Capítulo 4.

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"Sebástian:

Aquí estoy de nuevo escribiéndote una carta más. Espero no estar aburriéndote con cada cosa que te digo. Pero cada palabra sale de mi corazón. Me pregunto si algún día tendré el valor de mirarte a los ojos, y confesarte cuánto amo esos gestos cómicos qué haces en el campo de futbol cuando tienes el balón, que tus cachetes se llenan de aire cuando corres tomando el control. Y me vuelve loca ver tus hoyuelos en las mejillas cuando te ríes. Deseo verte así todos los días, tan feliz como siempre. Me gustaría algún día sentarme a conversar contigo, en cualquier lugar, no importa dónde, sobre esos temas que te gustan, cualquiera que te provoque. Me gustaría escucharte hablar acerca de lo que amas, mientras me miras.

Tal vez algún día sentirte tan cerca que nuestras respiraciones empiecen a mezclarse. Pero en ocasiones, me gustaría ya parar de soñar. Porque es doloroso desear tanto a alguien sabiendo que nunca será tuyo.

Y yo daría lo que fuera por llamarte "mío".

- Anónima

Hoy me siento agotada. Cansada de tener que esconderme entre cartas, que no puedo plasmar en una hoja de papel todo lo que él es para mi. Que a través de las cartas no lo puedo tocar, ni sentir. Y deseo tanto ser yo la afortunada de poder besarlo. Ni siquiera lo presumiría como haría la mitad de las chicas en esta escuela. Yo más bien, lo guardaría para mi. Muy, muy dentro de mi. Donde nadie pueda quitarme esa sensación de felicidad.

Esa vez no le dejé la carta en su casillero, no quería que se tornara fastidiosa la situación. Entonces cuando pude, se la metí en su mochila. Cuando salí de clases decidí tomar el tren, necesitaba despejarme de todos. Desconectarme del mundo por un rato, olvidarme de mi vecindario. Salir de ese lugar donde conozco a todo el mundo, y nadie me conoce. Tomé el tren con destino a Monte Real, pensaba llegar a la última estación y regresarme. Quizás iba a ser un buen momento para pensar.

A veces, me gusta ver a las personas a mi alrededor. Me gusta detallar a cada pasajero, y preguntarme hacia donde se dirigen, o de donde vienen. Me pregunto si estarán angustiados, o si están pasando por un mal momento, si tienen prisa por llegar a casa, o si algo los pone tristes. Me gusta preguntarme si tienen una vida de ensueño, o si su vida es un drama. Me imagino cada personaje, y monto una película en mi cabeza. Aunque suene loco. Pero me divierte un poco dejar de pensar en mis problemas y en mis complejos. Y empiezo a crear mundos en mi mente.

Esa tarde el viaje en el tren fue largo. A mi lado iba un señor que me estaba acompañando desde la segunda estación del tren. Y minutos después de que se montara, quiso entablar una conversación, yo podía notar que estaba algo aburrido. Quizás no quería que el viaje se le hiciera tan largo, o tal vez esa era su personalidad y solía hablar con cualquier persona que estuviese a su lado en un tren que lleva 103 personas. No sé, el señor empezó a hablarme de dos pasajeros que estaban frente a nosotros, una pareja bastante inusual. Era una chica un poco mayor que yo, podía calcularle como unos 23 años. Con un señor, que lucía bastante mayor, tal vez tenía unos 56. Una persona que le dobla la edad. Yo estaba anonadada.

De repente mi acompañante de viaje sube su palma recta hasta su frente y hace un saludo como de soldado, dirigiéndose a este señor que estaba a unos pasos de distancia, con su novia. Y de inmediato me dijo - Ese hombre que ves ahí con esa chiquilla, es un amigo de la universidad. Solíamos salir a pescar juntos en nuestros tiempos de muchachos. Siempre ha tenido novias mucho más jóvenes que él, he conocido muchas de ellas, aunque yo no he tenido esa suerte. - dijo encogiendo los hombros

Yo reí discretamente. - Bueno, muchos no tenemos esa suerte. Usted quiere a una chica joven como las novias de su viejo amigo, y otras personas queremos a alguien que realmente nos quiera. Ah y que nos compre una casa en la playa. - dije bromeando

El de inmediato soltó una carcajada - Descuida, ya encontrarás a alguien. Aún tienes un largo camino por recorrer. - me dijo sonriendo

- Eso se dice fácil - contesté - pero no he podido conseguir a nadie que realmente me valore. Tal vez no soy para nadie.

El me miró fijamente. Y en seguida contestó - Te diré algo... Uno atrae lo que uno quiere, la fuerza de atracción es muy poderosa. Sólo que quizás hay algo que no estás haciendo bien, tal vez debes empezar por valorarte tú, y quererte tú. ¿No crees? Ese puede ser el primer paso para que todo cambie. Verás... -continuó- Mi hermana mayor siempre atrae a hombres holgazanes, ella los ama. ¿Pero crees que eso ha sido casualidad? Hay algo en ella que debe cambiar, para que eso cambie. Y ella no lo ha descubierto.

Reí

¿Y qué me dices de las chicas provocativas que siempre llevan minifaldas y un escote, mostrando piel sin dejar nada para la imaginación de los hombres? Esas chicas atraen hombres que solo quieren sexo, atraen morbosos, atraen cretinos. ¿No lo has pensado?... Yo, por ejemplo -siguió- he tenido 3 divorcios, y todas mis esposas han sido unas obstinadas, caras largas y amargadas. ¿Ves? Uno atrae lo que quiere, he conocido mujeres dulces y aunque lo vea realmente hermoso, no llama mi atención. Pero llega cualquier mujer con mala cara y ya yo estoy flechado. Que brujería tengo yo encima mi Dios. -replicó-

De nuevo volví a reír.

Ese señor me alegró tal paseo, solo quería una vuelta en el tren para pensar, y el me ha hecho reír. No me parece que esté errado en nada de lo que dijo, fue verdaderamente realista. "Uno atrae lo que quiere. La fuerza de atracción es muy poderosa." Dió en el blanco.

El señor se levanto del sillón cuando casi llegábamos a la penúltima estación. - señor, un momento, ¿cuál es su nombre? -le pregunté

Samuel. -Respondió saliendo del tren. Ha sido un placer reír contigo.

Samuel ya se estaba alejando y yo quería correr y perseguirlo. Que grato momento, que bien se sintió. Quiero más compañías así, era increíble. Y duró solo unos minutos.

Volví a casa pensando en las palabras que me dijo Samuel, y en sus ocurrencias de momento, todo lo que decía era tan cómico y espontáneo. Pero sobretodo natural, no se esforzaba para hacerme reír. Era algo que fluía en él.

Abrí la puerta de mi habitación, exhausta, dejé caer mi cuerpo en la cama. Mi habitación se veía tan provocativa con el ambiente frío y el sol ocultándose entre las persianas. Casi sentía que estaba amaneciendo. Y a esa hora es cuando mi sueño se vuelve más profundo, porque mi subconsciente sabe que me queda poco tiempo para disfrutar de ese sueño que me tumba todo el cuerpo.

Así que me recosté, y dormí. Pude dormir como una bebé.

¿Quién es Alessia? ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora