Entré sin pegar en la puerta y sin pensármelo dos veces.
- ¿Quién es? – preguntó la voz entre las penumbras de la habitación.
- ¿Ya se te olvida que me habías invitado o qué? – reculo cuando enciende la luz de la habitación.
- Si solo te hubiera invitado a ti a venir no hubiese preguntado, ¿no? – se desperezaba desde la cama.
- ¿Perdona? Ya veo lo especial que soy... - me hice la indignada.
- Bueno, eres la única que me ha visto sin paleta. Deberías de estar contenta, porque a mí casi me da un ataque. – argumentó nerviosa. – además, era broma. No he invitado a nadie más. Siéntate anda, jugamos a los sims. – me hizo un gesto para que me sentase a su lado mientras cogía el portátil.
- ¿Cómo se supone que lo cargas si no hay electricidad?
- Touché, no tengo batería. – presionaba el botón de encendido reiteradamente. - ¿Ahora qué vamos a hacer? – se echó las manos a la cara.
- ¿Haces otra cosa que no sea jugar a los sims? – me reí. - Porque aún no te he visto hacer otra cosa.
- Claro, también juego a Minecraft, Word of Warcraft, The Witcher 3, Grand Theft Auto... Pero prefiero parar de decirte juegos porque no puedo ofrecerte jugar a ninguno, así que... - se encogió de hombros lamentándose.
- Confirmado, eres rara. Eres muy rara. – me hice la patidifusa.
- Podríamos ver un capítulo de Orange is the new black. – dijo como si fuese su más brillante idea. - Ah, que no. No tengo batería. – se escondió en las sábanas.
- ¿En serio ves esa serie? ¡Es increíble! – dije un poco alto por la emoción.
Mi mente ya empezó a maquinar sola y a sacar conclusiones precipitadas.
Una persona que ve esa serie con alto contenido lésbico:
1. no es para nada hetero.
2. tiene mucho tiempo libre y curiosidad.
3. es un tío.Y descartamos la 3. De repente salí de mis pensamientos en el mundo de yupi para volver a incorporarme a la conversación.
- Tendremos tiempo para verla juntas. – me dijo sonriendo.
Y esta soy yo volviendo a mis pensamientos de mierda queriendo descartar la 2.
- Cuéntame, ¿qué haces aquí? – preguntó con interés.
- Casi no podía repetir más cursos en mi pueblo y he tenido que venir aquí para no estar en clase con los niñatos de turno. – dije con un poco de tristeza. – tengo planes de futuro, ¿sabes?
- Uh, ojo que tenemos aquí a la figura de chica mala repetidora. ¿Cuántos años tienes? Porque eso de los planes suena ya a vejestorio – frunció el ceño.
- De chica mala a puta vaga, hay unos pasos querida. – arqueé la ceja izquierda. – tampoco muchos más que tú... pero sí los suficientes como para que dejes de vacilarme, ¿no?
- Ahora entiendo, te fuiste del pueblo para que no te vacilaran los críos. Vienes aquí y te vacilo yo. – empezó a reírse. – tu pesadilla hecha realidad.
- ¿Y esas fotos de allí? – me levanté a cotillear por la habitación.
- Ah, es mi mejor amiga. – me dijo en tono triste a mi espalda. – llevo sin verla dos meses. Ya sabes, vive fuera.
- ¿Y la foto de aquí? – pregunté señalando.
De inmediato se levantó y guardó el marco de fotos para que dejase de hacerle preguntas.
- Mira, son cosas mías. ¿Por qué no me sigues contando lo tuyo con los planes de futuro? – titubeó algo nerviosa.
No era su amiga.
- Cuéntame más, venga. – me tumbé en su cama y la invité a tumbarse.
- No, que luego me dices que te vacilo. – sonrió.
- Porque lo haces. – sonreí yo también.
Recordé a la de química, explicando los tipos de enlaces entre electrones. Me vino a la mente la nube electrónica, justo lo que estaba sucediendo en esa habitación cochambrosa.
- Es mi chica. Punto. – espetó con una media sonrisa fingida. - ¿Algo más?
Me incorporé en la cama en un gesto de victoria.
- ¡Lo sabía! ¡Lo sabía! Debería de estudiar criminología porque he resuelto el caso en menos de 5 minutos. – dije con aire victorioso.
- Que te den. También quiero ser astronauta y visitar todos los planetas del sistema solar cuando sea posible. – tomó aire. – Sigo sin vacilarte. Ya sabes todo lo que tienes que saber sobre mí; empezando por la paleta que me falta.
Estallé en risas y me acompañó.
Nos miramos.
- Eres rara. – le dije de nuevo sin pensar.
- No te pases. – frunció el ceño a modo de enfado.
- Pero molas. – le puse la mano para que me chocase los cinco. – yo quiero ser directora de cine y hablo con Frida Kahlo, tengo un gran expediente académico. Lo de gran expediente es porque nunca termino el instituto, debe de ser muy largo. Ah y viviré en Nueva York con algunos gatos y vistas a Central Park.
María me abrazó.
Era una de esas sensaciones que sabes que ocurren pocas veces en la vida. Como cuando estás montando un puzle gigante con tus primos y tienes la oportunidad de poner la última pieza, de sentir que hay un hueco que puede llenarse con algo que encaje a la perfección y que estaba hecho para ello.
Así más o menos sentí aquel abrazo y me fundí en él. Quizás estuvimos poco tiempo, pero sentí que todo a mi alrededor se congelaba.
Y por primera vez, aquella noche, pude decir que estando en aquel frío y siniestro lugar me sentí como en casa.
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Cartas a Frida
Teen FictionCartas a Frida, basada en hechos reales, nos cuenta el día a día de nuestra protagonista, que decide por su propia voluntad entrar en un internado de monjas para terminar el instituto en su último curso. En un abanico de emociones entrelazadas entre...