Capítulo 6.

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Un día después de la boda nos quedamos en casa. Sebástian, Hannah, y yo. Acompañados por la abuela, ya que mi papá y su nueva esposa se fueron de luna de miel a Las Bahamas. Por supuesto teníamos que quedarnos con la abuela porque Mónica sabía que si nos dejaba solos Sebástian invitaría a toda la escuela, la casa terminaría hecha un desastre y todos sus amigos con sobredosis de alcohol. Así que teníamos a alguien mayor supervisándonos siempre.

Papá y Mónica estuvieron dos semanas fuera del país, por consiguiente, estuvimos todos esos días dándole amor a la abuela para que nos dejara hacer lo que queríamos. La abuela era muy fácil de convencer, así que siempre terminaba complaciéndonos. ¡Como la amo!

Sebástian tenía que preparar su habitación, la que solía ser mía, por cierto. Y yo terminé compartiendo cuarto con Hannah. Lo cual era un completo infierno para las dos, porque ella es extremadamente desordenada y yo no tolero que las cosas no estén en su lugar.

Esa noche pasé por la habitación de Sebástian, tenía su puerta abierta. Y entonces no pude evitarlo. De inmediato me detuve, mis ojos recorrieron cada parte de su cuerpo, él no sabía que estaba allí observándolo. Estaba pegando un afiche en la pared de algún jugador famoso, que si supiera de deportes sabría cómo se llama. Pero no. El estaba dándome la espalda, sin franela, con un short azul que le llegaba a las rodillas. Yo simplemente observaba sus hombros llenos de pecas, sus brazos bien formados, y bajé la mirada omitiendo el short, dirigiendo mis ojos hacia sus piernas perfectas de futbolista.

Tenerlo aquí iba a ser divertido -pensé-

No saben cuánto iba a torturarme ver ese cuerpo todos los días. Me fui a dormir pensando en toda la perfección que estaba solo a unos pasos de mi habitación, y en lo mucho que deseaba que se volteara a mirarme en ese momento, para así disfrutar un poco de sus abdominales.

Desperté la mañana siguiente y Hannah no estaba en la habitación. Entonces escuché su risa chillona que se oía venir desde la cocina. Bajé, y como siempre, estaba de chistosa con Sebástian. Ese domingo Hannah tenía planes de ir a la piscina con sus amigas. Así que salió de casa. Y quedamos solo Sebástian, la abuela y yo.

Fui a mi habitación a escuchar música mientras la abuela regaba las plantas. Sebástian había quedado en ver a su papá, y estaba viendo algo de televisión esperando que éste pasara por él.

Horas después, bajé las escaleras para comerme mi respectiva manzana. Pero antes de pisar el último escalón escuche la voz de Sebástian y retrocedí. Dando unos pasos atrás pude escuchar que claramente estaba discutiendo con su padre por teléfono. Y decidí no interrumpir con mi presencia, pero no pude evitar quedarme para escuchar esa conversación. Desde cierta distancia escuche la voz de Sebástian 

- de nuevo me fallaste ¿cuando podré confiar en ti? Si no vas a cumplir nada, entonces no prometas. ¡Ya no soy un niño! -gritó- ¡ve con tus malditas mentiras a otra parte!

Hubo un corto silencio y de repente replicó

- Soy tú hijo ¿o no recuerdas? ¿Que te cuesta sacar un maldito tiempo para mi? No te estoy pidiendo una semana papá, solo unos jodidos minutos de tu tiempo tan valioso. Estoy cansado de esperar por ti. Ya no llames más. -y colgó-

Estaba destrozada, no saben cuánto me dolía escuchar esas palabras. No puedo imaginarme cómo se debe sentir. Quería abrazarlo, recostarlo en mi hombro y acariciar su barbilla. Quería correr y decirle que podía llorar conmigo, que yo quería escucharlo, que yo estaba para él. Pero me llené de miedo y corrí a mí habitación.

Decidí como siempre hablarle a través de una carta. No podía ser tan explicita así que intente no dar tantos detalles.

Niño perfecto:

no pondré nombre en esta carta porque sabes bien que esto es para ti.
Quería que supieras que me he enamorado del chico más dulce del mundo. Hey... sé que no me conoces y crees que yo tampoco a ti, pero también sé que muy dentro de todo ese caparazón al que llamas piel, hay alguien que necesita que lo quieran. Que estás riendo y fingiendo ser feliz, como si tuvieses la vida perfecta. Pero sé que a veces tienes días malos, que no todos tus días huelen a verano.

Y hoy, quiero decirte con toda el alma, que te mires en un espejo y te des cuenta de todo lo que tienes para dar. Hey guapo! No te hace falta nadie, ya tienes muchas personas que te queremos y ¿para qué más? Allá afuera tienes una vida, que está esperando que la saborees. Y tienes mil oportunidades que están esperando por ti, para que las aproveches. Jamás te eches a morir por cosas que no te permiten ver las maravillas del universo. ¡Ama, vive y perdona! Guapetón, yo sé bien que vales oro.

- tú anónima

Este capítulo llegara hasta aquí. De todas las cartas, esta ha sido mi favorita. ¿Y la de ustedes? Una vez más, ¡gracias por leer! Recuerden que cualquier sugerencia será bien recibida. Muchos besos!

¿Quién es Alessia? ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora