1. ¿Qué hago aquí?

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¿Qué hago aquí? Treinta y dos.
¿Qué hago aquí? Treinta y tres.
¿Qué hago aquí? Treinta y cinco.
¿Treinta y cinco?
Mierda. He vuelto a perder la cuenta de las veces que me hago la misma pregunta que no puedo responder sin sentirme una mierda con vida.
¿Qué hago aquí? Uno (...)

El peor septiembre del mundo.
No se parece ni de cerca a como me contaba mi madre que vivió el 11 de septiembre de unos años atrás. Mi vida en este momento se empieza a colapsar mucho más rápido que el World Trade Center de Nueva York. Y yo sé que solo está empezando.

Una semana es lo que llevo aquí, y podría jurar por Frida que no aguantaría otra semana más así.
Por si aún es muy difícil entenderme, Frida es el póster de Frida Kahlo que conservo en la mesita de noche para que no me lo arranquen de la insalvable pared blanca que sigue desconchada pidiendo que la pinten.

Desde que estoy aquí solo he hablado con Frida de todo esto, es una locura.
Sin embargo, no me culpo tanto por eso. Tampoco me han dado la oportunidad de hablar con otra persona sin tener de por medio un amenazante trozo de madera de veinte centímetros al que llaman LA regla. No quiero que me toquen con eso, parece que duele y casi que prefiero la que me viene una vez al mes que ya es suficiente castigo.

Esta noche no tengo tanto que contar, quizá es que esto de escribir me calma.
Voy a empezar a hablarle a alguien, a ti.

Me voy a la cama. Preferiría decirte que me voy a dormir, pero aquí corre aire frío hasta en septiembre. Solo queda darle las buenas noches a Frida y que dejen de crepitar mis dientes debajo de las sábanas.

Cartas a FridaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora