4. Manos a la obra

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Hoy confirmamos dos cosas:

1: la de química es la mejor profesora del mundo por seguir dejándome dormir en clase.
2: los de mi clase son gilipollas por chivarse al director, y no creo que la de química siga dejándome dormir en clase.

Sigo sin batería en el móvil y no he visto a las chicas del internado en todo el día de clase. Ni siquiera sé en el curso que están.

A la hora de comer, por si no lo he contado ya, nos vemos a la fuerza. Yo quería sentarme con la única chica de mi clase que me llevo medianamente bien, pero Sor cree que es mucho mejor idea juntarnos a todas las internas en la mesita de "las bichorraro" para que el resto del colegio de pijos sepan quiénes somos.
Los mismos pijos que miran raro también lo hacen con miedo, y no evito reírme.

- Me dejaste ayer sin batería y el enchufe de mi cuarto ni funciona, no lo entiendo. – digo removiendo la comida sin ganas de llevarla a la boca.

- Bueno, supongo que ya está pagada la deuda de Instagram. En cuanto comamos solucionamos lo del enchufe. – dice Almudena con tranquilidad.

- Perdona, pero mi radio tampoco funciona con el enchufe – replica Claudia.

- ¿Os creéis que las cosas se arreglan solas? – Almudena se encoge de hombros. No chicas, no.

- Espera, ¿cómo piensas hacer que funcione? – grita María tapándose la boca llena.

- Callaos, viene la monja. – habló una chica que no conocían ni siquiera las demás.

- Hostia, ¡que la gorda habla también! – exclamó Claudia.

- Eres gilipollas. – le solté una colleja a Claudia.

- Si no oliese peste no le diría gorda, la llamaría Andrea. – refunfuñó Almudena.

La mesa comenzaba a alterarse, y fue entonces cuando Ainhoa, la sordomuda, intentó decirnos algo que nadie entendió. Lo único que hacía era tocarse la cara mientras reproducía onomatopeyas indescifrables. Yo qué sabía que la monja estaba justo detrás de todas nosotras y se disponía a poner las llaves en la mesa de una forma muy poco cordial.

- A las habitaciones. ¡YA! – formuló mientras todo el comedor se quedaba en silencio.

Solo alcancé a ver a la chica de mi clase mirándome con compasión mientras me decía adiós con la mano. Todo tan dramático que podría ser la última vez que la vería.
- MANOS A LA OBRA – gritó Almudena conforme entraba al pasillo con un portazo al abrir.

- Eh, primero a mí. Que me has dejado sin batería. – le espeté sin dudarlo.

- No te preocupes mona, procura que no haya un grifo abierto cerca y cierra la boca. – decía mientras entraba a mi habitación.

No podía creer lo que estaba pasando, ¿va en serio?
Al momento me encuentro a Almudena subida en la silla juntando dos cables que estaban sueltos por encima de la puerta.

- ¿Estás loca o que mierda te pasa? – me salió solo de un grito, mientras aparecían todas las demás al igual, incrédulas.

- Te he dicho que no hables, que puede entrar la monja si nos oye formar escándalo. – replicó mientras juntaba los cables.


Y en ese momento todo fue tan rápido que solo recuerdo un chispazo y a Ainhoa gritando, que volvía a repasar el contorno de su cara con los dedos repitiendo la escena del comedor.
Todo esto dio pie a que Almudena se cayera de la silla y el ruido fue acompañado de un fuerte portazo en el pasillo, pudimos notar que no se trataba de ninguna de nosotras.
Mierda, era Sor Encarnación.

Cuando pensé que las travesuras solo podrían dar paso a dejar de aburrirme, me equivocaba.
También me equivoqué aquel día que me sentí el World Trade Center, porque ahora sí me disponía a colapsar de verdad.

Nuestra tortura fue nada más y nada menos que subir y bajar las escaleras del convento 100 veces.
Cien veces que podrían haberse llamado castigo en lugar de tortura, quizás si hubiéramos dejado de rezar el padre nuestro en algún momento.
Que parece fácil, pero intentar concentrarte en decir una frase bien mientras oyes los innumerables gritos de Ainhoa haciendo un "intento" de Padre Nuestro que rompía tímpanos a la vez que nos temblaban las rodillas, es todo un reto.

Y esto ha sido todo por hoy, como si fuese poco, querida Frida.
En resumen: he aprendido cómo se dice "que viene la monja" en lengua de signos (un gran avance en mi aprendizaje como políglota), he tonificado el culo mucho más que en los 4 últimos años de gimnasio y no sé si siento dolor o he dejado de sentir las piernas por completo.
Buenas noches.

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