- ¡Te echaré muchísimo de menos! ¡Has sido como una hija para mí!-

-¡Oh Teresa! Lo siento, debería haber pasado más tiempo contigo. ¡Te voy a echar yo también a ti tanto de menos!- Lloré en sus brazos, la pena me embargaba, era muy probable que no supiera de ella tan amenudeo como había hecho hasta el momento, el aire me empezó a faltar y sintiéndolo mucho me separé de ella y partí a casa. El camino se me hizo eterno y cuando finalmente llegué no tenía ganas de nada. Tiré la caja directamente en el vestíbulo sin molestarme en colocar nada, limpie el sudor de mi frente y me dirigí a la cocina hambrienta por el shock del despido. Calenté unos macarrones del día anterior y preparé una bañera de agua caliente aunque antes llamaría a mi novio Robert. Quería hablar con él.

-¿Diga?- Susurró cortante a través del teléfono.

-Robert… ¿Podrías venir?- Dije esperanzada, el tenerle a mi lado siempre me sentaba bien.

-¿Para?-Contestó en el mismo tono frío.

-Para estar conmigo. Te necesito.- gimoteé al soltar esto último:- Me han despedido-

Escuché un suspiro rabioso en el otro lado de la línea antes de que me contestara:- ¿Sabes una cosa? Te dejo. Estoy cansado de estar esperando el ir más allá de las caricias y los simples besos. –

-¡Pero cariño! Tú y yo nos queremos. No podemos forzar las cosas. Eso vendrá con el tiempo.- Susurré con la voz llena de miedo y tristeza. Me cabía un pequeño halito de esperanza en algún lugar dentro de mi corazón.

-No quería tener que decirte esto pero la única razón por la que salía contigo era por el sexo y, teniendo en cuenta el tiempo pasado ya, no quiero seguir con esta relación.-

***

-¡Ese hombre es un cabrón!- dijo Irina a voz en grito. La mayoría del tiempo me daba igual que usará palabras mal sonantes, ya que ella no tenía ningún reparo en decir lo que pensaba, fuere lo que fuere, pero en este momento era como si me pegara una patada en el estómago sólo para complacerse con ver qué era lo que salía.

-¿Cuál de los dos?- pregunté hundida en mi asiento.

-Los dos. Yo que tú me iba a casa y me hinchaba a helado mientras vemos Plain Jane. ¿Te hace?- Su cara se llenó de esperanza y asentí. Abandonamos juntas la cafetería en la que nos habíamos reunido y partimos hacia mi casa.

El amor y 10 cosas que temo. (Título provisional)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora