Capítulo 2

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Sentí los rayos de luz dar directo en mi cara y eso me hizo abrí los ojos. Había olvidado por completo cerrar las benditas persianas y el sol no me lo perdonaba.

Lo primero que sentí fue un dolor insoportable que amenazaba con partir mi cabeza en dos. Me giré y vi a Miranda casi al borde la cama con una pierna fuera y en una posición bastante extraña. En ese momento la odié y odié haberle hecho caso y salir. Imágenes de la noche anterior llegaron a mi cabeza a borbotones, los tragos, los chicos sexis y Alex. ¡Mierda Alex!, debía sacar eso de mi cabeza, no estaba bien y punto.

Me levanté para hacer café y algo para comer. Llamé a Miranda pero ella ni se movió. Que manera de dormir, parecía haber caído en coma la desgraciada.

Luego del café y de engullir un par de sándwiches y una aspirina me sentí más como un ser humano normal. Así que empecé a hacer lo mismo de todos los sábados, lavar y arreglar un poco mi desastre en la casa.

-Te juro que no vuelvo a beber así. –La voz de Miranda me llegó desde la cocina y yo sólo me reí, siempre decía lo mismo.

-Pero fue divertido, ¿no?-. Su cabeza se asomaba por la puerta del cuarto de lavado con el cabello hecho en desastre y el maquillaje medio corrido.

-Me levanté con un dolor de cabeza insoportable, de esos que no sentía hace mucho, así que creo diferir de tu concepto de diversión-. Le espeté.

-Aja, sí. Deberias cambiarte el nombre y ponerte Grinch de la diversión. Por cierto, ¿qué hora es?

-Supongo que cerca de la 1. ¡Que manera de dormir la tuya!

-¿Qué?, ¿La 1? Me tengo que ir. –Apresuró el contenido de la taza que tenía en la mano.

-Paso por ti a las 3:30, ¿si?

-¿Qué?–. Me volteé hacia ella sin entender. -No recuerdo haber quedado contigo para nada y quiero dormir. Ya ayer me arrastraste hasta una discoteca, dame paz hoy, ¿quieres?

-Pues dile eso a mamá, porque recuerdo que ella personalmente te invitó a su cumpleaños y tu dijiste que sí ibas–. ¡Mierda! el cumpleaños, lo había olvidado por completo.

-Recuerda que será en la finca, así que vete cómoda y lleva una muda de ropa–. Me lanzó un beso desde la puerta y se fue. Yo respiré profundo, un compromiso es un compromiso y yo adoraba a la señora Martha, era otra madre para mi.

Miranda y yo nos conocimos en la secundaria, no sé como diablos terminamos siendo tan buenas amigas si al principio no la soportaba. Ella era la típica niña rubia, popular que tenía a todos detrás de ella y yo era algo así como un ratón de biblioteca, pero el mundo da tantas vueltas que ella terminó siendo mi mejor amiga, mi hermana de otra madre, y al finalizar la secundaria y empezar las dos la carrera de derecho éramos inseparables, toda mi familia la conocía y era tratada como un miembro más y yo igual en la suya.

*...*

A las 3:30 mi teléfono sonaba con el nombre de Miranda titilando en la pantalla. Cuando le daba la gana era muy puntual. Tomé mi bolso de mano en el llevaba una muda ropa y lo necesario para el trayecto de unas dos horas hasta la casa de campo de la familia Narváez.

Mi indumentaria consistía en un jean desgastado y una camisa blanca algo suelta y mis cómodas y confiables converse, en cuanto a mi cabello iba como casi siempre recogido en una cola de caballo.

-Muevete mujer, no quiero que nos agarre la noche en plena carretera. –Me gritó Miranda. Llevaba puesto un micro short caqui y una camisa celeste un poco holgada con unas sandalias bajas a juego. ¿Entienden lo que digo? Agua y aceite.

Solo un niño. ¡Pero que niño!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora