Capítulo 7

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Escuché mi alarma sonar, anunciando las 6:30am. A las 8 debía estar en la oficina preparando todo para el caso  Valencia que sería juzgado a las 9. A pesar de todo sentía mi cuerpo muy relajado, sonreí al recordar la causa, no se iba a repetir pero de verdad hacia bastante no tenía tan buen sexo. La sonrisa se extendió completamente en mi cara y me levanté para prepararme y salir.

Se notaba que iba a ser un día pesado, todos corrían de un lado a otro y hasta Miranda había llegado temprano a la oficina y eso era muy raro en ella. Me acerqué le plante un sonoro beso en la mejilla y le sonreí mostrando mi buen humor de hoy.

-Buenos días Mirandita –ella me vio con ojos entornados.

-¿Qué mosco te picó?, no me mal interpretes, me alegra que estés feliz pero es bien raro en ti.

-¿Por qué no estarlo? Hoy salimos del dolor de cabeza de este caso, es viernes y por fin podré descansar. –Sus ojos me escudriñaron con cara de no creerme nada pero no protestó y siguió directo a su oficina.

Yo entré a la mía y saqué el maletín dispuesta a finalizar lo que había empezado ayer. Alguien tocó la puerta y yo murmuré un adelante sin levantar la cabeza de mi escritorio hasta que sentí una carpeta caer bruscamente frente a mi. Cerré los ojos con molestia y respiré profundo, no iba a dejar que ni él arruinara mi buen humor.

-Buenos días Alex. –Exclamé sonriéndole con la mayor naturalidad que pude. Tenía pinta de haber dormido poco o nada y sus ojos estaban rodeados por pequeñas pero notorias ojeras, por lo demás estaba intachable, traje negro, camisa blanca corbata vinotinto y cabello muy bien peinado. Tragué saliva tratando de no pensar en la noche anterior y continué. -¿Puedo saber qué es esto? –pregunté señalando la carpeta frente a mi.

-Pues, lo que faltaba del caso Valencia, licenciada. –Lo vi frunciendo el entrecejo, su tono fue bastante brusco y jocoso al referirse a mi por ese apelativo. Estaba molesto de verdad.

Tomé los papeles y les eché una hojeada, todo estaba ahí perfectamente ordenado. Sin duda era un abogado muy poco experimentado pero brillante.

-Ya que comprobó que todo está en orden me retiro. Que tenga buen día, licenciada –su tonito me estaba sacando de quicio pero forcé una sonrisa.

-Excelente trabajo Alex. –Él gruñó un gracias y salió casi a la carrera y por poco se llevó por el medio a Miranda que venía distraídamente entrando a mi oficina. A ella simplemente le sonrió y siguió de largo.

-¿Son ideas mías o alguien está de muy mal humor hoy? –por toda respuesta me eché hacia atrás en mi asiento mientras cerraba los ojos y me masajeaba las sienes. Un pequeño dolor de cabeza se estaba haciendo paso gracias a Alex. Un suspiro de frustración brotó de mi.

-¿Qué le hiciste? –ante su pregunta abrí los ojos de golpe.

-¿Qué te hace pensar que yo le hice algo? –le devolví con tono un hosco.

-Estamos hablando de Alex, la alegría de la fiesta por excelencia, el positivo, el relajado. Tuviste que hacerle o decirle algo para ponerlo de tan mal humor.

No le respondí pero mis ojos se desviaron automáticamente hacia el sillón y fue consciente del fuerte sonrojo que se apoderó de mi cuando las vividas imágenes del día anterior pasaron desfilando por mi cabeza. Tragué saliva y quité mis ojos de ahí. Miranda me observaba con ojos entornados como analizándome, se volteó a ver el sillón, luego a mi y finalmente hacia la puerta aún abierta. Sus ojos volvieron a mi y pude captar el momento exacto en que su cerebro hizo clic y sus ojos se abrieron como platos mientras su boca formaba una perfecta o.

-Te tiraste a Alex –casi gritó y quise matarla por ser tan bocona. Salí disparaba verifiqué que en el pasillo no hubiese nadie, cerré la puerta y volteé a verla. Su cara reflejaba el asombro.

-Baja la voz. No es lo que crees, déjame explicarte. –Estaba preparada para cualquier otra reacción pero no para la carcajada que brotó de Miranda haciendo que se doblara en dos mientras reía sin parar. La miré totalmente desconcertada, no era la más puritana pero nunca pensé que se lo tomaría de esa forma.

-No lo puedo creer, el que persevera alcanza definitivamente. –La vi sin entender de que diablos hablaba. –Ahora entiendo tu buen humor, supongo que Alex supo satisfacer tus necesidades, ¿no?. –Una serie de carcajadas aún más grandes brotaron de ella y terminó buscando a tientas la silla frente a mi escritorio para sentarse.

Tras varios minutos por fin se calmó y yo ya estaba en mi escritorio sentada.

-Hay algo que no entiendo, si por fin cumplió su sueño dorado ¿a qué se debe su mal humor?, ¿qué le dijiste? Espera, empieza desde el inicio, ¿cómo pasó eso?

No era que tuviera muchas ganas de hablar del tema con ella pero prefería sacármela de encima de una vez.

-Ayer Jorge apareció, me vio con Alex, sacó conclusiones que no debió, yo me molesté, subimos hasta acá estaba frustrada, me desahogué el intentó consolarme y pues, ya, una cosa llevó a la otra y nos dejamos llevar.

-No lo puedo creer –exclamó sin borrar la sonrisa de su cara- Aja, igual eso no explica su mal humor.

-Pues, después de lo que pasó, volví en mí y le dije que había sido un error y que no se volvería a repetir.

-Eres cruel, eso no se le dice a un hombre enamorado –la miré con cara de incomprensión. -¿Qué? No me digas que no te habías dado cuenta. Eres su amor platónico de toda la vida –negué con la cabeza, cerré los ojos y eché la cabeza hacia atrás en mi cómoda silla.

-No está enamorado de mi, estará a lo sumo encaprichado a estas alturas y yo cometí el error de caer una vez en ese juego pero no volverá a pasar.

-Como digas. Sé que no soy la tía más protectora del mundo pero es mi sobrino y un buen chico y no quiero que salga lastimado, solo deja las cosas claras con él. –Su tono era serio y percibí preocupación real en el.

-No te preocupes, ya le dejé claras las cosas y lo volveré a hacer si es necesario. Y por supuesto que sé que es un buen chico.

-Bien, todo claro entonces. –Consultó su reloj. –Son las 8:30. Tienes todo listo, ¿no?- Asentí y salimos de la oficina.

*...*

Llegar a casa y poder sacarme esos benditos zapatos fue la gloria. A pesar de todos los contratiempos todo había salido a pedir de boca y tendría por delante un hermoso fin de semana para descansar un poco.

Miranda insistió en salir a tomar algo para celebrar pero me negué en redondo porque no me creía dispuesta a soportar un minuto más la inmadurez de Alexander. Todo el día estuvo gruñendo y mascullando entre dientes y yo no tenía ganas de aguantarme más su estupidez, era hora de que aprendiera a comportarse.

Con los pies descalzos me dirigí al pequeño equipo de sonido que estaba en la sala y rara vez encendía. La voz de Chris de Coldplay llenó el lugar y yo sonreí moviéndome al ritmo de la música, mientras me dirigía a la cocina buscando algo para tomar.

Solo un niño. ¡Pero que niño!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora