A Claudia ni siquiera la avisamos para salir. Lo último que necesitábamos era que nos llorase por el novio como todos los días.
Y tan pronto como salimos, la puerta ya estaba abierta por Almudena.
- Has superado tu récord, un minuto y medio. – dije sorprendida.
- No pensaba decíroslo, pero practico abriendo mi armario todas las tardes por tal de no estudiar.
Otra vez, María y yo nos miramos con la misma intención de la última vez.
- Pues ayuda a esta mujer a abrir su armario, que se ha quedado encerrada dentro. – dijo señalándome.
- Pe... ¿Perdona? – me puse roja. – Gracias Almudena, ya puedes seguir pelando el conejo. – le di una palmadita en la espalda.
- Te has creído tú lo de que no voy con vosotras. A cotilla no me gana ni Dios.
En ese momento escuchamos el pomo de una puerta abrirse muy lentamente...
Una puerta chirriaba demasiado al abrirse en nuestro pasillo.
La sordomuda, sale completamente despeinada y desorientada en busca de un baño donde descargar todo el pipí que estaba guardando. Y por muy sorda que fuera, no era tonta.
- AIIIAAA, UENAAA, ARIIIIII. – gritó Ainhoa desperezándose.
- ¡SHHHHHH! – la mandamos a callar al unísono.
Se aproximó a la velocidad de la luz para enterarse de qué tramábamos, y ante todo ese escándalo la habitación 16 abrió su puerta dejando salir a Claudia con el rímel de por la tarde corrido en toda la cara.
- ¿Se puede saber a qué jugáis? ¿A las casitas? – preguntó desde su puerta con tono sarcástico.
- De tanto llamar a la sorda "Zombi" te has convertido tú en uno chica, menuda cara de mierda. – le espetó María con todas las confianzas.
Claudia también vino a la pequeña reunión que se había formado en la puerta del pasillo dirección al convento.
- Tira pa' tu casa. – dijo en su característico acento de pueblo.
- Aprende a hablar. – le dije yo en defensa.
- Mario me ha vuelto a engañar. Lo sé. Lo puedo oler desde aquí, seguro que está con la perra esa del pueblo de al lado. Qué rabia. – dijo volviendo a poner cara de cachorro mientras pataleaba el suelo.
Ainhoa empezó a hacer gestos, refiriéndose a que debía dejar de llorar y le dio un abrazo a Claudia.
- Nosotras nos vamos ya, ¿os quedáis u os venís? – Almudena se apresuró en volver a abrir la puerta para salir.
- Se vienen, pero como hagan un ruido... Nos la cargamos. – avisó María.
Empezamos a salir cuando Ainhoa añadió algo:
- PIPÍÍÍÍÍÍ.
Y salió corriendo otra vez para terminar lo que había salido a hacer al principio.
- Esta es la nuestra, nos vamos. – dije yo saliendo delante del grupo y esperando para cerrar la puerta.
Empezamos a vagar por el convento a oscuras, solo la luz de mi móvil alumbraba un poco el camino.
Los pasillos se hacían más largos aún de lo que eran por la mañana, y hacía muchísimo frío.
No se oía un alma, solo a Claudia sorberse los mocos de vez en cuando y la chancla de Almudena que tendría algo pegado a la suela. Se podría decir que no había ni un alma.
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Cartas a Frida
Teen FictionCartas a Frida, basada en hechos reales, nos cuenta el día a día de nuestra protagonista, que decide por su propia voluntad entrar en un internado de monjas para terminar el instituto en su último curso. En un abanico de emociones entrelazadas entre...